Hacia el mediodía, cuando cesaba el clac, clac, clac de su Underwood y anotaba, en una lámina en la pared de su habitación del Hotel Florida de la Plaza de Callao, las palabras escritas, “545”, Ernest Hemingway gustaba de darse un homenaje con un buen cochinillo y los mejores riojas de Madrid. Una fiesta gastronómica y etílica antes de retomar la escritura.
Siguiendo el consejo de su amiga Gertrude Stein, el Premio Nobel de Literatura llegó a Madrid en la primavera de 1923. Y fue un flechazo. Los museos y los toros, las gentes y sus tradiciones, las tabernas y las casas de comidas llevaron al célebre escritor a declarar: “No nací en España, pero no es culpa mía”. Un siglo y más de veinte visitas después, entre ellas la época que pasó ejerciendo de corresponsal durante la Guerra Civil española, todavía es posible hacer una ruta por esos bares y restaurantes que enamoraron e inspiraron a Hemingway. En algunos locales, el tiempo se paró hace años y permanecen intactos. Otros, lamentablemente, han desaparecido. Y la mayoría perduran en sus líneas.
Restaurante Botín
“Comimos en Botín en el comedor de arriba. Es uno de los mejores restaurantes del mundo. Tomamos cochinillo asado y rioja alta. Brett no comió mucho. Nunca comía mucho. Yo comí un buen almuerzo y bebí tres botellas de rioja alta”, escribió Hemingway en una de las escenas finales de su novela Fiesta (1926).
Tan aficionado era el escritor norteamericano al cochinillo del Restaurante Botín, sito en la calle Cuchilleros 17, que entabló amistad con Emilio González, abuelo de los actuales propietarios. Según cuentan, el cocinero intentó, sin mucho éxito, enseñar al Premio Nobel a elaborar una paella. Y Hemingway retomó las teclas de su máquina de escribir. "Entretanto, prefería cenar cochinillo en Botín en lugar de sentarme y pensar en los accidentes que puedan sufrir mis amigos”. Este fragmento forma parte del tratado sobre tauromaquia que publicó en 1932 y lleva por título Muerte en la tarde.
Bar Chicote
Desde el Madrid más galdosiano en los alrededores de Plaza Mayor, hasta la Gran Vía número 12. “Una vez, Ernest Hemingway se tomó quince Papa doble en Museo Chicote antes de irse a escribir. Cuando le preguntaron cuál era su secreto para mantenerse sobrio, respondió ‘beber de pie’”, cuentan en la mítica coctelería, un bar que el Premio Nobel utilizó, en su relato La denuncia, como símbolo del afecto que tenían los clientes, nacionales y extranjeros, por España.
Ahora, han instalado una cabina donde un DJ pincha temas de jazz y han rodado allí desde Pedro Almodóvar (Los abrazos rotos) hasta Paco León (Arde Madrid), pero siguen estando los mismos sofás en los que no se sentó a beber Hemingway y la escena de su obra teatral La quinta columna, que se desarrolla entre las cuatro paredes y las muchas botellas de Chicote, es historia de la literatura.
Cervecería Alemana
“Don Ernesto Hemingway estuvo aquí”, se puede leer, junto a una fotografía del escritor norteamericano, en la pared de la Cervecería Alemana de la plaza Santa Ana, donde Hemingway se sentaba a tomar el aperitivo.
En este rincón del Barrio de Las Letras, en la mesa que está junto al ventanal, se sentía como en casa, y pronto se convirtió en uno de los parroquianos habituales. Compartió refrigerios con el torero Luis Miguel Dominguín y describió el lugar como “un buen sitio para tomar cervezas y café”, tal y como dejó escrito en un artículo publicado en 1960 en la revista Life.
Los desaparecidos: El Callejón y Bar Álvarez
A 160 metros de Callao, en el antiguo número 6 de la calle de la Ternera, se encontraba el restaurante El Callejón, donde Hemingway tenía una mesa reservada de forma permanente durante sus años como corresponsal de guerra. “Tiene la mejor comida de la ciudad”, escribió sobre este establecimiento, que fue derribado a finales de los noventa. Hoy, en el número 4 de la misma calle hay un restaurante cubano, y en una de sus paredes se expone un busto del autor de El viejo y el mar cortesía del difunto Callejón.
Otro que ha corrido la misma suerte es el desaparecido Bar Álvarez, que estaba en la calle Príncipe, a dos pasos de la plaza Santa Ana. Un típico local madrileño donde Hemingway pedía cerveza y raciones de gambas mientras su mente se iba Al otro lado del río y entre los árboles.
El renacido: Casa Suecia
Junto al Círculo de Bellas Artes estaba la Casa de Suecia, un lujoso hotel cuyo bar era frecuentado por la familia real sueca e intelectuales como Julio Cortázar, Ernesto Sábato o Hemingway.
Tras echar el cierre, en 2016 volvió a abrir como NH Collection Madrid Suecia, por lo que ahora vuelve a ser posible acceder a su coctelería clandestina a través del baño (al fondo a la derecha), pedir un Daiquiri Hemingway, la versión del papa doble que bebía el escritor, y colarse en una de sus maravillosas novelas…
Un paseo por Madrid con Hemingway
"Cuando se conoce, Madrid es la más española de las ciudades de España, la más agradable para vivir, la de la gente más simpática, y, un mes con otro, la de mejor clima del mundo", empieza escribiendo Hemingway en su novela Muerte en la tarde.
Y prosigue: “Cuando uno ha podido tener El Prado y al mismo tiempo El Escorial, situado a dos horas al norte, y Toledo al sur y un hermoso camino a Ávila y otro bello camino a Segovia, que no está lejos de La Granja, se siente dominado por la desesperación al pensar que un día habrá de morir y decirle adiós a todo aquello”.