En los pasados años 80, en España, nadie nos advertía de los riesgos de vivir deshidratados. La explicación es sencilla, ese peligro no existía. En aquel entonces, tampoco existía una oferta tan disparatada de agua envasada. La presencia de aguas embotelladas en los supermercados era prácticamente anecdótica, la mayor parte de esta, las aguas minerales, se vendían principalmente en farmacias y para usos muy especiales.
El escenario de hoy es completamente distinto. En la población ha arraigado un mensaje falso, retorcido e interesado de que tenemos que beber dos litros de agua al día (o su equivalente en los consabidos ocho vasos) advertidos de que, de no hacerlo, corremos el riesgo de deshidratarnos y sufrir diversos males asociados a esta situación.
A su vez, y desde los años 90, la oferta de aguas envasadas se ha disparado de forma prodigiosa en aquellos supermercados, pero también en restaurantes, gasolineras, centros de trabajo, etcétera. De nuevo, nos han creado una necesidad inexistente y, otra vez de nuevo, los consumidores hemos sucumbido de forma masiva.
Cada segundo que pasa perdemos agua (sí o sí)
El mensaje, empezando por el principio, es que tenemos que contrarrestar nuestras constantes pérdidas de agua debidas a ciertas funciones biológicas que son inherentes a la vida: renal, respiratoria, transpiratoria. Recuerda, son incesantes. Mientras haya vida, esas funciones no paran ni un solo segundo, y todas ellas (entre otras) implican perder agua. Es decir, mientras estemos vivos vamos a perder agua, mucha o poca y en virtud de nuestras circunstancias (temperatura ambiente, actividad física, humedad relativa...) pero perdemos agua constantemente.
En condiciones normales, y dentro de una amplia horquilla que incluya a dichas “condiciones normales”, perdemos de 1,5 a 3 litros de agua diarios. La mayor parte debido a la producción de orina, la humedad de nuestro aliento y el sudor. Es por esta razón que la ausencia de hidratación, o más directamente de agua en periodos relativamente cortos (más allá de las 24 horas) implique un importante riesgo vital, mayor cuanto más tiempo pase sin hidratarnos.
“Beber dos litros de agua al día” es un mensaje tergiversado
La vida y nuestra salud dependen de forma importante de un aporte de agua prácticamente constante, pero eso no quiere decir que todo el mundo, o al menos de forma general, haya que forzarse para beber agua en la cantidad de los señalados dos litros diarios. De entrada, tenemos un poderoso sistema de alarma, una elocuente sensación, que nos indica cuándo sería conveniente que nos hidratáramos, seguro que lo conoces: se llama sed.
El origen de que se suponga que tenemos que beber, casi que a la fuerza, dos litros de agua o cualquier otra cantidad similar, proviene de la lectura, sesgada, de un documento que recogía las recomendaciones diarias de nutrientes y agua de 1.945. En él se podía leer, textualmente que: “Una cantidad adecuada de agua para adultos es de 2,5 litros diarios en la mayoría de los casos”.
Fue este dato, que a nadie preocupaba hasta los pasados años 80, el que se puso en valor por parte de ciertas empresas para hacer del agua envasada un floreciente y lucrativo negocio. Esas mismas empresas ocultaron, silenciaron o, cuando menos invisibilizaron, el resto del texto de aquel documento. Decía lo siguiente: “La mayor parte de esta cantidad se encuentra en los alimentos preparados. [...] El agua debe permitirse ad libitum [a voluntad], ya que la sensación de sed sirve como guía adecuada para la ingesta de agua, excepto en el caso de los bebés y las personas enfermas".
O, dicho de otra forma, nuestro balance hídrico, el que compensa las innegociables pérdidas, se consigue con la ingesta de alimentos y bebiendo agua en función de la sed. Sin obligaciones.
Lo que dice la ciencia hoy en día sobre la ingesta de agua
Son diversos documentos científicos los que revisan la forma en que los ciudadanos pueden mantener un adecuado estado de hidratación. Entre aquellos que NO están financiados por el sector de las aguas envasadas (que no son pocos y que te dicen que has de beber casi como si fueras un odre) encontramos esta clarificadora publicación que arroja algunas claves bastante contundentes y en la línea de aquel texto de 1945 ya mencionado:
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Existen peligros agudos asociados tanto con el consumo inadecuado de agua, como con su excesiva ingesta. Sin embargo, en ambos extremos nuestro cuerpo dispone de mecanismos neurológicos que impiden su aparición en la gran mayoría de situaciones tanto deportivas como ambientales, siempre que hablemos de personas sanas con acceso al agua potable y que puedan beber en función de su sed.
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Aunque se advierte mucho a la población sobre los peligros de la deshidratación, lo cierto es que dicha circunstancia es muy improbable que ocurra en personas libres que tengan acceso a agua y a alimentos.
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En la mayoría de situaciones ambientales o de ejercicio físico, beber en función de la sed es suficiente como para cubrir las demandas hídricas del organismo.
Resumen pasado por agua
Lo que tienes que saber para mantener un adecuado estado de hidratación no puede ser más sencillo:
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Bebe cuando tengas sed.
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Cuando bebas, hazlo con agua, cualquier otra alternativa puede o suele contener azúcar o alcohol, o incluso las dos cosas.
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El agua del grifo es válida en el 99,5% de los casos, tal y como se desprende de la información del Ministerio de Sanidad a través del SINAC.
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Los envases de plástico de las botellas de agua es uno de los elementos más contaminantes que existen por dos razones: porque son de plástico, que requiere un proceso de fabricación poco ecológico, y porque solo se reciclan, siendo muy generosos, el 50% de los envases que se comercializan. Así pues, la recomendación es que si lo necesitas, que seas previsor y uses envases reutilizables para transportar tu agua.
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Hay colectivos a los que estas indicaciones no terminan de ser suficientes: El primero el de los niños que no llegan a los grifos o que no saben o pueden pedir agua. Para ellos es suficiente con dejar una fuente de hidratación a su alcance en forma de vaso o beberito irrompible. El segundo el de ciertas personas que tienen “roto” el mecanismo de la sed, relativamente frecuente en personas mayores. En estos casos prima la observación por parte del entorno de estas personas y de profesionales sanitarios y en su caso tomar las medidas oportunas. Y, por último, aquellos deportistas que por las características de su especialidad no puedan beber siempre que quieran y tendrán que hidratarse de una forma programada.