Nora retira el polvo de la portada y aparece el rostro jovial de Bob Dylan en blanco y negro. Pone el vinilo en el plato y coloca la aguja con delicadeza sobre uno de los surcos. Mientras suenan los primeros compases de The Times They Are a-Changin’, se sienta en el sofá, da un sorbo a una copa de vino que se ha servido previamente y recuerda la historia que siempre le explicaban sus padres, la de aquella tarde del 27 de junio de 1984 en la que se conocieron en un concierto de Dylan celebrado en el estadio del Rayo Vallecano. Y sonríe entre lágrimas. Desde que se ha visto obligada a pasar más tiempo que nunca en casa, le gusta seguir el mismo ritual al acabar el teletrabajo: desempolva uno de los viejos elepés y lo hace girar en el tocadiscos que arregló y heredó de sus progenitores. A sus 34 años ha descubierto que la música se puede tocar y palpar. “Todo pasa y todo queda”, piensa.
“Al estar en casa mucha gente ha recuperado el antiguo tocadiscos que no utilizaba. Le hemos dedicado ese tiempo que requiere el vinilo”, expone a Consumidor Global Carles Pascual, propietario de la tienda barcelonesa Revólver Records, quien, al igual que otros compañeros del sector, asegura que con la pandemia los elepés han experimentado un nuevo repunte que las discográficas han aprovechado para subir precios.
El vinilo nunca muere
“Hay mucha gente que se está volviendo a enganchar al formato físico, y el vinilo es el rey. No tiene competidor”, explica Roger Geli, dueño de Daily Records, tienda especializada en singles de siete pulgadas de música negra, psychobilly, punk rock y hardcore, entre otros géneros. Por lo general, la clientela de las tiendas de vinilos es una clientela fiel que supera la cuarentena, aunque siempre hay excepciones.
También hay jóvenes que han heredado la colección del padre y “se animan a descubrir este placer desconocido para ellos”, explica Antoni Roig, experto en cultura audiovisual y profesor de Ciencias de la Información de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Al mismo tiempo, varias fuentes del sector aseguran que para ellos era impensable poder sobrevivir sin el cliente extranjero, pero que la gente ha apoyado mucho al comercio local y gracias a ellos siguen “aquí”.
Los precios suben
De media, comprar un vinilo nuevo era cinco euros más barato antes de la pandemia. “Como estamos en auge las grandes discográficas aprovechan para disparar los precios”, se queja Manel Platas, propietario de Discos Revólver, quien asegura que a principios de 2020 el precio medio de un vinilo era de entre 19 y 20 euros, mientras que ahora las novedades suelen estar alrededor de los 24 euros.
¿Cuáles son los motivos de esta fuerte subida? “Hay más demanda que producto. No se puede satisfacer toda la demanda”, explica Pascual. Parte de la culpa la tienen las limitaciones de fabricación durante la pandemia y el Brexit.
Los más vendidos
Lo que más se vende son reediciones de clásicos como Pink Floyd, Led Zeppelin o los Beatles, “incluso más que las novedades”, apunta Pascual. En España, algunas tiradas de vinilos se han estancado y son tan cortas que casi todo se vende en la preventa. En cambio, “en Estados Unidos y Reino Unido han subido un montón las tiradas de novedades”, matiza Roig.
También es importante destacar que todas estas tiendas tienen una amplia sección dedicada a los discos de segunda mano, que representan alrededor del 50% del total de ventas y cuyo precio oscila entre los cuatro y los ocho euros. Aunque también hay primeras ediciones, rarezas y piezas únicas por las que se pueden pagar hasta 150 euros.
El ritual melómano
Entrar en una tienda de estas es como teletransportarse a una película de Woody Allen en la que Diane Keaton escarba entre las estanterías repletas. Suena Into My Arms de Nick Cave cuando un nuevo cliente entra en Revólver Records y pregunta si la sección de vinilos está arriba. Al subir una angosta escalera, la voz de Cave se diluye y se entra en un oasis en el que pasar la tarde en compañía de Reed, Hendrix, Cobain y Winehouse. Porque la búsqueda, en escrupuloso silencio, también forma parte de la experiencia. Y si es necesario, se revuelven los estantes del suelo de cuclillas.
Una vez encontrado el tesoro llega la mejor parte. “Escuchar un vinilo es como ir al cine. Es un compromiso en el que pones los cinco sentidos. Es una experiencia inmersiva, y los saltos del vinilo son pequeñas imperfecciones que lo convierten en una experiencia única”, sentencia Roig. Y es que un vinilo es mucho más que música. Es el polvo que se acumula en la portada. Es el día en que tu madre se lo regaló a tu padre en la primera visita de Dylan a España. Es todos los momentos vividos en su compañía. Porque no es nostalgia, son emociones.