0 opiniones
La ruta en kayak más bonita y desconocida de Menorca: cuevas, atalayas y playas de arena fina
La costa norte menorquina esconde enclaves de enorme belleza, y muy poco concurridos, ideales para descubrir la isla a remo y bañarse en lugares paradisíacos
Menorca. Verano. Día de sol. Una playa vírgen. De arena fina. ¿El agua? Azul turquesa. Tan cristalina que se ve el fondo marino. Y los pececillos de colores. El cielo también está azul. Y no hay gente... ¿Es un sueño? No. ¿Is this real life? Sí. Es la playa Arenal d’en Moro, en la Illa d’en Colom, un rincón paradisíaco al que sólo se puede acceder por mar. ¿Entonces? Basta con alquilar un kayak en el pueblo de pescadores de Es Grau, remar durante 20-30 minutos, et voilà!
La ruta en kayak con más encanto de Menorca es la que va de Es Grau a la Illa d’en Colom, en la costa norte, y durante el recorrido, además de bañarse en varias calas vírgenes, es interesante acercarse a la Torre de Rambla, una antigua atalaya semiderruida, y a las cuevas de los alrededores. La ruta se puede hacer en 2 horas, por lo que el alquiler resulta bastante económico, y es muy sencilla, siempre que no sople la tramontana.
Alquilar un kayak en Es Grau
Es Grau es un pequeño pueblo de pescadores, situado en la costa nordeste de Menorca, que está a unos 10 minutos en coche (o autobús) de Mahón.
Una vez allí, la empresa Menorca en Kayak tiene su local a unos 50 metros de la playa, aunque ellos te lo llevan hasta el agua. Alquilan kayaks (individuales o dobles) y tablas de paddle surf por 12 euros (1 hora) y 20 euros (2 horas). Si la canoa es doble, el precio es de 30 euros por 2 horas. Están abiertos de mayo a octubre, y en agosto es aconsejable reservar con un par de días de antelación.
Antes de empezar a remar
Tanto la Illa d’en Colom como las diferentes zonas de la ruta en kayak forman parte del Parque Natural de s’Albufera des Grau, por lo que se trata de un espacio protegido en el que no hay chiringuitos.
Por ello, lo mejor es coger fuerzas e hidratarse en el Bar Es Grau, el de toda la vida, que está a pie de playa, tiene buenas vistas, y lo más importante: sombra bajo los árboles.
La ruta
Desde la playa de Es Grau se puede ver la Illa d’en Colom, que está a 1,5 kilómetros aproximadamente, por lo que perderse no es una opción. Al salir de la bahía, a mano izquierda, hay un paso estrecho, y, una vez superado, ya se atisban las playas del islote y el faro de Favàritx al fondo.
Deleitándose con las aguas cristalinas y sin perder de vista las embarcaciones vecinas, que abundan durante el mes de agosto, se llega, en unos 20 minutos, a la primera cala de la isla.
De isla en isla
Al tocar tierra en Cala Tamarells, ya en la Illa d’en Colom, todo invita al baño. La cala tiene forma de media luna, y en la esquina derecha hay una pequeña cabaña blanca. Después del baño de rigor, es inevitable sentirse Robinson Crusoe y adentrarse, con sigilo, en este islote sin caminos delimitados que sirvió de lazareto provisional a mediados de 1785, cuando España recibió a los esclavos españoles liberados por Argelia y hubo de ponerlos en cuarentena. Detrás de la playa, escondida entre los pinos, se encuentra la única casa de la isla, una finca que perteneció a Antonio Roca, un mahonés que compró la Illa d’en Colom en 1904 por 7.850 pesetas. En 2018, sus herederos la vendieron por 3,2 millones de euros a Meruelo Investments, una empresa española.
La historia, a veces, es triste, pero la travesía sigue, y el paraíso está a sólo cinco minutos. Se llama Arenal d’en Moro. Aquí, en este rincón con vistas a Menorca resguardado de los vientos por el propio islote, el mar parece una piscina natural. El calor aprieta y uno se deja mecer por estas plácidas aguas color turquesa mientras piensa: "Es tan fácil ser feliz…". ¿Por qué no hacer una oferta irrechazable a los Meruelo y quedarse a vivir aquí? Sin móvil, sin dinero, con el sol, con el mar, contigo. Pero aún quedan lugares por conquistar y toca remar un poco más.
Cuevas y atalayas
Justo en frente de la Illa d’en Colom, ya en tierra firme, están las playas de Tamarells Sur, Tamarells Norte y la playa de Sa Torreta, que se llama así por la atalaya semiderruida que domina el litoral, una torre vigía construida durante la segunda dominación inglesa (1802) de la isla.
Estas tres playas vírgenes también suelen estar bastante vacías, porque para acceder a pie hay que caminar cerca de una hora, y porque las algas suelen hacer acto de presencia sobre su arena. Por eso, antes de iniciar la ruta de vuelta, se pueden visitar algunas cuevas que hay por la zona, como la Des Colomar, en la que se puede entrar con el kayak. Desde su interior, las fotografías del paisaje son aún más memorables, y, con la torre al fondo, adquieren reminiscencias de las conquistas y reconquistas constantes que padecieron los menorquines.
Si no te atreves con el kayak
En total, el recorrido de la ruta es de algo menos de 7 kilómetros (3,7 millas náuticas), pero lo de remar no es para todos los públicos.
Por lo que siempre está la opción de utilizar el servicio de lancha que sale desde Es Grau, seis veces al día (9:30 horas, 10:30, 11:30, 12:30, 13:30 y 14:30), y tiene un coste de 25 euros ida y vuelta.
Desbloquear para comentar