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Las salas de conciertos echan el cierre: “Si no espabilan pasará lo mismo que con los videoclubs"

El fin de Rock Palace en Madrid o el traspaso de Sidecar en Barcelona a una coctelería reflejan el desgaste de un sector que pelea contra los conciertos de estadios y los festivales masivos

Alberto Rosa

Las salas de conciertos echan el cierre frente al crecimiento de los conciertos masivos / EP

La sala Rock Palace de Madrid acogió el 5 de diciembre su último concierto después de 28 años de historia. Hace unas semanas, Sidecar de Barcelona anunció que desaparecía, al menos tal y como se la conocía. Ahora pasará a ser una coctelería, después de 41 años ininterrumpidos de música en vivo en la plaza Reial de la Ciudad Condal.

Del mismo modo, en el País Vasco, Altxerri y Doka han echado la persiana y han dejado San Sebastián sin un icono para muchos artistas y amantes de la música en directo en pequeño formato. Esa que, entre tanto festival masivo y conciertos en grandes estadios, tanto se echa en falta.

Las salas de conciertos, solo para unos pocos

Javier Olmedo es director general de la asociación de salas de conciertos Madrid en Vivo. “Estos cierres son conclusión de una debilidad que tiene el sector. La crisis del Covid afectó mucho y en el caso particular de Rock Palace fue duro. Tener que estar cerrado tanto tiempo, pagando alquileres y asumiendo una serie de gastos sin un músculo económico para poder superarlo les ha llevado a cerrar”, cuenta.

Un concierto en la sala Sidecar de Barcelona / SIDECAR

En opinión de Olmedo, las salas se están convirtiendo en un “nicho cultural muy específico” reservado solo para unos pocos amantes de la música en directo y es “una pena”, lamenta. Aunque el Covid fue un duro golpe para el sector, las salas llevan tiempo enfrentándose a “modas” que hacen que el público melómano pierda el interés en los conciertos de pequeño aforo.

Sobrevivir a las “modas”

Esas modas son los festivales y, en efecto, los macroconciertos de estadios. “Efectivamente, es una moda que es competencia. Este verano en Madrid por ejemplo va a haber unos 15 conciertos en la ciudad y otros tantos macroconciertos en estadios. Eso va a hacer que la gente destine su capacidad económica y sus recursos para pagar esas entradas que realmente son muy caras”, expone Olmedo.

El responsable de Madrid en Vivo echa en falta más presencia de los conciertos de salas en los medios de comunicación. “Con estos grandes festivales y conciertos, toda la información de música en directo queda reservada a esos espectáculos. Eso nos afecta negativamente porque gran base de nuestro público va a acudir a esos festivales, ya que van a coincidir con nuestros conciertos, eso es inevitable”, subraya.

Como una frutería de barrio a un gran supermercado

Jordi Oliva, experto en gestión cultural y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), coincide en la dura competencia que hacen los grandes conciertos y los culpa en parte del cierre de salas. “Es consecuencia final de la masificación que estamos viendo. Es como un gran supermercado que se come los comercios pequeños de un barrio. La frutería y la carnicería se están quedando sin trabajo porque la gente va al supermercado”, explica el profesor.

Para Oliva, las salas deben repensar su modelo. “Si no espabilan les pasará lo mismo que a los videoclubs”, vaticina, y se atreve a dar algunas propuestas sobre qué línea deberían tomar para esas reinvenciones. “Las salas tienen que ofrecer más cosas. Si los festivales y los grandes programadores están ganando poder, júntate con ellos. En Estados Unidos se hace mucho. Si Foo Fighters toca en un estadio, haz que el proyecto alternativo del guitarrista pase por una sala. Hay que estar avispado y ser camaleónico para adaptar el modelo a los nuevos tiempos”, subraya.

Avivar el tejido cultural de una ciudad

A pesar de ello, el profesor tiene claro que las salas “no van a desaparecer” porque “el hecho de escuchar música en directo va a perdurar”. “Solo hay que saber adaptarse a las circunstancias, aprovechar la tecnología y ponerla a favor de un modelo que apuesta por el tejido cultural de las ciudades”.

Escenario de la Sala Sidecar en Barcelona / SIDECAR

Lo mismo opina Javier Olmedo de Madrid en Vivo. “A las salas no les puede ocurrir lo mismo que a los videoclubs porque la experiencia de la música en directo y la cercanía no se puede sustituir. Hablamos de disfrutar de los artistas de una manera cercana y sin trampas, sin tener que ver a una banda a un montón de metros y en una pantalla”, señala.

Más apoyo de las instituciones

Olmedo concluye que las salas no van a desaparecer, pero “tendremos que analizar modelos para mejorar”, reconoce. “Necesitamos que las administraciones locales nos tengan en cuenta antes de ceder financiaciones a los macrofestivales. Pueden ser escaparate de ciudad y marca, pero luego el tejido propio de la ciudad se ve afectado. Hay que trabajar de una forma conjunta y no pisando a las salas”, reivindica.

Una idea en la que coincide Jordi Oliva. “La política actual tiene una visión muy corta. Viene un promotor de turno que ofrece cifras brutales y se piensa en algo efímero e inmediato, pero ¿qué pasa con el tejido cultural de la ciudad? Eso hay que trabajarlo lentamente para que se prolongue en el tiempo y mantenga viva la ciudad”, concluye el profesor.