Fue la reina durante muchos años en las noches de verano de Madrid. Cuando oyen su nombre, algunos la confunden con cerveza o piensan que se trata de una bebida alcohólica, ya que su nombre es agua de cebada. En realidad, se trata de una bebida típica de la capital hecha a base de cebada tostada cocida con agua, azúcar moreno y un poco de granizado de limón.
En el pasado fue el refresco favorito de los madrileños y su consumo era muy habitual. Aunque ahora no es más que un fósil líquido en peligro de extinción, un quiosco del barrio de Goya, ubicado en la calle Narváez, se ocupa de conservar el legado de esta receta, que llega incluso a los más jóvenes. Este aguaducho, como se conocía antiguamente a los puestos especializados en bebidas refrescantes como la horchata o la propia agua de cebada, es el último de Madrid dedicado a la venta de esta bebida.
Nutritiva y refrescante
“Es una bebida muy antigua, refrescante y nutritiva que quita mucho la sed”, describe a Consumidor Global José Manuel García, propietario junto a su hermano Miguel del Quiosco de Horchata Miguel y José. Sus bisabuelos Francisco y Francisca, que venían de Crevillente (Alicante), iniciaron el negocio familiar en la capital allá por 1910 y fue en 1944 cuando la tienda se instauró en la calle en la que está en la actualidad.
Tal y como cuenta el propietario del quiosco, el agua de cebada es una bebida “muy castiza” que se bebía durante todo el año, aunque “se consumía más en las verbenas de verano”. Los orígenes de esta bebida coinciden con tiempos en los que hubo excedentes de cebada para elaborarla y fue tan popular que incluso algunos recortes de prensa locales recogen que en 1959 se llegaron a consumir más de cuatro millones de litros en la ciudad.
La llegada de los refrescos industriales
La popularidad del agua de cebada llegó a su fin en la década de los 70, cuando los refrescos industriales llenaron de publicidad las ciudades y medios de comunicación. “Fue imposible luchar contra ese márketing, pero nosotros seguimos manteniendo el legado de una bebida saludable que nada tiene que ver con esas aguas carbonatadas”, cuenta García.
A pesar de ser una bebida castiza y que parece haberse quedado en el olvido, lo cierto es que empieza a estar entre las opciones de gente joven que la redescubre. “Estamos apareciendo mucho en redes sociales y eso hace que nos conozca más gente joven, sin olvidar a los clientes que tenemos de toda la vida”, cuenta.
Precios y sabor
El agua de cebada se sirve en vaso y con pajita. Hay tres tamaños a elegir, el más pequeño cuesta 2,30 euros, el mediano 3,30 euros y el vaso grande 4,20 euros. El color es marrón, con textura granizada, dejando un aspecto similar al de un granizado de café.
En el primer sorbo se aprecia el ligero amargor de la cebada tostada, que se rebaja con un chorro de granizado de limón y un poco de azúcar moreno. Es bastante refrescante y su sabor se distingue, y mucho, de las típicas horchatas y del resto de bebidas azucaradas.