Cuando contratamos un seguro con una gran compañía, lo hacemos con la esperanza de no tener que usarlo, pero –sobre todo– con la tranquilidad de saber que, en caso de necesitarlo, las garantías estipuladas estarán cubiertas. Pero no siempre es así.
De hecho, cada vez es más frecuente que las aseguradoras traten de racanear a sus clientes en el momento de hacer uso de la póliza contratada. Y, en ocasiones, se llega a extremos insólitos. Es el caso de un asegurado de Mutua Madrileña.
El afectado contrató un seguro de robo para su moto con esta empresa. Y, a los pocos meses, se la sustrajeron. Tras denunciarlo, la compañía inició los trámites para pagarle la indemnización pactada. Algo menos de los casi 4.000 euros que le costó el vehículo.
Sin embargo, poco antes de finalizar ese procedimiento, apareció la moto en un barranco. Bueno, solo una pequeña parte de ella. En concreto, un fragmento del chasis, “un trozo de hierro pelado, sin cables ni nada”, aunque suficiente para identificarla.
Inmediatamente, Mutua Madrileña le comunicó al damnificado que ya no le pagaría ninguna indemnización. La excusa: que la póliza solo cubría en caso de “robo total”, y que, como había aparecido parte de la moto, el robo ya no era total. De nada le sirvió al afectado reclamar. La compañía se cerró en banda y él se quedó sin moto y sin dinero.
Este cliente ha llevado a Mutua Madrileña a los tribunales y está pendiente de que se celebre el juicio, pero no todos los consumidores se atreven a hacerlo (o tienen capacidad para ello) ante situaciones similares. Y, desgraciadamente, de eso se aprovechan algunas aseguradoras.