Los visitantes pasean por lo que, en otros tiempos, había sido la sala de operaciones. El suelo, de terrazo gris, ya no tiene las manchas rojas correspondientes a diferentes cirugías, pero en la sala todavía hay reminiscencias sin forma ni nombre de guerras navales entre piratas, ingleses, franceses y españoles. Los amplios y escasos ventanales, ahora flanqueados por cuadros abstractos de colores vivos, permanecen intactos. La agitación de militares corriendo arriba y abajo por los jardines que rodean la sala ha desaparecido. En lugar de soldados hay esculturas de Louise Bourgeois, Eduardo Chillida, Joan Miró y Franz West. Aquí, en este islote de cuatro hectáreas y flora mediterránea del puerto de Mahón, desembarcó el rey Alfonso III en 1287 para conquistar y recuperar Menorca. Por aquí pasó Barbarroja con sus hombres en 1535 antes de saquear y arrasar la ciudad. Y también aquí, la marina inglesa construyó un hospital militar que cayó en desuso a mediados del siglo pasado. Desde entonces: el olvido.
Hasta que una pareja de galeristas suizos --Manuela e Iwan Wirth-- se enamoró de la calma y la naturaleza de este rincón del Mediterráneo y desembarcó, con sus reputadas obras de arte, en la Isla del Rey. Era el 19 de julio de 2021 y la revolución artística de Mahón estaba en ciernes. La inauguración de Hausen & Wirth “ha tenido un impacto inmediato en la ciudad. Se ha generado un efecto llamada y todos quieren estar cerca de un proyecto de este calibre que atrae a un perfil de turismo de poder adquisitivo medio-alto”, expone a Consumidor Global Héctor Pons, alcalde de Mahón. Y es que son varias las galerías, hoteles y comercios que han querido aprovechar el impulso de Hausen & Wirth y han abierto sus puertas este verano.
Un monstruo del arte
Que el sitio de moda de una pequeña ciudad costera sea un museo dice mucho sobre ese lugar y sobre sus gentes. Desde su inauguración, cada hora, entre las 10 de la mañana y las 11 de la noche, sale un barco cargado de curiosos en dirección a la Isla del Rey --solo se puede llegar por mar, el trayecto dura 15 minutos y el billete de ida y vuelta cuesta 10 euros--, y eso que los lienzos abstractos y las esculturas de globos terráqueos de la muestra individual Masses and movements, del artista estadounidense Mark Bradford, ya estaban vendidos antes de llegar. Además, Hauser & Wirth ha firmado acuerdos de colaboración con instituciones locales como el Ateneu de Maó o el Festival Pedra Viva, que organiza allí un concierto de Rigoberta Bandini a finales de octubre.
“En Menorca el objetivo no es vender. Es un proyecto que nace de la emoción, y el público lo percibe, seguramente por eso la acogida ha sido tan buena”, explica Mar Rescalvo, directora de Hauser & Wirth Menorca, quien estima que por la nueva sede de la galería suiza habrán pasado alrededor de 700 personas al día. Una vez hecho el check a la exposición, merece la pena dar la vuelta al islote, imaginar historias al ver los edificios semiabandonados y disfrutar de las vistas del segundo puerto natural más grande del mundo y de las casas blancas de Mahón colgadas sobre un peñón. El recorrido termina en la cantina con una selección de quesos autóctonos y un buen vino y olivos centenarios.
En la orilla opuesta
En el trayecto de vuelta de la Isla del Rey es imposible no reparar en un inmenso mural que cubre la fachada de un destartalado edificio en la orilla del puerto: “Art is trash”, se puede leer. Es obra de Francisco de Pájaro, uno de los 35 artistas emergentes que han expuesto su obra en el centro de arte efímero Oxímoron, que ocupa la planta baja y el primer piso de un edificio de viviendas abandonado de la calle José María Cuadrado.
Oxímoron, que inauguró dos días antes que Hausen & Wirth para aprovechar el impulso, “no es una galería de arte, es la parte transgresora del arte. Damos visibilidad a artistas jóvenes cuyo arte estaba escondido”, expone a Consumidor Global Benito Escat, empresario catalán, copropietario del edificio y amante del arte, quien asegura que el espacio permanecerá abierto hasta el 7 de septiembre. “Somos el polo opuesto a las grandes galerías que se han instalado en Mahón como Hauser & Wirth, Cayón y Albarrán.”, añade.
Efecto llamada
“Hemos podido tramitar la llegada de la Galería Cayón, y hay otras que han mostrado interés en abrir, como la Galería Albarrán Bourdais, que compró una finca señorial y abrió en julio, pero se les dijo que tenían que tramitar el proyecto de actividad”, explica el Pons. Artistas de la talla de Yves Klein o el venezolano Carlos Cruz-Diez han expuesto sus obras en la Galería Cayón de Menorca, un espacio con un encanto especial que mantiene la estructura de un antiguo teatro de principios del siglo XX, que después sería el popular cine Victoria de Mahón.
Según explica el alcalde, llevaban cinco años tramitando el proyecto de Hauser & Wirth y al abrir todos se han querido apuntar. “Ha sido el pistoletazo de salida para que Menorca no solo sea un destino familiar, sino también artístico y cultural”, apunta Escat. Y es que el impacto de esta galería de prestigio internacional, que algunos catalogan como “un monstruo del arte”, ha sido tal que también algunos hoteles se han instalado en la capital menorquina para acoger a un nuevo perfil de turista.
Turismo con un alto poder adquisitivo
La llegada de Iwan y Manuela Wirth, que en 2016 encabezaron la lista Power 100 que reúne a las personalidades más influyentes del mundo del arte, también ha propiciado la apertura del hotel Cristine Bedfor, hotel Casa Albertí, que incluye exposiciones, y nuevas tiendas que ofrecen un producto de calidad.
El impacto en la economía y el turismo “ya se ha notado bastante este verano. También en bares y restaurantes. Son visitantes que no vienen a comprar souvenirs ni a comer pizza. Si se tienen que gastar 70 euros en una botella de vino, se los gastan”, explica el alcalde, quien insiste en la importancia de este tipo de clientela que prioriza la calidad a la cantidad. Como dijo el cineasta francés Robert Bresson, “no hay arte sin transformación”.