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Los efectos de hacer cerveza o licor en casa: desde dolor de estómago hasta ceguera
El confinamiento incrementó el interés por los 'kits' caseros que se venden en internet para elaborar bebidas alcohólicas de forma artesana
La elaboración de alcohol de forma artesanal es una disciplina compleja y ancestral. Al igual que con la comida, degustar un licor o una cerveza hecha por uno mismo implica una satisfacción personal difícil de explicar. Tanto es así que, durante los meses del confinamiento por el coronavirus, muchos españoles han convertido sus hogares en pequeñas destilerías. A ello ayudó el hecho de disponer de más tiempo libre y la facilidad con la que se pueden comprar en internet kits caseros para desarrollar brebajes con un toque propio.
Por lo general, estos packs son seguros. Existen varios formatos con un amplio rango de precios, pero en los más simples el usuario recibe unas herramientas y unas instrucciones básicas para elaborar su propia bebida. Sin embargo, los expertos consultados por Consumidor Global subrayan que no están exentos de riesgos. De hecho, la venta de estas elaboraciones caseras está prohibida y la producción está muy restringida. “Hay un límite de tres litros al año a partir del cual la producción ya no se considera autoconsumo”, asegura Alberto Villena, director de producción de la escuela de destilería madrileña Dstila.
Una mala fermentación
En este contexto, la cerveza es una de las bebidas más populares y en internet hay kits para hacerla en casa por tan sólo 40 euros. No obstante, existen otros más profesionales que pueden llegar a costar varios miles de euros, explica a este medio Alberto Leoni, del Instituto de la Cerveza Artesana. Acerca de si elaborar una birra en la cocina entraña algún riesgo, este experto señala que “si sale mal, lo máximo que puede pasar es tener un dolor de estómago”. Esto se debe, por lo general, a una mala fermentación debido a no seguir bien las instrucciones. En cuanto a la posibilidad de que durante la elaboración de la cerveza se produzcan emisiones de vapores nocivos, Leoni asegura que no existe ese riesgo. Sin embargo, recomienda que se ventile la estancia en la cual se va a elaborar el producto. “Cada uno en su casa hace lo que quiere, pero claro, hace calor, se producen humos y deja un olor fuerte. Aunque no sea nada tóxico”, argumenta.
Sobre los resultados que se pueden obtener con estos paquetes caseros, este maestro cervecero señala que depende mucho del arte de cada uno y del producto que se compre. Así, los packs que son muy baratos suelen estar incompletos y generan cierta frustración al consumidor, que tendrá que adquirir determinados elementos por su cuenta. Además, entre los más accesibles para el bolsillo hay dos tipos principales: unos en los que sólo se diluye un producto y otros en los que se parte del grano y que requieren más formación. En los primeros el proceso se completa en una hora, mientras que en los segundos puede llevar alrededor de seis. Por otro lado, destaca que uno de los ingredientes más importantes es el agua. “No hay una que sirva para todas. Cada tipo de cerveza tiene una indicada y depende de la dureza de la misma, del Ph y de otros parámetros”, asevera.
Productos muy inflamables
A diferencia de la cerveza, los licores y bebidas espirituosas se obtienen mediante un proceso de destilación. Su función principal es separar los distintos elementos presentes en el alcohol para obtener el producto deseado, simplifica Villena. “Lo primero que sale del alambique tiene mucho contenido en metanol, que es malo para la salud. Produce ceguera, puede provocar un coma etílico e incluso causar la muerte si se consume mucho”. Si bien asegura que todas las bebidas alcohólicas contienen esta sustancia, existen límites que varían en función del territorio. En concreto, en la Unión Europea son 1,5 gramos por litro. “Ese es el principal riesgo de hacer licor en casa, si el producto no pasa por un laboratorio no se sabe si tiene un alto contenido de metanol o no”, asevera Villena.
Asimismo, los productos que se utilizan para estos procesos son muy inflamables y hay que tener mucha precaución. “Los kits que no son industriales tienen pequeñas fugas y por lo general no sellan bien, por lo que hay que evitar tener cualquier tipo de fuego cerca o algo que pueda hacer chispas”, explica el director de producción de Dstila. De hecho, los pequeños alambiques para aficionados funcionan con una placa eléctrica para calentar el contenido pero, al igual que en el caso de la cerveza, tampoco existe la posibilidad de que se generen vapores tóxicos durante la elaboración del producto.
Prohibido vender el alcohol casero
Los expertos consultados por Consumidor Global recalcan que está prohibido vender el alcohol que un usuario hace en su casa. Además, las multas a las que se puede enfrentar quien se salte las normas son muy altas. “Se puede tener problemas tanto con la Agencia Tributaria como con las autoridades sanitarias”, detalla Villena. Sin embargo, existen algunos establecimientos que estiran un poco la normativa.
Sobre ello, Villena señala que hay otro modo de hacer alcohol con un toque propio y sin necesidad de herramientas. Se trata de la maceración. Esta técnica consiste en mezclar una botella de vodka comprada en el supermercado --por ejemplo-- y añadirle alguna especia o algún otro elemento y dejarla reposar durante días. “El alcohol extrae los aceites esenciales de los ingredientes y absorbe el sabor. Como no hay sólo un aceite esencial, el arte está en saber manejar los tiempos para extraer los que quieres”, asevera. Así, algunos locales se dedican a comercializar estas mezclas. Como el alcohol utilizado ya ha pagado los impuestos correspondientes y cumple con la normativa sanitaria estipulada, la Agencia Tributaria no suele entrar a sancionar en estas ocasiones, matiza Villena.
Los furanchos en Galicia
Si bien un usuario no puede vender la cerveza o el licor que haga en su casa, en Galicia existen los famosos furanchos. La legislación autonómica los define como locales utilizados como vivienda privada en los que sus propietarios venden el excedente de vino de la colecta propia elaborada para consumo particular.
Además de estar regulados, también forman parte de la cultura popular gallega y son un atractivo turístico de la comunidad. La normativa limita su período de actividad anual entre el 1 de diciembre y el 30 de junio y, además del vino, también tienen permitido vender comida casera para acompañarlo.
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