Irlanda, el afable país del trébol, los leprechaun y los acantilados de ensueño, ha conseguido cabrear a la mitad de la Unión Europea. No porque algunos la consideren un paraíso fiscal ni por un lío de altos vuelos con Ryanair, sino porque ha decidido sacar adelante un proyecto de reglamento sobre bebidas alcohólicas que contempla incluir una etiqueta, similar a la del tabaco, que advierta de que el alcohol es nocivo para la salud. Esta etiqueta no estaría presente solo sobre el ron o la ginebra, sino también en las botellas de vino.
Esta decisión ha encendido las alarmas en la industria vitivinícola española, que lleva tiempo posicionándose en contra de las intenciones de la UE de colocar un rótulo así, que juzga simplista y estigmatizador. Por eso, el 9 de febrero, las patronales de industrias alimentarias y del sector le pidieron al Gobierno y la Comisión Europea (CE) que mantuviesen o elevaran la "presión" para forzar a Irlanda a que no sacase adelante su proyecto.
Inacción de la Comisión Europea
Lo que más molesta es que Irlanda vaya por libre y se salte la legislación armonizada europea, pese a la oposición de muchos países, como Italia. Diferentes sistemas de etiquetado en cada estado miembro, vienen a decir, equivaldrían a sembrar el caos. En un comunicado, diversas entidades del mundo del vino denunciaron cierta cobardía por parte de las instituciones europeas: "Sin embargo, la CE no ha demostrado voluntad hasta la fecha de actuar en defensa de los Tratados de la UE", dijeron.
Preguntados por este asunto, desde la emblemática casa villarrobletana Bodegas Ayuso dicen a Consumidor Global que creen que “supondría saltarse la legislación armonizada europea y una barrera al libre comercio”. Lo sea o no, el proceso está a punto de cristalizar: Irlanda ha presentado a la Organización Mundial del Comercio (OMC) un borrador, y aquí viene lo grave, sin ningún cambio con respecto a la versión inicial a pesar de la fuerte oposición que recibió por parte de 13 estados miembros de la UE “por ser incompatible con la legislación de la Unión Europea”, según defiende la Federación Española del Vino (FEV).
“Una desorientación clarísima”
¿Por qué la Comisión no hizo comentarios? Chi lo sa. Ramiro García, gerente y propietario de la bodega burgalesa Palacio de Lerma (cuyo vino Aire Norte –DO Arlanza-- fue seleccionado entre los 50 mejores vinos en la reciente Barcelona Wine Week), considera que, para el consumidor, que un etiquetado así llegase a hacerse efectivo supondría una “desorientación clarísima”.
Desde el punto de vista de este experto, “detrás de todo esto hay un tema político”, que ellos intentarán dejar de lado para centrarse en el trabajo con las organizaciones del sector “para demostrar que el vino con moderación no es malo en absoluto”. Con todo, hay varias preguntas en el aire: la primera es por qué ha sido Irlanda y no otro país el que ha decidido ir por su lado y plantar este rotulado. A juicio de García, este hecho “llama poderosamente la atención”.
Consumo social frente a borracheras
Su teoría es que, mientras en España el consumo de vino está asociado a la socialización y al disfrute, en otros lugares se bebe con el objetivo de emborracharse. “Reino Unido, Rusia o los países bálticos son lugares que han tenido más problemas con el alcohol, y que incluso lo han prohibido en alguna ocasión”, recuerda. Si en España se bebe para disfrutar, o incluso se concibe el vino como un producto “asociado al lujo”, afirma García, en otras latitudes lo vinculan a “la alta graduación” y sus efectos.
Con todo, cree que “ahora solamente cabe esperar” y ver qué pasa. La pelota está en el tejado de Bruselas. “A nivel de lobby, nosotros ya hemos hecho alguna acción con eurodiputados españoles”, admite García, que considera que desde la UE no se está haciendo todo lo suficiente para proteger el vino. “En Europa, en el viejo mundo, como nos consideran algunos, el vino es algo cultural; y en España forma parte de la dieta. Es un fermentado, así que creo que está vinculado con la alimentación. Y algunos se lo quieren pasar por el arco del triunfo”, agrega.
El exceso siempre es negativo
Isabel Hernández es la gerente de Fontana Bodegas & Viñedos, una casa que ha recibido el certificado Sustainable Wineries for Climate Protection en reconocimiento a la sostenibilidad integral que practica. “Es un tema complicado y sensible”, admite Hernández. En cualquier caso, cree que el exceso es siempre pernicioso: “Si comes cantidades ingentes de pizza, las consecuencias serán negativas”, compara. A pesar de eso, cree que el movimiento de Irlanda es ir demasiado lejos. “Hay que ser un poco coherentes: en la etiqueta ya se especifica el alcohol que tiene el vino y si no está indicado para algunas personas, alérgicas por ejemplo”, explica.
El etiquetado, opina, también debería ser una herramienta para “contar las cosas que se hacen bien”, de modo que remarcar los efectos dañinos del vino supondría “ponernos palos en las ruedas”. Agrega Hernández que ya resulta “bastante complicado elaborar un vino como para intentar venderlo mal”.
Análisis simplistas
Hace un año, cuando la legislación estaba aún en el aire, el director general de la Federación Española de Vino (FEV) aclaró a este medio que la iniciativa partía de un informe de la Unión Europea propiciado por la Comisión sobre el cáncer. El problema, según este experto, residía en que la investigación omitía los matices: un cubata diario no tiene nada que ver con un chato de rioja a la hora de cenar. “Beber sólo una o dos copas de vino al día tiene efectos beneficiosos”, defendió.
En el sector también chirría que el foco se ponga en el vino y no se hagan más esfuerzos por combatir, por ejemplo, la bollería industrial. Pero parece que ya no hay vuelta de hoja. Este medio ha preguntado tanto a la FEV como al Ministerio de Agricultura cuáles serían sus próximos pasos si finalmente el plan de Irlanda sale adelante, pero, al término de este reportaje, no ha obtenido respuesta.