El consumo de pornografía es, cada vez más, una experiencia que se practica en la intimidad del hogar. Pero antes de la llegada de internet --y la proliferación de páginas web de contenido para adultos como Redtube, Pornhub o Youporn-- los usuarios compartían espacio en determinados cines y sex shops. Hoy, sin embargo, desde un simple smartphone cualquiera puede tener acceso gratis a este material y con tantas temáticas como permita la imaginación. De hecho, en España, el 71% de los españoles que visita Pornhub lo hace desde su teléfono móvil, según datos de la empresa de 2020.
Por ello, muchos de los negocios dedicados al consumo de este tipo de contenidos ya no existen. En 2019 cerró la última sala X de Andalucía, que estaba en Granada. Y en Madrid ocurrió lo mismo ya en 2015. Por su parte, los espectáculos eróticos también tienen los días contados. “Hemos tenido que quitarlos porque no venía nadie. Ahora están mal vistos y había mucha presión para cerrar los shows en directo”, detalla un trabajador de Mundo Fantástico Love Shop, en Madrid. Sin embargo, algunas cabinas para ver películas X todavía resisten en España pese al enorme número de material que se puede encontrar gratis en la red.
Ahora con ‘glory holes’
Una cabina X es un habitáculo de pequeñas dimensiones en el que sólo hay un sofá o una cama --depende del local-- y una pantalla para reproducir películas pornográficas. Hasta finales del siglo XX, ésta era la modalidad más popular para consumir este tipo de contenido audiovisual, pero con la llegada de internet, el servicio se reestructuró para mantener la demanda. “Siguen siendo las mismas, pero ahora están conectadas por un glory hole, es decir, una trampilla que comunica una cabina con la otra. Así, el que está en el otro lado puede ver. Están hechas para gente que le gusta el exhibicionismo”, explica Andrés Martín, dueño de sex shop Picante, en Sevilla, a Consumidor Global.
Mientras, en la tienda Sex Shop Sexyland Sex, en Barcelona, disponen de un catálogo de más de mil películas con todo tipo de temáticas. Y si el usuario lo desea, puede interactuar con el cliente de la cabina contigua por un pequeño agujero que une ambas, de manera completamente anónima. El precio de este servicio es de 5 euros, y no tiene límite de tiempo. Además, las cabinas están conectadas por una red de pasillos oscuros para que los usuarios puedan relacionarse entre ellos y, si hay conexión, mantener relaciones sexuales.
Hombres de mediana y tercera edad
El consumidor de cabinas porno ha cambiado, y mucho, en los últimos años. Así, los jóvenes heterosexuales son los que menos acuden a estos locales. Ellos prefieren el mundo digital y ocho de cada 10 jóvenes son asiduos a las páginas webs de contenido erótico, según un estudio de Save the Children de 2020. Sin embargo, esta actividad todavía atrae a hombres de mediana edad, homosexuales y personas de la tercera edad. “Vienen muy pocos jóvenes a ver contenido porno. Sobre todo, acuden gays o casados que quieren pasar un buen rato. Y las mujeres no vienen a no ser que sea con su pareja”, afirma Josep Romero, encargado de Sexyland Sex, en Barcelona.
La comunidad homosexual es la principal consumidora de las cabinas sexuales, tal y como subrayan fuentes del sector. “Se sienten atraídos por la sensación de privacidad y la posibilidad de interactuar con otros usuarios”, asegura Romero. Pero también son asiduas las personas mayores con poca cultura digital. “Suelen venir muchos ancianos, gente que no tiene manejo de la tecnología”, explica Martín, de Sex show Picante, en Sevilla. Asimismo, el turismo aporta importantes ingresos a este tipo de negocios.
¿Cuál es el futuro de las cabinas?
La digitalización de la sociedad hace difícil que estos negocios atraigan a un perfil joven. Además, el estigma social que supone su consumo ha provocado un descenso generalizado de usuarios. Pero para algunas personas mayores ésta es una opción todavía viable. Según el último barómetro de Eurostat, de 2020, en España casi la mitad de las personas de entre 65 y 74 años tienen bajos conocimientos en el uso de las tecnologías.
Algunos locales han perdido ingresos y han sufrido el varapalo de la pandemia. Además, la opción de glory hole ha desaparecido durante varios meses por tema de higiene y seguridad. Pese a ello, algunos locales han podido permanecer abiertos. Sex show Picante ha vuelto a abrir, pero ya no es como antes. “El negocio está muy parado. Sobrevivimos gracias a la venta de productos eróticos”, asegura Martín. Además, estos locales han tenido que reforzar sus medidas de limpieza. “Lavamos todos los días las cabinas para que los clientes se sientan seguros. Pero entendemos que este tipo de locales se asocia a poca higiene y eso no es bueno para el negocio”, concluye.