The Good Burger ha presentado este miércoles en Madrid su nueva carta. Esa empresa de la que se solía decir que vendía hamburguesas "ricas, pero pequeñas" quiere quitarse esa coletilla. La marca, que nació en 2013, afronta una renovación de su imagen y de sus productos, y entre las principales novedades está el tamaño: las hamburguesas son ahora más grandes (150 gramos de carne de vacuno frente a los 100 de antes) y también ligeramente más caras.
En palabras de TGB, la marca “acaba de pasar la pubertad”. En estos nueve años, el mercado se ha saturado y la compañía trata de volverse más atractiva. Antes, el tamaño de las hamburguesas podría resultar pequeño para algunos consumidores, por lo que la compañía opta por las XL. Las normales, de 150 gramos de carne (cheesburger, TGB Burger, BBQ Burger y Cajún) costarán entre 5,90 y 6,90 euros. Como novedad, ahora los más insaciables podrán añadir a su hamburguesa hasta tres pisos más. De este modo, las que tengan dos filetes de carne (de 120 gramos cada uno) costarán 10 euros, las de tres pisos valdrán 11 euros, y las de cuatro pisos, para los más comilones (con casi medio kilogramo de carne), costarán 12 euros.
Más carne vegetal
Tal y como ha reconocido Silvia de Antonio, directora de I+D y chef manager de Restalia Holding, este lanzamiento de TGB 2.0 implica reajustes en el precio, condicionados, además, por la inflación y por la guerra de Ucrania.
Además, tal y como ha expresado la directiva, el consumidor se decanta ahora por propuestas más saludables. Según de Antonio, en torno al 15 % de los pedidos a domicilio de TGB son opciones sin carne animal. Por eso, la empresa sube su apuesta por el color verde, que, además del tono corporativo, hace referencia a su acercamiento a las personas veganas, vegetarianas y flexitarianas (aquellas que comen carne de vez en cuando). Por eso, TGB ha lanzado una nueva hamburguesa de pollo sin pollo, hecha con proteína vegetal. Bajo el punto de vista de este medio, es crujiente y correcta, pero no logra un sabor tan sobresaliente como, por ejemplo, las de The Vegetarian Butcher. Sobre todo, lo que consigue TGB es ampliar su público objetivo y mejorar con su experiencia en el mercado.
Cajún, principal novedad
Además, en sintonía con esta predilección por el color verde, TGB ha desarrollado el color 627 junto a Pantone, en una propuesta original que revela su interés por la imagen. Por otra parte, en aras de la sostenibilidad, TGB sustituye en sus locales las bandejas de cartón de los snacks por bandejas de acero. A nivel estético, su local en el centro comercial de La Vaguada en Madrid (donde se han presentado las novedades) pretende ser más moderno, desenfadado e ideal para subir fotos a Instagram.
Junto a esta novedad destaca la hamburguesa Cajún. En Consumidor Global la hemos probado y la carne, hecha al momento, gana jugosidad y no peca de exceso de grasa, sal o aceite; y tampoco es una masa indefinida, casi cruda, como ocurre con burgers de otras marcas. Tampoco las salsas, si bien son apreciables, totalizan el sabor. El pan es adecuado, muy blando, pero sin deshacerse, como podría ocurrir con productos de la competencia. Asimismo, comerse una de dos pisos no es ninguna locura, ya que el comensal no termina hinchado. Silvia de Antonio ha reconocido que los proveedores de carne son españoles, si bien ha admitido que, en un momento puntual por la actual coyuntura, hayan recurrido a proveedores de fuera.
Dulces con perspectiva social
Según defiende la compañía, los precios continúan en la línea del 'smart cost'. No son opciones tan premium como Goiko Grill ni tan fast food como Burger King. De hecho, a nivel de sabor, TGB está más cerca de Goiko, pero en precios es más similar a Burger King. Es un equilibrio complejo y logrado para una compañía que tiene 160 unidades de restauración repartidas por España, Italia y Portugal; y se adapta a las tendencias del mercado, aunque toda transformación suponga sacrificios.
Otra de las novedades de la carta son los “ufos”, unas obleas de tres sabores (entre ellas, una de Oreo muy sugerente, cuyo dulzor satisface y no abruma) que, según ha explicado Silvia de Antonio, poseen un componente social: la materia prima se produce en una comunidad de mujeres colombianas en riesgo de exclusión. El precio de este postre es de cinco euros, y está pensado para compartir.