Jackson Pollock, uno de los pintores más representativos del expresionismo abstracto, creaba sus obras colocando los lienzos en el suelo. Con movimientos frenéticos e improvisados lanzaba pintura para salpicar las telas desde todos los ángulos. El resultado: cuadros llenos de color, caos y movimiento.
El local de Salpicarte en Madrid es lo más parecido a lo que podría haber sido el estudio de Pollock, con todas las paredes, el suelo y el techo llenos de brochazos. Tal y como cuentan sus creadores, este proyecto surge para combatir el estrés, sacar el artista de dentro o simplemente disfrutar de una experiencia distinta con barra libre de pintura.
El único “estudio de salpicado”
Aunque la idea es crear una obra artística sobre un lienzo, lo cierto es que los participantes acaban llenando de pintura todo el espacio. “Si no estás seguro de lo que quieres pintar en el lienzo, puedes probar primero en la pared para ver cómo queda”, cuenta a Consumidor Global Sarahi Teixeira, fundadora junto a David Galarraga de Salpicarte.
El local, ubicado en la calle Méndez Álvaro, 6, junto a la estación de Atocha en la capital, es el primer y único “estudio de salpicado” de la ciudad. “La idea surgió de forma espontánea. Un artista que sigo había abierto un local de salpicado en Estados Unidos y nos llamó la atención. Vimos que aquí no existía y nos preguntamos sí sería difícil hacerlo realidad en Madrid”, cuenta David Galarraga.
Desestresarse con pintura
Después de un año en funcionamiento, los fundadores admiten que necesitan un espacio más grande “porque se nos ha quedado pequeño”. Y es que reciben muchas visitas de grupos de cumpleaños, despedidas de soltero o actividades de team building con empresas.
“Hay veces que nos llegan grupos de 30 o 40 personas y tenemos que separarlos en las dos salas”, señala Galarraga. El precio de la actividad, que dura una hora, es de 32 euros por persona y se incluyen los materiales, el lienzo y una bebida.
Una experiencia con música y bebida
“El objetivo es darle la oportunidad a la gente de explorar el lado artístico que muchos no saben que tienen o incluso la gente que lo subestima y cree que se hace muy fácil”, señala el propietario. “Lo más curioso es que muchos de los cuadros al principio no gustan, pero al terminar los clientes se sienten orgullosos de la obra de arte que han hecho”, añade Sarahi Teixeira.
Mientras nos colocamos el mono para la pintura, suena música de todo tipo, en especial clásicos y pocos temas actuales. Desde Michael Jackson a The Beatles, pasando por Whitney Houston y Creedence Clearwater Revival. Al entrar a la sala hay una mesa alta con los distintos materiales: brochas, rodillos y pistolas de agua para recargarlas con pintura. En la sala se permite pintar cualquier elemento que haya a nuestro alrededor: el techo, el suelo, las paredes o incluso a los acompañantes. Los lienzos se colocan en una de las paredes y… a crear. Al final, se entrega un marco para llevar a casa la “obra de arte” resultante.
Diversión y terapia a brochazos
Entre los usuarios que han probado Salpicarte, las opiniones en general son positivas, aunque algunos sugieren que convendría un poco más de espacio, en especial para los grupos grandes. “Es un lugar ideal, no solo por la diversión, sino que también es terapéutico. Tu mente desconecta del todo”, cuenta Susana S.
Laura García fue por el cumpleaños de una amiga. “El sitio es pequeño, pero suficiente. Lo único que cambiaría es tener agua limpia para ir limpiando los pinceles”. Para Noemí V. Salpicarte es una experiencia “muy recomendable”. “Te conecta con tu parte más artística, además que pintar relaja mucho. La música e ir con colegas hace que sea una idea muy chula”, cuenta esta usuaria a Consumidor Global.