Declararle la guerra al coche de gasolina o diésel está muy bien. Siempre y cuando, claro, ofrezcas una alternativa razonable para el desplazamiento de las personas. Y eso no es lo que está ocurriendo en España con los vehículos eléctricos.
Por una parte, nos encontramos con el obstáculo de los precios. Aunque están bajando, los coches eléctricos siguen siendo un lujo que no están al alcance de amplias capas de la población, que sí pueden comprarse un vehículo de combustión nuevo o usado por muy poco dinero.
Y eso por no hablar de lo engorroso que supone para un particular la gestión de las ayudas públicas disponibles.
Pero más allá de los precios, está el desastroso despliegue de los puntos de recarga de electricidad en España. El Gobierno había previsto alcanzar 100.000 instalaciones en 2023 y, a punto de acabar 2022, solo hay unos 15.000.
En Consumidor Global hemos explicado las peripecias de algunos conductores para recargar sus coches eléctricos. Colas de tres y cuatro horas para acceder a un punto que muchas veces es de carga lenta, lo que supone otras tantas horas de espera.
Somos uno de los países europeos con menos puntos de recarga por kilómetro. Y los instaladores y empresas que podrían albergarlos se quejan de falta de ayudas y de trabas burocráticas insólitas.
Es un fracaso sin paliativos que hace imposible que la gente se decida a comprar un coche eléctrico.