Las cifras son demoledoras: uno de cada diez adultos en el mundo padece diabetes mellitus, siendo que, de cada 100 diagnósticos de diabetes, 95 lo son de diabetes tipo 2, una variante en para la que los --malos-- hábitos de vida desempeñan un papel fundamental. Así, según la International Diabetes Federation (IDF) se estima que, actualmente, hay 537 millones de adultos en el mundo que la padecen y que, al mismo tiempo, uno de cada diez está aún sin diagnosticar. Desde mediados de siglo XX estas cifras no han parado de aumentar, hasta el punto de que se estima que para 2030 habrá un total de 630 millones de diagnósticos. Y para 2045, las estimaciones arrojan la cifra de 783 millones de afectados.
Bajo la perspectiva de conocer que en 1980 los casos estaban cuantificados en 108 millones, solo cabe una lectura: se trata de una epidemia y está descontrolada.
Las consecuencias son dramáticas
La diabetes es, por tanto, una de las mayores emergencias sanitarias mundiales del siglo XXI. Tanto es así que figura entre las 10 principales causas de muerte en el panorama mundial, y se estima que cada cinco segundos fallece una persona a causa de la diabetes (una media de 41 muertes debidas a la diabetes en el tiempo que se lee este artículo). Además, junto a las otras tres principales enfermedades no transmisibles (ENT) que son causa de fallecimiento --enfermedades cardiovasculares, cáncer y enfermedades respiratorias- contribuye para alcanzar el 80% del total de todas las muertes prematuras y que se asocian al conjunto de las ENT.
Pocas ENT, por no decir ninguna, han crecido tanto en tan poco lapso de tiempo. En términos de mortalidad atribuible, se ha estimado que, en 2016, 1,6 millones de muertes fueron causadas directamente por la diabetes y, según datos de 2012 aportados por la Organización Mundial de la Salud, otros 2,2 millones de muertes anuales se deben a los niveles altos de glucosa en sangre. Creo preciso poner en valor estas cifras, y recordar que, a una de las bestias negras de nuestro tiempo con un especial impacto en el acervo popular --el cáncer-- se le atribuyó en 2020 y según la misma fuente 10 millones de fallecimientos. Es decir, tristemente --y si se me permite la analogía-- estamos hablando de jugadores de una misma liga.
Diabetes tipo 2 y estilos de vida
En contraposición a la diabetes de tipo 1, la de tipo 2 cuenta con unos desencadenantes notablemente relacionados con los estilos de vida. Tal es así que existen pruebas de alta calidad procedentes de ensayos controlados y aleatorizados sobre prevención primaria, que respaldan la eficacia de las intervenciones sobre el estilo de vida como una eficaz manera de prevenir el avance de la prediabetes hacia la diabetes tipo 2.
La diabetes no hace ruido
Sin embargo, parece que la población general vive de espaldas de estos datos. A pesar de los números, la diabetes tipo 2 no aparenta ser una preocupación entre la población, su riesgo no se vive con un mayor temor como sí se vive el de otras ENT. Se trata, por tanto, de una epidemia silenciosa o sorda. Creo que sería un buen momento de emprender las acciones necesarias para abrir los ojos de los ciudadanos y mostrarle que, más allá del riesgo de fallecimiento --suficientemente importante per se-- la diabetes en general y la de tipo 2 más en particular, supone la principal causa de ceguera, insuficiencia renal, ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y amputación de las extremidades inferiores en nuestro entorno.
Al margen del tema del cáncer --sobre el que sí hay una particular sensibilización-- la población general vive aterrada por la obesidad. El asunto no sería malo del todo si dicha preocupación estuviera bien enfocada, me refiero a las implicaciones de esta en la diabetes de tipo 2. Pero, más al contrario, pareciera que la obesidad preocupa principalmente por motivos estéticos en su mayor parte. Son escasas las conversaciones en las que, dentro de la preocupación por el exceso de peso, el riesgo de diabetes sea un argumento. Pareciera que este riesgo es un aspecto menor, lejano si cabe, cuando más al contrario está bien contrastado que, aunque las causas de la diabetes tipo 2 no se entienden plenamente, sí sabemos que existe un fuerte vínculo de esta enfermedad con la obesidad. Entre los factores de riesgo que son modificables y que desempeñan un papel importante en el debut de la diabetes tipo 2 figuran: un exceso de adiposidad (obesidad), una dieta inadecuada, la falta de actividad física y el tabaquismo. Sin embargo, creo que no existe una mayor conciencia colectiva de estas circunstancias. Y yo me pregunto por qué: las medidas de prevención primaria son tan claras, las consecuencias de no seguirlas tan graves y el desconocimiento general tan amplio, que no se entiende la aparente despreocupación por parte de la población.
En resumen
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La diabetes tipo 2 representa una epidemia emergente con un crecimiento incesante desde hace más de 70 años.
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Sus consecuencias en términos de morbi-mortalidad son suficientemente graves como para que la población general cambie su actual percepción al respecto de esta enfermedad que, hoy por hoy, muestra tener una percepción errónea, inconsciente y/o condescendiente.
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Es responsabilidad de las autoridades sanitarias, del personal sanitario debidamente actualizado y de los medios hacer cambiar esta perspectiva entre la población general.
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Un dato importante para usarlo a modo de palanca sería el de saber que, según la International Diabetes Federation, se podrían evitar el del 50 al 60% de los diagnósticos de diabetes tipo 2 con la adopción de un estilo de vida saludable.