Tictac para Navidad. A escasos días de la Nochebuena, la mayoría de los regalos ya están envueltos y escondidos, pero antes de repartir la ilusión viene la primera cena de la época. Y es que, esta festividad trae regalos, pero también (mucha, mucha, mucha) comida, y en las mesas más privilegiadas cada año se repite un manjar para los paladares: el marisco. Elegir el mejor no es fácil, así que te dejamos ocho trucos para conseguirlo.
Además de ser una delicia, el marisco es un alimento muy saludable y, de hecho, hay varias recetas para compartirlo de mil maneras. Eso sí, que no te den gato por liebre gracias a estas recomendaciones que ofrecen desde El Corte Inglés.
Los ocho trucos
- Tener en cuenta la temporada. Como sucede con cada producto gastronómico, el marisco también tiene su estacionalidad y ofrece una mayor calidad en los meses de temporada, aunque hoy en día el calendario es más flexible. El saber popular nos da una pista sobre cuál es la mejor época para comprar marisco: en aquellos meses que tienen una ‘r’ en su nombre.
- ¿Fresco o congelado? El marisco se puede encontrar en diferentes presentaciones: vivo y fresco, refrigerado o congelado, y podemos encontrarlo en crudo o ya cocido. En cualquier caso, el marisco siempre tiene que ser fresco, y para ello la primera pista nos la da su apariencia general. Un ejemplar, vivo o cocido, debe tener buen aspecto y sobre todo conservar el característico olor a mar que nos indica la frescura del producto.
- Mariscos vivos. Las especies más habituales que podemos encontrar vivas son aquellas que resisten mejor fuera del agua, como la langosta, el bogavante, los cangrejos o el buey de mar. Los moluscos como almejas y mejillones deben cerrarse herméticamente al entrar en contacto con ellas. Para asegurarnos de que son sanos y frescos podemos fijarnos en los ojos, que se mueven al tocarlos, y en la cola, que debe estar recogida. Desconfía de los ejemplares con la cola extendida.
- Los caparazones, perfectos. El estado del caparazón es un identificativo muy claro de la calidad del producto, especialmente en especies grandes como langostas o bogavantes. Comprueba que el animal conserva todas sus patas y las pinzas enteras, sin cortes o daños visibles. No te cortes en palpar el caparazón, tiene que ser duro, firme y consistente.
- Cuanto más peso, mejor. Lo mejor es guiarse por el peso, cogiendo el animal con las manos. Un bogavante o un centollo de buen tamaño tiene que ofrecer un peso considerable en relación con su volumen. Esa una señal de que es un buen ejemplar, lleno y con abundante carne jugosa en su interior.
- Hembras más sabrosas. En general se prefieren los animales hembras en las distintas especies de mariscos, ya que aunque no tienen por qué ser más grandes sí que ofrecen una carne más fina y rica en matices marinos, aunque otros prefieren los machos por tener un sabor más pronunciado.
- Envases adecuados. Hay que desconfiar de aquellos envases que no dejan ver su interior, pues conviene que podamos asegurarnos del estado del marisco que contienen. Los recipientes rotos, rasgados, abiertos o con los bordes desgastados es mejor desecharlos. También evitaremos aquellos que tengan señales de escarcha o hielo en su interior, y siempre es mejor llevar un envase de los niveles inferiores del congelador.
- Prestar atención al etiquetado. Tanto en marisco fresco como congelado, el consumidor tiene derecho a conocer la información básica sobre el producto. Datos importantes a considerar son el nombre exacto de la especie, la zona de captura y su fecha, si ya ha sido previamente congelado, etc. Y si tenemos alguna duda siempre podemos consultar al personal experto de pescadería.