Granada Sound, Festival Internacional de Benicàssim, Zevra, Mad Cool o Reggaeton Beach Festival. Muchos de estos eventos te sonarán de este verano por sus ambiciosos y llamativos carteles. Todos ellos comparten el cashless como método de pago, una forma “segura y cómoda” de consumir dentro del festival. Al menos, así lo cuentan ellos.
Lo que se esconde detrás de ese pequeño chip unido a la pulsera de acceso no es más que otra estratagema que emplea la industria de los macrofestivales para hacer caja de forma poco ética. Además, vulnerando en muchos casos la ley con cláusulas abusivas con las que exprimir al máximo el bolsillo del asistente a este tipo de eventos.
Un único método de pago
Estos chips se pueden recargar de forma telemática o en las casetas habilitadas para ello en el interior de los recintos. Se trata del único método de pago autorizado para consumir dentro, sin posibilidad de pagar en efectivo. “No es legal que un festival no acepte el método de pago en efectivo, aquí se estaría vulnerando un derecho del consumidor”, expone a Consumidor Global la abogada Rosana Pérez Gurrea, vocal de la Subcomisión de Derechos de los Consumidores del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE).
Además, la otra gran polémica es qué ocurre con el dinero que sobra de la pulsera al finalizar el festival. En efecto, el evento propone un plazo determinado para solicitar la devolución del saldo restante, aunque aquí entran las trampas de muchos eventos. Granada Sound, por ejemplo, especifica en su web que se podrá solicitar la devolución en un plazo de siete días, siempre y “cuando el importe sea superior a 3 euros”.
Las prácticas abusivas de Granada Sound
Es decir, que todos aquellos saldos inferiores a esta cifra van directos a la caja del festival. Y, aunque parezca una cantidad pequeña, si miles de asistentes tienen 2,50 euros en su pulsera, el ingreso directo puede ser bastante importante. Pero, el juego no acaba ahí. “Se descontarán 3 euros de gastos de gestión por la prestación del servicio de devolución”, se puede leer en los términos y condiciones del evento.
Según la abogada Pérez Gurrea, se trata de dos prácticas injustificadas y abusivas. “No se puede condicionar la devolución ni exigir unos gastos de gestión tan altos, el saldo sobrante se debe poder solicitar tal cuál como se quedó en la pulsera. Son dos prácticas totalmente abusivas”, sentencia Pérez Gurrea.
Vigilar el comportamiento económico del consumidor
Otra prueba de que ese importe no está justificado es que hay otros eventos que no están cobrando nada por hacer la devolución de un dinero que no se ha gastado el consumidor. Por último, los festivales acostumbran a lanzar promociones del tipo “recarga 50 euros y te regalamos 10”. Evidentemente, este importe “no es reembolsable”, por lo que siempre es lo último en gastarse de la pulsera. En resumen, si a una persona que adquirió esa promoción le sobran 13 euros en su pulsera al finalizar el evento, el importe de devolución que recibirá si hace la solicitud será de 0 euros.
Jordi Oliva es músico y gestor cultural, autor de la tesis doctoral Cultural Impact Evaluation Through Attendee’s emotions in the Contex of Music Festivals (Percepción del impacto cultural a partir de emociones de los asistentes el contexto de festivales musicales). “Los festivales utilizan este sistema para recopilar todo tipo de datos de la gente y entender el comportamiento económico del público: cuánto gastan y en qué. Eso es una información muy valiosa para los promotores”, explica Oliva a Consumidor Global.
La cerveza: clave para los números del festival
Y es que, para muchos festivales, el consumo en barras puede superar el 50 % de los ingresos totales del evento, por encima de la taquilla. Una forma fácil de intuir si un festival gana más por la cerveza que por las entradas es calcular si como asistente alguien se ha dejado más dinero en la barra que en el abono. Para Jordi Oliva, el del cashless no es más que otro “timo” que contribuye a alimentar “la parte negativa” de los festivales. “Son un gran supermercado en los que no se valora tanto lo artístico, sino el consumo. Es una aberración”, critica el profesor de la UOC.
En su opinión, todas estas estrategias responden a una búsqueda de alternativas de los promotores para poder rentabilizar sus ambiciosos eventos. “Ellos quieren tener un gran cartel, invierten grandes sumas de dinero y por eso buscan estas alternativas para financiarse”, concluye. Consumidor Global ha preguntado a Granada Sound y a su empresa promotora (The Music Republic) por la aplicación de estas prácticas abusivas, pero no se ha obtenido respuesta al término del reportaje.