Desaparecen en el silencio. En la ausencia de movimiento. Uno detrás de otro. Algunos tenían más de 100 años y habían visto absolutamente de todo. Otros eran más jóvenes, pero fueron transgresores y marcaron una época. Los había sórdidos y alegres, canallas y revolucionarios, folclóricos y bohemios, y todos ellos eran trasnochadores y formaban parte de nuestra historia y de nuestra cultura. Ahora la oscuridad invade cada uno de sus rincones cargados de vivencias noctámbulas. Nadie en la pista de baile. Ningún vaso de tubo con pintalabios sobre la barra de madera. Polvo en el escenario.
“Nos están matando”, es la frase más repetida desde el sector del ocio nocturno en referencia a las restricciones que han sufrido desde que llegó la pandemia. “Han cerrado el 43 % de los 16.500 locales que existían en marzo de 2020”, se lamentan desde la Federación Nacional de Empresarios de Ocio y Espectáculos España de Noche. Y es que la quinta ola ha supuesto la estocada final para muchas discotecas y bares musicales, incluidos algunos de los más emblemáticos. Desgraciadamente, toca despedirse de una España que nunca volverá.
¿Dónde acabarán las noches a partir de ahora?
El último en cerrar sus puertas ha sido El Molino (1899), que entró en quiebra y acaba de ser adquirido por el Ayuntamiento de Barcelona a cambio de 6,2 millones de euros. Durante un tiempo fue apodado el Petit Moulin Rouge, pero ahora sus aspas luminosas están apagadas y ya no quedan vedetes. En 2022 reabrirá sus puertas como equipamiento cultural y ya no quedará ni rastro de transgresión en el Paralelo. Una semana antes, a finales de junio, el Pachá La Pineda (Costa Dorada), que abrió sus puertas en 1991 y llegaba a reunir a 4.000 personas algunas noches de verano, anunció también su cierre definitivo.
Mientras Barcelona pierde su local más canalla y un Pachá, Madrid se queda sin las noches de jazz en directo del Café Barbieri (1902), que a principios de junio apagó su micro de forma definitiva acuciado por las deudas. “La pandemia nos ha condenado”, sentenció Nasim Ahmad, el último propietario de este clásico local de la calle Ave María de Lavapiés. Otro que no ha sobrevivido a las restricciones de la pandemia ha sido el Marula Café, conocido desde hace casi 20 años por sus conciertos de sonidos afroamericanos y uno de los lugares preferidos por los madrileños para alargar la madrugada y tomar la última en La Latina. “Nos están aplicando todas las restricciones a nosotros. Nosotros pagamos los platos rotos. Estamos condenados sin que ninguna de nuestras propuestas haya sido tenida en cuenta”, expone a Consumidor Global Joaquim Boadas, secretario general de Spain Nightlife, en referencia a la medida que piden sin éxito desde hace nueve meses: la realización de un test de Covid a cualquier persona que quiera entrar en una discoteca.
La leyenda de los tablaos
Hace unos años resistieron a la fiebre del reguetón, pero ahora no han superado el virus del Covid y la ausencia de turistas. “En España había 93 tablaos flamencos y han desaparecido un 40 % desde marzo de 2021. Los demás están al borde del precipicio”, explica Juanma del Rey, presidente de la Asociación Nacional de Tablaos Flamencos. Casa Patas, y más recientemente Villa Rosa y Café de Chinitas son sólo algunas de las desapariciones más emblemáticas que ha sufrido Madrid. Por su parte, Barcelona ha perdido El palacio del Flamenco.
En 2019 pasaron más de cinco millones de turistas por los tablaos, pero la llegada de la pandemia dejó herido de muerte al flamenco --el 95 % de los artistas flamencos trabajaban en tablaos--. “Es una pena. Los tablaos son una cosa única en el mundo. Se pierde toda la historia que hay detrás. Si desaparecen, es una pérdida de identidad cultural muy importante y corremos el riesgo de convertirnos en un país de Starbucks, McDonald’s y otras franquicias”, lamenta Del Rey, quien aboga por defender la riqueza cultural flamenca.
Adiós a los pioneros del ambiente
La discoteca y sala de baile Tango, donde se celebraban fiestas LGTBI los viernes y sábados, bajó la persiana en noviembre de 2020. “Cada vez quedan menos discotecas de ambiente en Barcelona”, apunta Marco, uno de los socios del Grupo Arena, que cuenta con varios locales que todavía resisten. “Hemos sobrevivido endeudándonos y pidiendo créditos. Esperamos que Arena aguante otros 30 años”, añade Marco.
La discoteca Metro de Barcelona, una de las primeras en abrir sus puertas en el Gayxample allá por 1989, cerraba sus puertas a mediados de abril de 2021. Los comentarios nostálgicos no se hicieron esperar en Twitter: “ha cerrado sin avisar, sin comunicados ni posts en redes sociales. Era un sitio pionero del ambiente en Barcelona y no se merecía un final tan triste”, sentencia un usuario.