La ley antitabaco 'pincha' en España con medidas ineficaces

Las acciones impulsadas hace tres lustros no se adecuan al contexto actual, lo que ha provocado un repunte del número de fumadores en España

Un cenicero lleno de tabaco, con un cigarro encendido y colillas apagadas / PIXABAY
Un cenicero lleno de tabaco, con un cigarro encendido y colillas apagadas / PIXABAY

Aunque hoy en día pueda parecer increíble, no hace tanto tiempo que fumar en la consulta del médico era una situación habitual y legal. La misma estampa podía darse en el transporte público e incluso en las aulas de cualquier colegio o universidad del país. Y, por aquel entonces, las cabinas de los aviones también podían llenarse de humo de tabaco. No fue hasta 1988 cuando se aprobó la primera Ley Antitabaco de España y se liberaron estos espacios de la humareda. Años después, la ley de 2005 fue el punto de inflexión del consumo de tabaco en el país, pues amplió las restricciones a otros lugares cerrados, prohibió la publicidad, limitó su venta e introdujo otras medidas de prevención y control. Y el último refuerzo de esta ley llegó en 2010, cuando se dio carpetazo a poder fumar en el ámbito de la hostelería. 

Pero, quince años después, la normativa hace aguas y no ha conseguido su cometido: reducir el consumo y el número de fumadores. Los expertos consultados por Consumidor Global coinciden en que las medidas están obsoletas y reclaman acciones más contundentes, como ampliar los espacios sin humos o aumentar el precio de las cajetillas. De hecho, según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC), entre 2017 y 2019 se produjo un ligero aumento de fumadores en nuestro país, del 21% al 23,3%, así como un pequeño retroceso del porcentaje de exfumadores, del 37 % al 33,7 %. Mientras, la cifra de personas que nunca han fumado, por suerte, se mantuvo estable en ese período. No obstante, las ventas de cigarrillos en 2020 han bajado el 8 % y se han situado en su mínimo histórico debido a la caída drástica del turismo y el cambio de hábitos por las restricciones sanitarias, según datos de la Mesa del Tabaco.  

Una ley obsoleta e ineficaz 

“La ley antitabaco fue un gran paso para la prevención en España, pero lleva diez años con medidas paralizadas y sin modernizar, por lo que hay que avanzar en acciones adaptadas a los nuevos tiempos”, explica a Consumidor Global Raquel Fernández, responsable de la Asociación nofumadores.org. Asimismo, para Fernando Fernández Bueno, portavoz de la Plataforma para la Reducción del Daño por Tabaquismo y cirujano oncológico del Hospital Gómez Ulla, “esta normativa tuvo un impacto muy positivo sobre los fumadores por las medidas de prevención y control, pero, hoy en día, se han quedado cojas y el consumo ha ascendido hasta situarse en niveles previos a la ley”.

Coincide también con esta visión crítica de la normativa Victoria Güeto, doctora y coordinadora del grupo de Abordaje del Tabaquismo de la SemFYC. Según ella, entre 2009 y 2017, el consumo de tabaco se redujo en torno al 5 % en España y, con ello, disminuyó la exposición de fumadores pasivos y de infartos o anginas de pecho. Sin embargo, “toca seguir avanzando porque la industria tabacalera sí lo hace, con nuevas formas de consumo, como los cigarrillos electrónicos”, añade Güeto. 

Añadir más limitaciones 

Las cifras oficiales también avalan la pérdida de eficacia de las medidas y el consiguiente repunte de fumadores. La Encuesta sobre Alcohol y otras Drogas en España (Edades) del año 2005 señalaba que el 32,8 % de la población entre 15 y 64 años eran fumadores habituales. Catorce años después, la encuesta de 2019 apunta a que la cifra se sitúa en el 32,3 %, es decir, muy similar. Además, se ha incrementado el número de personas que no se plantea dejar de fumar del 35 % en 2017 al 40,5 % en 2019.

Sin duda, la normativa cojea y es ineficaz. “Sería importante aumentar los espacios sin humo porque eso contribuye a desnormalizar el acto de fumar y que se vea menos. Con más limitaciones, más personas se animarán a dejarlo”, asegura Güeto. Mientras, Raquel Fernández recuerda la importancia de un empaquetado neutro, color caqui y con una tipografía idéntica entre marcas, “para acabar con el último reducto de publicidad en el propio producto”, así como equiparar las nuevas formas de consumo, como la cachimba o los cigarrillos electrónicos, con el tabaco legal, “pues no son inocuos y es la puerta de entrada al consumo para muchos jóvenes”.

Tocar más el bolsillo de los fumadores

Sin embargo, para la doctora Güeto, la medida estrella para reducir el número de fumadores es el aumento del precio. “La batalla contra el tabaco no se gana haciendo que la gente deje de fumar, pues es muy complicado, sino evitando que se incorporen nuevos consumidores, y el precio es la forma más eficaz”, explica. En Francia, según datos de la Dirección General de Aduanas e Impuestos Indirectos consultados por Consumidor Global, en 2000 el precio del paquete era de 3,20 euros, mientras que en 2017 subió a 7,05 euros y en 2020 a 9,5 euros. Y, por si eso fuera poco, en 2021 la cajetilla superará los 10 euros. En el resto de Europa, los precios son muy dispares. Reino Unido es uno de los más caros, con un precio medio por paquete de unas 11 libras, es decir, algo más de 12 euros. En Alemania, cuesta unos 7 euros, más del doble de su precio en el año 2002. Mientras, los italianos pagan unos 5 euros por cajetilla, aunque las marcas más costosas superan los 6 euros. 

En España, sin embargo, aunque el precio ha aumentado en los últimos años está lejos de llegar a los de países vecinos. “La subida ha sido tan lenta y residual que la industria la ha absorbido sin problemas”, critica Fernández. Por ejemplo, en 2005 el precio del paquete de Fortuna Rojo Duro era de 2,65 euros. En 2013, pasó a costar 4,25 euros y, en 2018, subió hasta los 4,60 euros. En la actualidad, por casi cualquier cajetilla de 20 cigarrillos se pagan unos 5 euros, la mitad que en el país galo.

La pandemia del tabaquismo: 160 muertes al día

El tabaco hace mella en la población española y de qué manera. De hecho, mueren cada año más de 60.000 personas a causa de enfermedades provocadas por el consumo de este producto, lo que equivale a más de 160 muertes cada día, según los datos más recientes del Ministerio de Sanidad. Además, se estima que unas 1.200 muertes son atribuibles a la exposición al humo de personas que no fuman, es decir, de los conocidos como fumadores pasivos.

“Arrastramos la pandemia del tabaquismo desde hace décadas y es lamentable que mueran tantas personas y no se tomen medidas más drásticas”, concluye Raquel Fernández, cuya asociación reclama una hoja de ruta para acabar con el tabaco en 2030. Un país libre de humo en ese año es también la petición principal de los médicos y científicos que integran la Plataforma para la reducción del daño por tabaquismo. “Es imprescindible dar un giro a las políticas contra el tabaco e introducir fórmulas innovadoras, como hacen Francia y Reino Unido, para reducir el daño causado por el tóxico hábito de fumar”, concluye el doctor Fernando Fernández Bueno.

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