Pilar Andújar es docente y se define como greenfluencer. En su perfil de Instagram tiene más de 18.000 seguidores a los que aconseja, con sus publicaciones divulgativas, en materia sostenibilidad, especialmente para el mundo de la moda.
Esta experta cuenta a Consumidor Global que, de las tres erres que forman la tríada de la sostenibilidad, la más difícil y la primordial es reducir. Por eso, vestirse mejor es vestirse con las prendas de un armario menos frondoso. De hecho, una de las sentencias categóricas que apunta en su Instagram es que “la prenda más sostenible es aquella que ya tienes”.
–¿Qué significa ser ‘greenfluencer’?
–Es un término que hoy en día cada vez suena más, y designa a una persona que trata, en sus redes sociales, el tema de la sostenibilidad, el consumo responsable y en general una vida mucho más consciente desde diferentes ámbitos. Yo tenía la idea de proyectar lo que vivía en mi día a día para poder inspirar a otras personas que pudieran interesarse por esto y cambiar su modo de actuar. Solo el hecho de que haya cada vez más personas interesadas en la sostenibilidad ya es un hecho positivo.
–¿Cómo ve usted los avances de la industria de la moda en materia de sostenibilidad?
–La cuestión es que la moda es una de las industrias más contaminantes, es un hecho que está demostrado. Y la moda abarca muchas cosas, lo que hace difícil que haya una transparencia total en cuanto a trazabilidad. Por ejemplo, cuando leemos que una marca hace ropa made in Spain, puede que esa prenda efectivamente esté hecha en España, pero, ¿y los hilos que la componen? ¿Y sus botones? ¿De dónde vienen, quién los ha fabricado? Es difícil seguir el rastro de estos elementos para saber su origen porque una prenda tiene muchos componentes. Sí es cierto que cada vez hay más marcas pequeñas que apuestan por la sostenibilidad, por ejemplo con el upcycling, que consiste en darle una segunda vida a una prenda o a un material; pero la moda implica muchos elementos y contrastes y no hay nada sostenible realmente.
–Entre las marcas españolas de moda que sí intentan ser sostenibles, ¿cuáles recomendaría?
–Yo tengo bastantes en las que me apoyo, que sigo y que miro de vez en cuando para ver qué han sacado. Aunque, cuando las recomiendas, tienes el riesgo de que quizá a los dos meses ya no existan, porque sus márgenes de beneficio son mucho menores que los de empresas grandes, porque los costes son más elevados al hacer prendas sostenibles. Una de esas marcas era (y digo era porque ya no está) Anüla, de dos chicas cordobesas que tenían textiles y fibras muy buenas. Otra muy interesante es Clotsy, creada por dos ingenieros que querían darle un nuevo giro a su vida y aportar desde la sostenibilidad. Tienen una tienda física en Valencia. Rocamood, que es también de una diseñadora española; o Capitán Denim, que fabrica prendas vaqueras sostenibles en un pueblo en Albacete. Y es importante porque las vaqueras son de las prendas más contaminantes por la huella hídrica que generan: se emplean toneladas de agua. En concreto, para cada par de vaqueros se necesitan entre 2.100 y 3.000 litros. Otra marca es Alice, que fabrica camisas para un armario cápsula.
–¿Y para calzado? Deportivas, por ejemplo. Pienso en Veja, que está muy de moda, aunque no es española; o en Arze y Saye, que sí lo son.
–Hay bastantes. También está Laüd, que son unos fabricantes de Elche que hacen zapatillas a partir de cápsulas de café usadas, o Dolly; que fabrica con materiales reciclados, como el plástico de las botellas.
–Cuando hablamos de moda sostenible, a veces hablamos de privilegio: uno de los mayores obstáculos es el precio. ¿Cómo se remedia eso?
–Es cierto que la problemática del bolsillo está ahí y siempre aparece. Es muy difícil hablar de esto sin crear debate. El precio es mayor en las prendas sostenibles, está claro, simplemente porque son prendas que se han fabricado con X valores: el trabajador ha tenido mejores condiciones, se supone que ha cobrado el salario mínimo, el textil es de mayor calidad… El margen de beneficio baja para los fabricantes y el presupuesto sube. Si un consumidor quiere cambiarse a la sostenibilidad, pero estos precios son inaccesibles para él o para ella, puede apostar por la segunda mano o por el alquiler de prendas. En general, tiene más que ver con un cambio de mentalidad, el consumo de moda tiene que cambiar.
–¿En qué sentido?
–A veces parece que la culpa se revierte al consumidor, y deberían ser los de arriba los que solucionasen el problema. De todos modos, en vez de cuatro pantalones, puedes comprarte uno que sea sostenible de verdad y en el que estás invirtiendo. También hay que saber que a lo mejor en tu armario debes tener 20 prendas o 30 prendas, no más. Ponerte un límite y no traspasarlo. Que sean de calidad y, cuando se estropeen, adquieres otras.
–Además de la segunda mano, ¿qué otros trucos hay para lograr un armario sostenible?
–El intercambio de prendas, con amigas o familiares… O también darles una segunda vida. Y también, en vez de seguir a tantas cuentas en redes sociales que invitan a comprar de forma rápida, ir reduciendo a quién sigues y buscar otras cuentas que muevan a pensar críticamente y a hacer compras más sostenibles, menos impulsivas. Si borramos esa app que nos avisa de que hay descuentos en esa tienda y corremos a verlos, podemos reflexionar más. Yo siempre digo que, en cuanto a sostenibilidad, la gente no lo hace mal porque quiera, sino porque no han tenido un referente o no ha conocido otra manera de consumir.
–La Unión Europea quiere combatir el greenwashing. ¿Cree que las marcas cuelan muchos goles al consumidor en este sentido?
–Sí, cuelan muchos, sobre todo las grandes compañías. Hace poco hubo algo con H&M y con Mango. Yo siento que, a veces, por desgracia se mira mucho más con lupa al pequeño que al grande. Además, es algo que solo ves si te preocupa este tema. Si no investigas, caes fácilmente.
–Además de la moda, ¿cómo consume de forma sostenible en su día a día?
–Evitando los envases de un solo uso, por ejemplo. Me llevo a la compra mis propios envases, hago la compra a granel, apago todas las luces cuando no estoy en un sitio, evito poner con demasiada frecuencia la lavadora y lleno mucho el lavavajillas… Con pequeños gestos para hacer un buen uso de los recursos se puede avanzar mucho.