Si te has quedado enganchado a La isla de las tentaciones, o a la última serie de Netflix, hasta las tantas; si no has podido cortar la emisión de El Chiringuito después de otra noche mágica de Champions, o de Europa League; si eres una rara avis y un libro te ha tenido en vela hasta altas horas de la madrugada; tal vez te apetezca abandonar a tus compis de curro a la hora de comer y escaparte a alguno de los dos restaurantes españoles que ofrecen, además de un menú de mediodía, una hora de siesta gratis.
Son las 14:40 horas de un viernes y en The Lobster Roll (Barcelona) no hay nadie. Mentira, al fondo del local, en una mesa alta, una chica mira su teléfono móvil. Pedimos una caña (1,20 euros) para abrir el apetito y antes de las 15 horas el local está prácticamente lleno. ¿Será que los siesteros son de comer tarde?
Primero, el almuerzo
La carta es simple: los rolls cuestan entre 6 y 18 euros y los hay de cerdo, ternera, gambas, cangrejo, langosta --el típico de Estados Unidos--, queso o Nutella. Y, si consumes algún plato, el descanso está garantizado. Eso sí, coge turno de siesta nada más llegar al local. “Uno de cerdo, uno de ternera, y dos mochis de postre --pastel japonés--, por favor”. “Al de ternera no recomiendo añadirle salsa porque ya es muy salado, pero con el de cerdo van muy bien tanto la de trufa como la barbacoa”, aconseja el camarero, que es de trato amable.
Sirven los rolls en menos de cinco minutos. Lo mejor es el pan de brioche. La carne de aguja está buena, pero tiene especias en abundancia y pica, para paladares sensibles, demasiado. ¿Y la trufa? No se nota por ningún lado… ¿Se habrán olvidado de ella? En menos de cinco minutos te lo has comido y empieza a entrarte la modorra. ¿Hay alguna cama libre? “Sí, hay una. Si no quieres el mochi ahora, lo puedes pedir cuando te levantes de la siesta, que siempre apetece”, recomienda el camarero.
La siesta en una cápsula
En la cápsula de arriba hay una chica sentada. Son de uso individual. La otra está disponible. Zapatos fuera; cortina abajo. Se cabe bien: 1,80 metros de largo. Al principio, las conversaciones ajenas, el ruido de cubiertos lejanos chocando con platos y la voz de Taylor Swift molestan un poco. Pasados unos minutos, en tu guarida, te olvidas de todo. Te relajas y cierras los ojos. Es como aquellas siestas de verano en la playa, con el rumor de los niños de fondo, pero también con la sutil diferencia de que en unos minutos tienes que volver a la oficina.
Si no logras conciliar el sueño, siempre puedes clavar la oreja en la conversación de la mesa más cercana. Risas, preguntas, respuestas. Hablan de Colau y del sabor de la langosta. “Se me ha estropeado el móvil, he tenido que coger el antiguo y menuda movida… Pero, sí, claro, nos vemos esta noche y lo celebramos con una copita”, dice un Don Juan de medio pelo. Y, sin darte cuenta, te suena la alarma. Al salir, una chica espera turno para descansar en tu cama, y se estira con las botas puestas. Recoges tu mochi en la barra, pagas y con cara de dormido a trabajar, sí, pero fresco como una langosta.
O bajo la sombra de una parra
Lo del restaurante Finca Alfoliz (Huelva), del chef Xanty Elías, es otro nivel. Primero, porque comer a la carta por menos de 50 euros/cabeza es complicado. Segundo, porque se encuentra en un paraje de 10.000 metros cuadrados rodeado de pinares. Tercero, porque después de degustar una buena carne a la brasa con verduras del huerto ecológico, llega el momento de relajarse y echar la siesta bajo una preciosa parra. Si el tiempo lo permite, claro.
Ahora mismo “tenemos las telas de las hamacas en la lavandería. Se nos han mojado con las últimas lluvias, pero siempre están operativas y no suele haber problema de disponibilidad”, explica el encargado de las reservas de Finca Alfoliz.
Soñar en público
Lo de soñar en un restaurante es todavía algo chocante. Inusual. Cosa de dos restaurantes en toda España. ¿Por qué no se ha extendido más si supone una inversión mínima y procura buenas críticas?
Tal vez todavía no es algo habitual “porque para los mediterráneos es un poco raro lo de hacer la siesta en público”, expone el fundador de Con Gusto Consulting, Manel Morillo, quien opina que “somos más de sofá, butaca o cama”.