El etiquetado Nutri-Score, el semáforo que clasifica los alimentos por colores según lo saludables que son, aún no se ha implantado de forma oficial en España --lo hará en el segundo trimestre de 2021--, pero ya se ha vuelto de lo más polémico. Hay división entre los expertos en nutrición, ya que algunos opinan que ayudará a los consumidores a hacer una compra más instruida y, como consecuencia, más saludable, pero otros le ven fallos importantes en la clasificación resultante, con productos ultraprocesados que salen demasiado bien parados.
Uno de los errores más criticados tiene que ver con la calificación del aceite de oliva. A este gran producto español se la ha otorgado la categoría C, equiparándolo con otras grasas como el aceite de colza o de nuez. “Hay evidencias científicas de que el aceite de oliva es más beneficioso para la salud, por lo que debe ubicarse en la categoría máxima, es decir, la A”, explica a Consumidor Global José Manuel Bajo, representante de las denominaciones de origen de aceite de toda España.
Un ‘fraude’ para el consumidor
El objetivo de este nuevo etiquetado es mejorar la salud de los ciudadanos y darles una información clara para que opten por los alimentos más saludables. Pero, “si se equiparan productos del mismo grupo sin ser similares eso es un verdadero fraude para el consumidor”, critica esta parte del sector aceitero español.
Mientras, el Ministerio de Consumo ya ha confesado que el el sistema Nutri-Score “no es perfecto, pero es el que mayor consenso científico genera”. De hecho, España no es el único país que va a incorporar este etiquetado, sino que también se van a sumar Francia, Bélgica y Alemania, entre otros países. Sin embargo, cada uno tiene derecho a proponer cambios en el etiquetado en base a evidencias científicas. Por ello, en las reuniones mantenidas con el Ministerio, los productores aceiteros de España han solicitado que no se incorpore este etiquetado hasta que no se corrija de nuevo la clasificación en base a los beneficios validados del aceite de oliva por parte de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria.
El menospreciado aceite de colza
El mencionado aceite de colza proviene de la semilla de colza y en algunos países europeos, como Alemania y Francia, es utilizado como uno de los principales aceites para uso alimentario. Sin embargo, en España, este tipo de grasa se vincula inevitablemente con la tragedia acaecida en 1981, cuando saltó una alerta sanitaria que acabó con la intoxicación de más de 20.000 personas y 3.800 fallecidos. Aunque la seguridad y su consumo está ahora más que garantizada, pues la intoxicación tuvo que ver con su adulteración por especuladores no con sus propiedades nutricionales, algunos lo menosprecian frente al aceite de oliva, también bautizado como “oro líquido”.
De hecho, para los productores de aceite de oliva, de oliva virgen y virgen extra, esta equiparación supone admitir en el etiquetado una información nutricional “incompleta y falsa” de cara a los usuarios, tanto españoles como europeos. “Los consumidores podrán encontrar en los lineales de los supermercados dos aceites con precios muy dispares, pues el de colza cuesta alrededor de un euro y el de oliva virgen extra ronda los siete euros, pero con la misma clasificación, lo que induce a error”, lamenta Bajo.
Riesgo de una caída de consumo
La equiparación de estos productos aceiteros no sólo afecta a los consumidores al no identificar claramente el valor de cada uno, sino que también puede hacer mella a nivel económico. Según datos del sector, España exporta dos tercios de su producción de aceite de oliva virgen y virgen extra y la mayor parte se comercializa en los países de la Unión Europea, por lo que la nueva catalogación puede llevar a una caída del consumo.
“Es mucho lo que nos jugamos porque está en riesgo una seña de identidad como país, está en peligro la Marca España y en tela de juicio nuestra influencia internacional”, concluye Bajo.