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Huesos, insectos y gusanos: los aditivos alimentarios que comen los veganos sin saberlo

La codificación de estos componentes oculta su origen, aunque están en la mayoría de productos que se venden en los supermercados

Ricard Peña

Grupo de cochinillas criadas en Canarias para fabricar aditivos / EP

Una manzana roja y brillante en un supermercado. Un alimento sencillo y saludable que, sin saberlo, puede estar cubierto de goma shellac, una sustancia extraída de las deposiciones de un gusano del sudeste asiático. O bien una colorida gelatina, un ingrediente clásico en muchas recetas originario del cartílago y huesos desechados de diferentes animales.

Los aditivos alimentarios ayudan a controlar aspectos o características de cada producto, como su aroma, conservación y textura. En ningún caso son perjudiciales por sí solos, ya que están regulados para ser introducidos en pequeñas cantidades después de haber sido testados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Ahora bien, conocer el origen de muchos de ellos podría causar rechazo entre los consumidores, en especial, los veganos, que abogan por una alimentación alejada de los productos animales.

Evitar los alimentos procesados

La gran mayoría de aditivos provienen de síntesis en laboratorios, con un origen inorgánico o vegetal, pero otros tantos son derivados de insectos y animales. Sin ir más lejos, el colorante E-120, conocido como “carmín”, es utilizado para aportar un tono rojizo a salsas, mermeladas y cosméticos. En realidad, no es más que el cuerpo cocido y triturado de un insecto mexicano, la cochinilla del nopal. “Aquellos que siguen una dieta vegana deben saber comprar mejor, poder gastar más dinero y cocinar mucho más, es decir, dedicar un mayor tiempo a seleccionar qué se compra y un mayor esfuerzo para informarse y adquirir productos naturales”, explica la nutricionista Sonia González, propietaria de clínicas en Tarragona y Reus.

A pesar de la enorme presencia que tienen estos compuestos en los alimentos para garantizar sus condiciones óptimas de consumo, siempre existe la opción de alejarse de ellos con alternativas ecológicas. “Hay que comer comida de verdad, evitando los productos procesados, los cuales son los que más aditivos llevan con diferencia. Hay hamburguesas veganas que por muy veggie que sean siguen siendo comida ultraprocesada, así que en cuanto a la salud, no se diferencia mucho de otro alimento lleno de conservantes”, matiza la dietista.

Filetes de carne procesados con aditivos / EP

Etiquetas veganas

En este ámbito destaca la etiqueta V-label, una iniciativa de la European Vegetarian Union (EVU) y la Unión Vegetariana Española (UVE).  “Ante la duda, una persona vegana debería confiar sólo en las compras con el sello V-label que asegura que ningún ingrediente es de origen cárnico o lácteo”, explica la nutricionista especializada en veganismo, Patricia Ortega desde su consulta en Barcelona.

“En el plano moral, cada persona debe poner sus límites de consumo según su información y posibilidades. Ahora bien, si lo que se busca es alejarse de los aditivos, una dieta puede ser viable sólo con fruta, verdura, frutos secos, legumbres y cereales integrales, ingredientes que no tienen porqué llevar ningún químico añadido”, señala la experta.

Tendencia a evitar los ingredientes de origen animal

A pesar de esta preocupación por los químicos añadidos a los alimentos y su procedencia, durante los últimos años la Unión Europea ha eliminado varios componentes de provenientes de animales. “De forma generalizada se trabaja con materiales vegetales para sintetizar los aditivos que usamos en la comida”, razona María del Mar Sánchez, responsable de I+D en EPSA, empresa valenciana que fabrica y distribuye aditivos para toda España.

Algunos se han eliminado por su efecto a largo plazo y otros para aplicar procesos más económicos, pero en ningún caso ha sido por su consideración de aditivos de procedencia animal. “Se ha constatado que vegetales como el coco, la palma y, sobre todo, el maíz, eran más efectivos que muchas grasas animales. En cualquier caso, no creo que tenga mucho sentido criticar aditivos por su origen, ya que se ha comprobado que son saludables vengan de donde vengan y más necesarios que nunca, en un momento en el que el consumo de la gente tiende hacía la comida preparada”, subraya Sánchez.

Los aditivos actuales

Algunos de los aditivos de procedencia animal que continúan en el mercado se encuentran sobre todo en las ceras y gomas. Más allá de la goma de shellac, también se encuentra la típica cera de abeja que envuelve algunas frutas y verduras. Este aditivo, conocido como E-901 se extrae de las paredes de los paneles. Otro compuesto para tener en cuenta es la lisozoma, E-1105, una enzima que elimina bacterias de los alimentos. Ésta proviene de la clara de huevo, aunque en España sólo se permite en quesos y en vinos. 

Sin duda, uno de los componentes con más prejuicios se trata de la gelatina. Si bien ya no es considerado como un aditivo sino un ingrediente, el uso de desechos óseos de animales fundidos con ácido clorhídrico la ha puesto en el punto de mira de los colectivos animalistas, en especial desde que se sabe que ya no sólo puede ser un ingrediente, sino que forma parte del proceso de fabricación de bebidas alcohólicas, por lo que ni siquiera aparece en la etiqueta.  

Cuestión de ética

Ahora bien, para esta reducción en el uso de estos aditivos también existen respuestas alternativas. “Creo que esto tiene más que ver con no perder a clientes potenciales como judíos y musulmanes, que solo pueden consumir productos animales que sean kosher o halal respectivamente”, señala Francisco Vázquez, fundador y presidente de la ONG Anima Naturalis Internacional, plataforma de difusión del veganismo.

El activista considera que los veganos no deben poner el acento en evitar a toda costa los productos que contengan aditivos o emulgentes de origen animal. “Creo que como vegano no se debe caer en la trampa de pensar en la dieta como una rutina de ‘pureza’, sino como una forma de evitar el sufrimiento de los animales. La lucha debe estar en contra de las grandes industrias lácteas y cárnicas, no tanto en alimentarse sólo a través productos con el sello vegano. No es que no me importe comer estos aditivos, de hecho los evito, pero tengo claro dónde quiero poner el foco”, concluye.