Tras una mañana prolongada y cadenciosa, me dispongo a acudir al establecimiento de Rituals ubicado en el epicentro de Barcelona. Cruzo la entrada y los ruidos de la tumultuosa ciudad se apaciguan una vez dentro. En el interior los cosméticos de la marca se muestran con armonía y las velas aromáticas perfuman y canonizan el lugar.
La dependienta se acerca con la sonrisa usual y me lleva a un sótano a través de una elegante escalera con las paredes doradas y relucientes. Me adentro en el primer spa inmersivo de España, bautizado como Mind Oasis. Lo primero que llama la atención son tres cabinas en las que se advierte un ritmo de luces de colores. Sin embargo, la luz abajo es más tenue y la trabajadora que me atiende emplea un tono de voz casi inaudible.
Dos tipos de terapia
Con un hilo de voz para no alterar la serenidad de un par de clientas que gozan de su masaje, me explica los dos tipos de terapia que ofrece el spa de Rituals. Por un lado, está el hidromasaje sin agua --20 minutos por 19,50 euros– y por el otro, un masaje mental --30 minutos por 29,50 euros--. Este último me suena a película de Spielberg.
Sin descansar la sonrisa, la empleada me recomienda empezar por el hidromasaje para relajar cada músculo y terminar por la parte mental para tocar el Nirvana. Con impaciencia me dirijo a la cama de agua caliente para comenzar el hidromasaje. Me descalzo y me tumbo bajo la atenta mirada de la dependienta que me tapa delicadamente con una manta por encima de la cintura.
El hidromasaje
Una vez colocada, la dependienta baja una enorme pantalla con una destellante luz roja que aísla pese a que no cubre completamente. La luminosidad obliga a cerrar los ojos y la cama de masaje inicia un amasijo de incesantes vibraciones que se adaptan de manera inteligente a la altura, regulando la intensidad según la parte del cuerpo que masajee.
En las piernas se siente un movimiento más largo, mientras que en las cervicales la vibración es más corta e intensa. Noto cómo me relajo físicamente y me percato de que a la experiencia se suma un sonido de naturaleza que me traslada a una mañana en el campo. De repente se apaga la desmesurada luz roja, lo que me hace aterrizar bruscamente.
El masaje mental
Le llega el turno al inexplorado masaje mental. Me introduzco en una cabina y me tumbo en una cama ligeramente incorporada que me hace tener las piernas sutilmente levantadas. A mi derecha hay dos botones: uno verde, “Start”, y otro negro, “Help”. Presiono el primero y una voz en el idioma inglés comienza a explicar una ronda de respiraciones para relajar al cerebro. Ya con sólo pensar en la respiración se me altera y me preocupo en seguir con determinación las indicaciones.
En el techo hay una pantalla que proyecta unas inventadas constelaciones y, tras el curso de respiración, la voz te invita a cerrar los ojos mientras la cabina se envuelve en un espectáculo de luces. En la butaca se siente una perspicaz vibración que se repite. En principio, remite a la sensación de sueño, pero tras un tiempo me estorba. A los paisajes sonoros naturales se le agrega un estridente Om ah hum que me saca del duermevela. Sin embargo, al finalizar, mi cuerpo está pesado y desadormezco primero mis dedos para seguir con el resto. Salgo de la cabina.
El veredicto
Lo cierto es que la meditación es la ausencia total de estímulos así como dejar la mente en blanco, mientras que los tratamientos de Rituals son un popurrí de sonidos, colores y ondas. Sin embargo, pese a que para algunos puede considerarse la antítesis de la meditación, las cabinas para el masaje mental en Mind Oasis consiguen hacer olvidar el estrés.
Algunos califican la experiencia como “una mezcla entre las máquinas vibropower de los gimnasios, hacerse un tag y estar en una cápsula espacial”. Este medio concluye que el masaje mental del primer spa inmersivo de España y quinto en Europa es un experimento sugestivo y cautivador. No obstante, las camas de hidromasaje se postulan como una alternativa más interesante y económica que el cuerpo sí agradece, a pesar de la intensa luz roja.