Da igual si naciste en los 70, 80 o 90. Estás en el salón de casa de tus padres, que parece el mismísimo Rally de Montecarlo, con ocho o nueve años. Es un día especial. Tu hermano pequeño y tú esperáis la señal de vuestro padre estirados boca abajo en el suelo. En el único hueco libre. En una mano, el bocadillo de Nocilla; en la otra, el dedo en el acelerador. La pista, de forma ovalada, parece inmensa y se extiende ante vuestros ojos. Unos ojos que son pura emoción. ¿Preparados? ¿Listos? ¡Ya! Gas a fondo en la recta. ¡Fium! ¡Fium! Y tal vez en la primera curva también. ¡Nooo! El coche se sale del raíl. Mientras tu hermano se ríe y baja la velocidad para no salirse, tú corres y lo colocas de nuevo. Gasss. Tras las primeras vueltas, las escobillas metálicas se calientan y desprenden ese olor inconfundible. Ese olor a momentos entrañables. A felicidad. Es la infancia. Y muy pocos objetos son capaces de evocarla como lo hace Scalextric.
¿Qué ha sido de este juego que fue objeto de deseo y marcó la infancia de tantos niños de generaciones tan distintas? ¿Ha sobrevivido a la invasión de móviles y videojuegos? ¿Todavía se vende, 60 años después de su nacimiento? ¿Quién aprieta ahora el acelerador? “En 2019 pasamos de la pista clásica de un coche por raíl al Scalextric Advance, que incorpora tecnología digital y un sinfín de nuevas funciones”, expone a este medio el CEO de Scalextric, Luis Arnau, quien explica que todavía mantienen la gama Original.
Scalextric se digitaliza
Si lo miras desde fuera, es un circuito con dos raíles prácticamente idéntico a los de toda la vida, pero “tiene mucha investigación y desarrollo detrás. De hecho, es una mezcla entre una carrera de Fórmula 1 y el Scalextric de siempre”, apunta Arnau sobre la gama Advance, que cuesta entre 190 y 280 euros.
La función más sorprendente que ofrece esta nueva categoría es la posibilidad de que compitan hasta 9 coches en dos únicos raíles. Y, cuando un vehículo se acerca al que lleva delante, lo puede adelantar gracias a los cambios de carril y al sistema digital. Los cables de los mandos también pasaron a mejor vida; puedes entrar a boxes a repostar; y todo se gestiona a través de una aplicación. Pero, ¿cuál se vende más? ¿El digital o el analógico?
Los más vendidos
Para sorpresa de muchos, Scalextric mantiene una extensa red de distribución. Está presente en tiendas de juguetes como Toy Planet, Juguettos y Drim; en grandes cadenas como El Corte Inglés, Carrefour o Alcampo; y en numerosas tiendas especializadas en slot (modelismo). La oferta de la marca consta de tres categorías: Compact --es para público infantil y cuesta entre 40 y 110 euros--, Original (entre 120 y 200 euros) y Advance, la más cara. Cada pack consta de un circuito de mayor o menor longitud, un par de coches o más, mandos y distintos extras.
“Scalextric tiene mucho nombre y ahora, también, una oferta más completa, pero el Original sigue siendo el líder por precio y tamaño”, apunta Antón Palau, dueño de la tienda de slot que lleva su nombre en Barcelona, quien opina que la idea del Advance está bien, “pero el precio se dispara. Además, a la hora de jugar, el analógico es más fidedigno a tu conducción”.
El coche más buscado
“Nuestros top ventas son el Cupra León Competición, porque es una novedad del año pasado, y el Toyota Célica de Carlos Sainz, que es un clásico”, asegura el CEO de Scalextric. Ambos tienen un precio que ronda los 50 euros. “Lanzamos coches modernos y clásicos. Hay un mercado de coleccionismo muy potente en el que se pagan auténticas locuras”, añade el directivo.
Las novedades y los coches de películas, como el Aston Martin (007), el Mini (Mr. Bean) o el de Batman “son los que más salen”, apunta el dueño de la tienda especializada Slotmania, en Barcelona, Iván Sánchez. Sin embargo, la venta de coches eléctricos en miniatura se ha convertido en algo “residual” en comparación con los que se vendían en los años 2000. “En aquel entonces, llegamos a vender 28.000 coches en un año. Ahora, estamos alrededor de las 1.000 unidades”, explica Palau. ¿A qué se debe esta caída drástica?
Una competencia imbatible
En 1962, cuando José M. Arnau, abuelo de Luis Arnau, fundó la empresa juguetera Exin y lanzó Scalextric por vez primera en España, la competencia era inexistente. En la actualidad, Ninco (española) y Carrera (austriaca), entre otras, “le han robado mucha cuota de mercado porque hacen un producto de gran calidad a un precio muy competitivo”, recalca Sánchez.
Pero la verdadera causa de que hoy se vendan una ínfima parte de los coches de slot que se vendían durante el cambio de siglo es que “los jóvenes se van a la pantalla. Prefieren el móvil o la PlayStation”, lamenta el dueño de la tienda Palau, cuyo público es de 40 años en adelante y la mayoría de ellos son aficionados y coleccionistas que disponen del espacio necesario.
El gran problema de Scalextric
Casi todo el mundo ha jugado un momento u otro al Scalextric, pero este juego “tiene un inconveniente increíble: el espacio”, apunta Palau. “Totalmente. Poca gente puede tener un circuito fijo en su casa. Necesitas una sala habilitada o montaje específico. Seguramente por eso sigue habiendo mucha afición en locales”, coincide Arnau.
Lo cierto es que las casas son cada vez más pequeñas, y, según Palau, “la madre siempre dice: ¿Cuándo lo desmontamos?”.
Un cementerio de momentos entrañables
“Hace muchos años tenía montado un estupendo Scalextric en la buhardilla, pero tenía varios inconvenientes. Primero, que ocupaba todo el suelo. Y luego, mis hijos, que todavía eran pequeños, le daban al acelerador a tope y los coches salían volando”, expone a Consumidor Global Eduardo R., que todavía conserva infinidad de metros de distintos circuitos, semáforos, cuentavueltas, protectores, focos y algunos coches.
Al final, cuando sus hijos empezaron a estudiar, tuvo que desmontarlo y todo acabó en sus correspondientes cajas. Ahora, más de 15 años después, las ha vuelto a abrir. “La verdad es que estoy un poco enfadado porque no he encontrado el resto de los coches, que eran muy chulos”, comenta. ¿Lo volverá a montar? “No, no. Lo disfrutamos muchísimo en su momento, pero buf, no creo que lo vuelva a usar porque la buhardilla está llena de trastos y no es viable. Ya me gustaría”, relata emocionado.