El modelo farmacéutico a debate: "Las estanterías están llenas de productos que no sirven para nada"

A Felipe de la Fuente le despidieron de la farmacia en la que trabajaba por negarse a vender un antibiótico sin receta. En otra ocasión, una jefa le recriminó haber mandado al médico a una paciente con infección de orina sin haberle vendido antes unos arándanos rojos porque “nadie se puede ir de la farmacia sin nada”.

Este farmacéutico y su hermano, Raúl de la Fuente, nutricionista, desgranan en el libro De venta en farmacias: una denuncia del negocio de la salud desde dentro (Sinequanon, 2023) las claves del modelo farmacéutico español. Un sistema en el que prima, de manera “legítima, pero nada ética” el interés empresarial frente a la ciencia y a la salud con la venta de medicamentos sin evidencia, tales como los suplementos nutricionales o vitamínicos.

--¿Cuándo y cómo surge la idea de escribir este libro?

--Todo empezó con un blog que creamos para denunciar ciertos productos que se vendían en las farmacias sin evidencia clara. Decidimos trasladar ese contenido a un libro en el que el hilo conductor serían esos suplementos que se venden en las boticas y no tienen eficacia demostrada, pero queríamos ir más allá, así que nos preguntamos cuál es la razón para que estos productos se vendan en una farmacia. Al final, se trata de un modelo farmacéutico en el que el hecho de que sea privado genera un interés económico para vender ciertos productos y servicios que no cumplen con lo que dicen hacer.

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--¿De qué forma se complementan sus dos profesiones, farmacia y nutrición, en la elaboración de este libro denuncia?

--Muchos de los suplementos nutricionales e incluso dietas se han elaborado en oficinas de farmacias y casi nunca tienen utilidad porque no se hacen de forma correcta. En las boticas hay una barbaridad de productos que son directamente aplicados a la nutrición o a perder esos kilos de más, así como la supuesta falta de vitaminas. No era difícil unir estas dos ramas, ya que están muy presentes en el modelo farmacéutico.

--Una de sus grandes críticas son las dietas que se pautan en farmacias. ¿Quién debe hacerlo y qué hay que tener en cuenta?

--Hace seis años hubo un boom de empresas que acordaban con las oficinas de farmacia dar un servicio más de dietética con el objetivo de vender más suplementos nutricionales. Elaborar una dieta correcta es algo complejo y es muy raro que se pueda dar el mismo día que conoces a esa persona. Los únicos que pueden pautar una dieta son el técnico superior en Dietética, formado en un ciclo formativo, y el dietista-nutricionista, un titulado universitario, pero el hecho de que sea un graduado o titulado el que está detrás del mostrador no exime de que pueda tener alguna mala praxis motivada por este modelo mercantilista.

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--¿Cuáles son esos productos sin evidencia que más se venden?

--La homeopatía es la reina, que además está catalogada como medicamento, pero no lleva nada, es agua con un poco de azúcar. Hay muchos más, las estanterías están llenas de productos que no sirven para nada. Por ejemplo, el típico colágeno para las articulaciones, la cúrcuma como antiinflamatorio, vitaminas para la fertilidad masculina o para evitar la caída del pelo. Todo eso, a nivel nutricional, no deja de ser poco más que una ensalada de pollo, arándanos y aceite de oliva.

--¿Por qué esa tendencia a comprar suplementos vitamínicos?

--En España y en casi cualquier país occidental tenemos acceso a alimentos seguros y nutritivos. En general, el déficit de vitaminas es muy extraño, lo que ocurre es que muchas de estas vitaminas se asocian a la movilidad, a la energía, que es una palabra clave en el márketing de las vitaminas. Juegan con el causa y efecto y el típico ejemplo de estar fatigado por una supuesta falta de vitaminas, pero no tiene por qué, ya que puede deberse a muchos otros motivos. Te dicen que te faltan vitaminas y te venden suplementos por 30 euros que, aunque no generen toxicidad, tampoco tienen un efecto positivo. Además, están reguladas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, de modo que juegan con una especie de trampa legal.

--¿Cuál es la razón por la que se venden productos sin evidencia científica en farmacias?

--Los organismos europeos permiten este tipo de anuncios en salud y la farmacia no deja de ser una empresa privada con la coletilla de interés público, pero si puedo vender algo lo voy a hacer y así gano dinero con ello. Es legal, pero para nosotros no es nada ético que desde un establecimiento sanitario se vendan productos que no han demostrado eficacia, además con esa aura de credibilidad que da una bata blanca con chapita.

--¿Qué otros casos de malas prácticas se dan en las farmacias?

--En el último capítulo del libro hablamos con ironía de los “casos aislados” que muchos empresarios niegan. Nos pusimos a hacer un llamamiento en redes sociales a compañeros farmacéuticos para que nos contaran sus experiencias. A mí mismo me ocurrió, me negué a vender antibióticos sin receta, algo que es ilegal y me despidieron. Luego hay otros casos más relacionados con el modelo de empresa privada como competiciones entre empleadas para aumentar el ticket medio y sacar más dinero a los pacientes.

--¿Es un problema del modelo farmacéutico español?

--Es algo común en el modelo de empresa privada y de venta. Parece que en otros países hay más restricción a la hora de dar medicamentos sin receta y en España está empezando a ser menos permisivo, aunque queda mucho por hacer. En cuanto al modelo de venta y afán por hacer caja, las farmacias de países como Francia o Reino Unido son auténticos supermercados.

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--¿Hay algún país que tenga el modelo referente a seguir?

--Sí, en España ya lo tenemos. Las farmacias de los hospitales son públicas y tienen a un equipo de profesionales que proporcionan la medicación cuando los pacientes están ingresados, sin ningún tipo de interés económico por el que te vendan colágeno sin necesidad. No hace falta irse a Cuba como nos han mandado a nosotros después de publicar el libro.

--¿Cómo debería ser ese modelo público y qué ventajas tendría?

--Básicamente traspasar lo que tenemos ahora a gestión pública, con el mismo número de farmacias, unas 22.000. Hemos hecho los cálculos y hemos demostrado que sería posible y viable, incluso con ahorros de entre 500 y 1.200 millones de euros anuales. Está claro que conlleva una inversión para tener los locales habilitados, pero se podría empezar en los mismos centros de atención primaria, donde al salir de la consulta puedas pasar por otra sala y un farmacéutico te venda la medicación que necesites sin que haya venta cruzada ni una oferta de productos innecesaria como si se tratara de un supermercado.