No falta en los pescados o la carne a la plancha, ni en los guisos, ni en una tortilla que se precie, ni en el sofrito de un buen arroz, ni por su puesto en las tostadas. Oro líquido. Aceite de oliva, todo mal quita. La estrella áurea de nuestras cocinas.
No obstante, este año ha sido un tanto raro para el aceite. Se les ha pagado más a los productores, se ha anunciado el fin de los aranceles en Estados Unidos y se ha levantado una gran debate con el etiquetado de NutriScore. Con todo, a pesar de que las empresas han puesto más dinero que otros años para llevar el aceite a los estantes, el consumidor español no lo ha notado de manera drástica. La distribución ha asumido un margen.
El aceite de oliva se pagó en origen un 67 % más caro
Los datos publicados en septiembre por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en referencia al Índice de Precios de Consumo (IPC) reflejaban que la subida del precio del aceite de oliva era de un 25 %. Es decir, que los clientes se habían tenido que rascar algo más el bolsillo, pero un aumento nada comparable con el subidón que han percibido los productores: los datos de la Dirección General de Producción del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación reflejan que el valor del aceite de oliva en origen ha subido un llamativo 67,3 %. Ese dato, además, es una media de los distintos tipos. El aceite de oliva refinado, por ejemplo, creció hasta un 70 %.
El margen de los supermercados
Fuentes del sector de la distribución explican a Consumidor Global que el procesamiento del aceite es complejo: “Hay productos que llegan del campo al súper en 24 horas, pero el aceite requiere otros tiempos”. Sin embargo, subrayan esas mismas fuentes, “siempre se intenta repercutir lo menos posible el precio al consumidor”.
Por ello, “el margen de beneficio es penoso” reconocen desde una cadena de distribución que opera en España a este medio. La botella de 1 litro de aceite de oliva virgen de marca blanca se puede encontrar en los supermercados de Mercadona, Carrefour y Dia por un rango de precios que oscila entre los 3,20 euros y los 3,70 euros. Si el productor cobra 3,26 euros por un litro, el provecho de estas empresas es mínimo. Sin embargo, si se atiende a marcas como Carbonell, la botella de aceite de oliva virgen de un litro cuesta más de 5,50 euros, casi el doble de lo que se paga al proveedor.
¿Producto de gancho?
Gonzalo Bernardos, profesor Titular de Economía de la Universidad Barcelona, señala a Consumidor Global que los precios del aceite este año se explican por dos motivos: “la cosecha ha sido muy mala y las exportaciones muy buenas”. El experto afirma que la diferencia entre el precio que paga la distribuidora y el que cobra a los consumidores por el aceite de marca blanca “es muy pequeña en comparación con cualquier otro producto”. Según Bernardos, una de las razones que podría explicar esto es que se tratase de un producto gancho: aquellos por los que el vendedor asume ganar menos para asegurarse, a cambio, que el consumidor siga acudiendo a su supermercado.
Emili Vizuete i Luciano, experto en consumo y director del Máster en Comercio y Finanzas Internacionales la Universidad de Barcelona, explica que si el aceite sube en origen y el coste no se repercute al consumidor, alguien está estrechando su margen. Y mucho. “El aceite de oliva depende de que se haya tenido una buena cosecha, que los temporales no hayan ocasionado grandes destrozos…”, explica. Bernardos considera, además, que las grandes distribuidoras tienen acuerdos con los proveedores a través de los cuales adquieren grandes cantidades de producto. En este caso, de aceite. “Eso permite abaratar algunos costes, con una variabilidad pequeña”, aclara.