En los últimos días hemos conocido que grandes empresas como Lidl y Pastas Gallo tienen importantes déficits en relación con el bienestar de los animales que sacrifican o que utilizan para elaborar sus productos.
En el caso de Lidl, se han filtrado imágenes de cómo en una macrogranja de uno de sus proveedores en Alemania se maltrata a los pollos. Mientras que Pastas Gallo es una de las pocas grandes compañías de su sector que aún no se han comprometido públicamente a dejar de utilizar huevos de gallinas enjauladas para fabricar diversos ingredientes.
Los tiempos han cambiado. Y el consumidor actual cada vez valora más que las empresas respeten el bienestar de los animales que se sacrifican para el consumo humano, o que se crían para obtener huevos, leche u otros derivados.
Esta no es una cuestión que deba apropiarse un partido político o un grupo ideológico. Es una problemática que preocupa a personas de todas las tendencias, de forma transversal.
Tampoco hablamos de tratar a los animales como a humanos. No lo son. Sino de eliminar o minimizar su sufrimiento como seres vivos. Aunque eso suponga que un chuletón de ternera o un McPollo nos cuesten un poquito más caros.
Y, por suerte (y por el trabajo de muchos grupos animalistas), la situación ha mejorado notablemente en las últimas décadas. Aunque empresas como Lidl y Pastas Gallo todavía tengan que ponerse las pilas.