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Así abusan los grandes festivales de música al impedir a los asistentes entrar comida
Grandes eventos de la talla del Sónar, el Starlite, el Arenal Sound o el BBK Live ya han sido denunciados por no dejar entrar alimentos de fuera del recinto
Las primeras notas de una música electrónica empiezan y acto seguido comienzan a saltar 12.000 personas que hacen retumbar el suelo del recinto del Sónar Festival que se celebra en junio en Barcelona. La energía, sin embargo, decae a medida que avanzan las agujas del reloj y el sol se esconde. “Tengo hambre”, le dice Paula Chacón a su amiga Celia García. “Yo paso, no tengo pasta y bastante me he gastado ya en la entrada”, le responde. Sin embargo, al final ambas piden una hamburguesa por 10 euros y una cerveza, por 5 euros más. Pero, lo que las dos estudiantes de 19 años no saben es que se puede llevar comida de casa a los festivales de música, mientras los organizadores se aprovechan y abusan de este desconocimiento.
“Aparte del dinero de la entrada, que ya es cara, tenemos que comprar comida y bebida también a unos precios disparados. Al final te gastas muchísimo”, se queja García a este medio. Lo cierto es que la mayoría de estos espectáculos de música suelen requisar todo tipo de alimentos o bebidas en la entrada con la excusa de que se trata de una medida de seguridad. “No dejo entrar comida por órdenes de mis superiores, que quieren que se consuma dentro. Nos conviene no dejar pasar nada de comida”, comenta a Consumidor Global, de forma anónima, uno de los porteros que vigila la entrada de uno de los festivales que se celebra en la capital catalana. Sin embargo, no dice lo mismo la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios, concretamente el artículo 82.1. “No tengo ni idea”, reconoce este trabajador al respecto.
Sí, puedes llevar tu comida y bebida a un festival de música
La normativa española indica que prohibir entrar a uno de estos recintos con comida y bebida de fuera es una “cláusula abusiva”, ya que se consideran abusivos todos aquellos puntos que causen "un desequilibrio importante de los derechos y obligaciones de las partes que se deriven del contrato". Asimismo, la Comisión de Cooperación de Consumo estableció en el 2000 que "las cláusulas en las que se impone al consumidor limitaciones en orden a la adquisición de los productos, sin fundarse en circunstancias objetivas, deben ser consideradas abusivas".
"El consumidor podrá denunciar a la empresa organizadora del festival en caso de que se le prohíba entrar con su propia comida. De hecho, existen ya procedimientos de reclamación iniciados en ese sentido”, destaca la abogada de UB Consultores, Rocío Colás. No obstante, las organizaciones de consumidores critican la pasividad de las administraciones de consumo ante la imposición de este tipo de medidas, que se repiten año tras año sin que se impongan multas a las promotoras de los festivales que sean lo suficientemente contundentes como para tener un efecto disuasorio, o sin que sean sancionadas directamente.
Casos aislados
Por otro lado, Colás señala a este medio que "no te pueden prohibir entrar en el festival con comida, siempre y cuando no se genere un gran desequilibrio y se incluyan ciertas excepciones, como en el caso de alimentos infantiles, alergias, agua, posibilidad de salir a comer fuera y volver a entrar al recinto. De esta manera, cabría la opción de prohibir o no. Habría que estudiar el caso concreto".
La abogada destaca también que “como tal, no existe ninguna norma que expresamente reconozca el derecho de un usuario a acceder con sus propios productos a un espectáculo o concierto. Pero que cabe interpretar la legislación vigente para determinar si estas prácticas son legítimas o no”. Asimismo, reflexiona sobre “el hecho de que permitir el acceso libre con comida y bebida a los festivales también podría dar lugar a problemas en caso de intoxicaciones alimenticias, por lo que en ocasiones puede ser razonable dicha prohibición, siempre y cuando no se impongan precios desproporcionados”, que es, por lo general, lo que critican los consumidores.
Los precios abusivos de algunos eventos
La realidad es que los precios dentro de un festival se inflan. De hecho, en algunos como el Starlite, que se celebra en Marbella desde el 3 de junio al 3 de septiembre, el menú puede costar incluso más que la propia entrada del concierto. “Pago para escuchar música, pero no para dejarme medio riñón en comer”, se queja al respecto H.P.G, asistente habitual a este tipo de eventos. El festival del municipio malagueño ofrece en su restaurante un menú de hasta 100 euros por cabeza. Si se compara, por ejemplo, con el precio de las entradas de sus conciertos, que oscila entre los 26 a 91 euros, supera ambas cifras.
Por otro lado, la organización ofrece también en sus espacios gastronómicos hamburguesas y perritos calientes por entre 8 y 10 euros. No obstante, tampoco son precios tan asequibles. “Me parece caro después de dejarte un pastizal en la entrada”, insiste H.P.G. De hecho, los precios desorbitados de este festival y su negativa a dejar entrar comida de fuera ya acabaron en 2019 en una denuncia. “Seguimos sin permitir dejar pasar comida dentro”, reconoce, sin embargo, desde la organización este año. “La comida es cara, pero no tienes la obligación de pedirla”, añaden las mismas fuentes.
Denuncias a varios organizadores
El festival de Marbella no ha sido el único criticado y en la diana por realizar esta práctica. Las promotoras de 42 festivales de música celebrados en España entre mayo y agosto del 2019 fueron también denunciadas por impedir el acceso a los asistentes de comida y bebida adquiridas en el exterior. El Sónar, el Barcelona Beach Festival, el Arenal Sound, el BBK Live o el Reggateon Beach Festival son otros nombres en la lista negra.
Todos ellos siguen sin dejar pasar alimentos después de una pandemia. ¿Será que con las ganas que hay de volver a disfrutar no quieren o no pueden permitirse ingresar menos con estos servicios extra? Sea como fuere, según la ley española, los consumidores pueden hacer uso de su derecho a alimentarse de sus propios víveres, ya que la principal función de un festival de música no es la de proporcionar servicios de hostelería, sino la de organizar y ofrecer conciertos que hagan vibrar a la gente de nuevo.
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