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Los riesgos que ocultan las vías ferratas
Este tipo de escalada está de moda, pero no todos los públicos son aptos para realizar estos planes de aventura
Hace unos meses Rosalía subió un vídeo a TikTok en el que aparecía colgada de un arnés sobre el mar Mediterráneo. Se encontraba en la vía ferrata de Sant Feliu de Guíxols (Girona), “la más visitada de España”, asegura Albert Gironés, monitor de escalada en Aventura Experience e hijo del hombre que en 2001 decidió montar este recorrido. La vista lo merece y el recorrido también. Clavado en los acantilados, el usuario recorre cuatro calas: Blanch, Molí, Es Fijorn y cala Alga. En total, 400 metros de longitud y 20 metros de desnivel. Sobre el papel puede parecer peccata minuta, pero para aquel que no esté familiarizado con la escalada, el barranquismo o la espeleología, este breve recorrido se puede convertir en una auténtica pesadilla.
“En todos los grupos siempre está el motivado, el deportista y el que ha venido engañado por sus amigos”, corrobora Fran Somoza, docente de la Escuela Cántabra de Espeleología y uno de los técnicos deportivos de la empresa Guías de las Merindades en Burgos. Ahora, con el boom de la escalada y los deportes extremos, este tipo de planes se han convertido en una actividad recurrente para realizar el fin de semana. Pero, ¿está capacitado todo el mundo para colgarse de una roca?
Una moda no apta para todos los públicos
Las vías ferratas se dividen en distintos grados de dificultad. En total hay seis tipos: K1, K2, K3, K4, K5 y K6. No obstante, “en España casi no hay de primer o segundo nivel”, apunta Somoza. Por ejemplo, la de Sant Feliu, la más concurrida de todas, es de K4. “La primera vez siempre es mejor realizarla con un monitor, mucha gente viene con el típico amigo que sabe de escalada y, en realidad, no tiene tanta experiencia como para asesorar al más principiante”, comenta Gironés, probablemente una de las personas que conoce más esa vía.
“Han venido grupos y les he dicho que no estaban capacitados para realizarla”, se sincera Somoza, quien dirige muchas vías ferratas en la zona de Cantabria. A juicio de este espeleólogo, el boom de los deportes de montaña arrancó con el fin del confinamiento. “La gente tenía unas ganas tremendas de salir de su casa, si tenían que hacer una vía ferrata, pues vía ferrata, aunque no tuvieran ni puñetera idea”, apunta Jorge Martínez, de la empresa Vías Ferratas el Sobrón, en Ávila. Un año después, este sentimiento aventurero sigue vivo, y como corrobora Somoza, “hay mucho temerario, pero afortunadamente no hay tantos accidentes como incautos escalando”.
Vías colapsadas
El alud de visitantes inexpertos contribuye a un mayor colapso de las vías. “Íbamos con unos amigos a realizar la vía ferrata de Sant Feliu y al tener dos grupos delante en vez de tardar 40 minutos, tardamos dos horas”, lamenta Pablo Macià, fotógrafo y aficionado a la escalada. Las esperas, aparte de ralentizar el recorrido, también contribuyen al cansancio de los usuarios. “No es lo mismo ir moviéndote que quedarte amarrado en una roca, esperando que los de delante avancen. Es desesperante”, añade el mismo.
“Mucha gente entra en pánico. Tampoco vas a caer al vacío, ya que el cable te retiene, para bien y para mal, porque cuando te quedas colgado también te das contra algunas rocas”, explica Samoza. Para formar a estos nuevos escaladores, algunos centros ahora ofrecen cursos de iniciación a las vías ferratas. “Acuden todo tipo de perfiles, pero abunda sobre todo el del novio que quiere realizar alguna con su chica y la quiere impresionar”, comentan desde Vías Ferratas Sobrón.
Un tirón para la España vaciada
Esta tendencia ha supuesto una oportunidad para muchos pueblos de la España vaciada. Ramales de la Victoria, una localidad cántabra de apenas 2.000 habitantes, tiene 4 vías ferratas y están a punto de inaugurar la quinta. Probablemente, este sea el pueblo de España con más senderos para escalar por habitante. “Todos los fines de semana está petado, hay ambiente, los hoteles llenos y los restaurantes también”, corrobora Somoza.
Asimismo, España es el país del mundo con más Reservas de la Biosfera. Tiene las condiciones idóneas para impulsar este tipo de turismo, que puede ser tanto nacional como internacional. Construir una vía ferrata asciende a entre 30.000 y 40.000 euros, según los expertos. “Muchos pueblos pequeños deciden instalar una vía ferrata con los fondos europeos y así atraer a este tipo de cliente, que también está muy relacionado con el turismo de autocaravanas”, concluye Somoza
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