Bienvenidos al silencio. Ni el aleteo de una mosca se escucha. Las paredes de roca forman una barrera acústica infranqueable. ¿Hay vida ahí fuera? La cobertura va y viene. Tanto aísla la tierra que aquí las estaciones llegan con tres meses de retraso y casi todo el año hace fresco. Al final del estrecho pasillo está el mundo, allí es verano y la temperatura es 20 grados más alta. Pero qué paisajes… Un desierto rodeado de altas montañas con sombreros de nieve. Restos fósiles de grandes mamíferos extinguidos en el Periodo Cuaternario, cuando apareció la humanidad sobre la faz de la Tierra. Es un oasis ubicado al norte de la provincia de Granada, allí donde los últimos árabes en ser expulsados de la península se escondieron hace más de 500 años. Es territorio de cuevas.
En esta zona declarada Geoparque Mundial de la Unesco todavía perduran 12.000 cuevas habitadas. De ser viviendas sin recursos, y algunas sin agua, han pasado a ser alojamientos turísticos. En concreto, hay unas 1.800 camas repartidas en 86 pequeños complejos excavados en la tierra. “Aquí vivimos y sentimos la cueva como una forma de vida”, expone, con interferencias, Natalia Guidoni, gerente de la Asociación Andaluza de Cuevas Turísticas, quien reconoce que “las promocionamos a nivel internacional como Andalusian Caves Hotels”. Y es que este turismo del silencio con aires trogloditas es cada vez más demandado, aunque no es para todos los públicos.
Las cuevas más solicitadas
“El verano pasado estábamos al 100% de ocupación porque son fresquitas y muy singulares. Ahora la demanda sigue siendo altísima”, apunta Guidoni sobre los complejos cueveros que forman parte de la asociación. De hecho, la comarca granadina de Guadix está considerada como la capital europea de las cuevas -el 80% de las cuevas de Europa están en Andalucía-, pero también podemos encontrar algunos alojamientos en otros puntos de la península.
Encontrar uno de los nueve habitáculos disponible un fin de semana no es sencillo en las Cuevas Rurales de Bardenas (Navarra). “Estamos a tope”, explica a Consumidor Global su director, Rubén Mendi, quien detalla que los suyos son alojamientos muy buscados por senderistas, ciclistas y todo tipo de excursionistas que saben apreciar la novedad, el silencio y la tranquilidad. “También viene mucho turista francés”, añade Mendi.
El microclima cuevero
Las cuevas suelen oscilar entre los 16 y los 21 grados todo el año, coinciden los expertos. “Estamos en una montaña de arcilla que se calienta poco a poco, por lo que en abril, mayo y junio son bastante frescos”, apunta Mendi. En algunas de las cuevas de Andalucía se puede pasar de rozar los 40 grados en el exterior a estar a menos de 20 en el interior de las mismas, donde la humedad también suele rondar el 100%.
Esta temperatura es un regalo durante los calurosos meses de verano. Sin embargo, algunos clientes se quejan de este curioso microclima. “Una pega de dormir en la cueva es la humedad. Si dejas un vaquero colgado al día siguiente está muy húmedo”, critica un huésped del Hotel Cueva Almagruz (Granada) en Tripadvisor. En la misma línea, un usuario del Hotel & Spa Rural Las Nubes (Guadalajara) tampoco quedó satisfecho con la temperatura: “no había pasado tanto frío en mi vida como en esta cueva bioclimática. Nos pasamos el fin de semana envueltos bajo la manta”, sentencia.
El precio de dormir en una cueva troglodita
El precio medio de una habitación doble es de 70 euros, explican desde la Asociación Andaluza de Cuevas Turísticas. Unos precios que poco o nada tienen que ver con los de otros complejos cueveros.
En el Hotel Cueva Tardienta (Los Monegros), por ejemplo, cualquiera de sus ocho cuevas perdidas en mitad del desierto sale a 140 euros la noche durante todo el año. Y dormir en la suite con hidromasaje de las Cuevas Rurales de Bardenas cuesta 210 euros. Eso sí, muchas de estas cuevas no tienen ningún extra que envidiar a las mejores habitaciones de hotel y cuentan con calefacción, wifi y hasta jacuzzi.
Una aventura silenciosa
“No acepto ni niños ni animales. Es un lugar silencioso, así que adults only”, asegura José Manuel Ayuda, director de Cueva Tardienta, un lugar de lo más singular en el que hay desde camellos hasta aviones --está ubicado en un aeródromo--. “Abstenerse pijos. A mi edad ya no los aguanto”, advierte. Según este directivo, allí el ambiente es mejor que en Port Aventura, algo en lo que no coinciden todos sus huéspedes a juzgar por algunos comentarios que han dejado tras su paso.
Eso sí, en la capital europea de las cuevas (Guadix) se puede hacer prácticamente de todo. Pasear por senderos desérticos, visitar centros de interpretación, hacer una cata de vinos, bailar en un tablao flamenco, meditar, relajarse en unos baños árabes o contemplar el paisaje lunar dando una vuelta en globo. Todo ello si a alguien le apetece salir de la cueva.