La luz tenue de una lámpara flexo recibe a los asistentes, evocando la historia que dio origen a este vasto universo animado. Es imposible no pensar en aquel breve cortometraje de 1986, Luxo Jr., que introdujo al mundo una pequeña lámpara que, jugando con una pelota, hizo vibrar los cimientos del cine de animación. Aquella breve escena contenía la esencia de lo que es Pixar --hoy, parte del imperio Disney--, usar tecnología para contar historias que tocan el corazón. Ese espíritu se manifiesta una vez más en una experiencia envolvente que lleva por nombre Mundo Pixar.
La exposición, que comenzó su andanza en São Paulo y arrasó en Madrid con más de 600.000 visitantes, ha llegado a Barcelona, en el exterior del centro comercial Westfield La Maquinista. Desde el 26 de septiembre, los asistentes tienen la oportunidad de adentrarse en un universo de más de 3.000 metros cuadrados, una auténtica oda a las películas que han enternecido tanto a niños como a adultos a lo largo de las décadas. Las entradas, que oscilan entre 12,90 y 40 euros, prometen 55 minutos de pura inmersión en trece historias icónicas. Para mantener la fluidez del recorrido, no se permite regresar a las salas anteriores; por eso, resulta recomendable leer atentamente los mensajes informativos, donde se esconden curiosidades fascinantes sobre cada una de estas queridas películas.
Comenzamos el recorrido
El recorrido comienza con la fachada de la casa de Carl Fredricksen, de Up. Los globos multicolores flotan sobre el tejado, y al cruzar el umbral, es como si se entrara en un hogar detenido en el tiempo, donde los recuerdos de Carl y Ellie aún resuenan en las paredes. El escenario transporta al momento en que Carl emprendió su viaje, mientras el interior de la casa irradia una calidez acogedora, con una mezcla de madera envejecida y detalles que despiertan una profunda nostalgia. Cabe recordar que Up es la segunda cinta de animación que fue nominada al Óscar como mejor película, siendo la primera La bella y la bestia en 1991.
Apenas unos pasos más adelante, las puertas de Monstruos, S.A. se abren, y una atmósfera diferente se apodera de la sala. Las puertas giratorias de Monstruópolis reflejan la vitalidad de los gritos y risas que dan energía a la ciudad. En esta sala también se encuentra la puerta de Boo, permitiendo asomarse al cuarto de la pequeña. Este detalle añade una capa extra de interacción y encanto, sumergiendo aún más a los visitantes en el universo de Sulley y Mike Wazowski.
Llegamos al punto álgido de la experiencia
El punto álgido del recorrido llega al entrar en la habitación de Andy, de Toy Story. Una de las salas más logradas, donde las nubes blancas pintadas en las paredes azules parecen expandirse hasta donde alcanza la vista, reviviendo esa sensación infinita de la infancia. La sala está llena de juguetes y muebles a tamaño real, que hacen sentirme como si fuera parte de este mundo. Es interesante destacar que la primera cinta a la que rinde homenaje esta sala –la historia desarrolló tres secuelas– se consolidó como el primer largometraje de Pixar producido íntegramente con gráficos animados por ordenador. Estrenada en 1995, marcó un hito en la historia del cine.
De inmediato, viajamos a París, a la cocina del famoso restaurante Gusteau’s de Ratatouille. En esta sala, el aroma a sopa recién hecha se hace tan palpable que casi puedes saborear el caldo en el aire. Remy, diminuto y astuto, parece esconderse tras un gorro de chef, como si la cocina fuera su propio reino en miniatura. Aquí el mundo se vuelve más grande y más pequeño a la vez, una metáfora perfecta del ingenio que se necesita para cumplir los sueños.
Continuamos por otras dimensiones
La sala de Inside Out nos ofrece otra dimensión, la de la mente de Riley, donde las emociones danzan entre luces y sombras. La gran novedad de esta exposición es la aparición de Ansiedad, el personaje estrella de la segunda entrega de la saga. En este espacio espacio donde los colores cambian con las emociones, me dejo arrastrar por las luces que parpadean como pensamientos fugaces.
Al ingresar en la nueva sala, el aire se impregna con un agradable aroma a chicle de fresa que da la bienvenida al vibrante mundo de Cars. En el centro de esta escena destaca Rayo McQueen, brillante en su rojo intenso, luciendo orgullosamente el número 95, un homenaje sutil al año en que Pixar presentó Toy Story.
Las grandes ausencias de la experiencia
El viaje sigue por los mares de Portorosso, en Luca, una película inspirada en la infancia del director Enrico Casarosa, donde la brisa marina y el sol de la Riviera italiana impregnan la atmósfera. Un contraste brillante y vivaz que encuentra su contrapunto en el México de Coco, una de las películas más aclamadas de Pixar, como lo demuestra la dedicación de dos salas enteras a este emblemático largometraje. Aquí, la emoción se siente en el aire, en cada pétalo que flota, recordándonos la importancia de la memoria, de mantener vivos a nuestros seres queridos en nuestros corazones.
El recorrido concluye bajo el mar, en Buscando a Nemo, donde el agua salada y la brisa marina envuelven al visitante en un océano infinito de tonalidades azules. Es uno de los mundos más vastos y envolventes de Pixar, donde la sensación de inmersión es total, como si realmente se nadara junto a Marlin y Dory alrededor de unas enormes gafas de buceo. Antes de abandonar el fondo del mar y el Mundo Pixar en general, se echa en falta alguna referencia a Bichos: Una aventura en miniatura o Los Increíbles, que son historias notables y merecen ser reconocidas en esta exposición.
La magia se disuelve en esta sala
El toque final llega en la tienda de Mundo Pixar, pero aquí la magia se disuelve un poco. La icónica pelota amarilla con la estrella roja que aparece en Toy Story —esa misma que, durante todo el recorrido, estuvo escondida en cada sala como parte de un reto visual— se vende por 14,95 euros. Después de buscarla con esmero en las trece salas, uno espera quizá un pequeño reconocimiento, pero al final, es solo un reto “personal”. Una pequeña desilusión, sobre todo cuando los precios de los demás productos como una tote bag por 9,95 euros, recordándonos que, como en muchas experiencias, el recuerdo tangible tiene un precio elevado.
A pesar de este pequeño desencanto final, Mundo Pixar es una experiencia inolvidable, una inmersión total en los universos que Pixar ha construido a lo largo de casi tres décadas. Cada sala está meticulosamente diseñada para despertar no solo la vista, sino también los recuerdos y las emociones más profundas. Un viaje sensorial y emocional que nos recuerda por qué Pixar sigue siendo un gigante del cine, capaz de contar historias que trascienden generaciones.