Es de madrugada cuando el sonido de las sirenas despierta a toda la población. La gente corre, a tientas y en pijama, para ponerse a salvo. Hay mujeres con niños en brazos. “Guardar silencio mientras dure la alarma”, se puede leer en la pared de un estrecho pasillo construido a ocho metros de profundidad. El sonido de las sirenas cesa y da paso a una batería de disparos. Acto seguido, caen los primeros proyectiles y la tierra tiembla. Todos permanecen con los ojos cerrados. Una hora después, suenan las sirenas de nuevo: el peligro ha pasado. Allí, donde antes hubo miedo y dolor, en este refugio de la Guerra Civil, en 2022 hay grupos que juegan a desactivar una bomba ficticia, y los historiadores reniegan de ello.
“Cuando convertimos la memoria histórica en una atracción de PortAventura, corremos el riesgo de desprestigiarla”, expone a Consumidor Global el estudioso de los refugios antiaéreos, Josep Maria Contel, en referencia al escape room que organiza la Oficina de Turismo de Valls (Tarragona) en las galerías subterráneas de esta población.
Un refugio convertido en atracción turística
Es una propuesta de ocio “diferente y atractiva”, apunta el técnico de la citada oficina, Txema Nosas, sobre el escape room que se lleva a cabo en el refugio de la Guerra Civil de Valls y levanta ampollas entre los historiadores.
La realidad es que las entradas para este juego, que consiste en resolver una serie de enigmas en grupos de cinco (previo pago de 5 euros), volaban. Ahora, debido a una pequeña obra de restauración, tanto esta actividad como las visitas guiadas permanecerán cerradas hasta mediados de junio.
¿Una frivolidad?
“He visto diferentes maneras de enseñar un refugio, pero todas dentro de un rigor”, critica Contel, quien opina que montar un escape room en un lugar así es de una “frivolidad horrorosa”. Según este experto, se trata de una propuesta de “pan y circo” que lo único que consigue es que la gente se olvide de la historia.
¿Hasta qué punto ludificas y bajas el nivel para llenar el espacio?, se pregunta el profesor de estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Jaume Claret. “¿Tienes que convertirlo en un escape room o puedes encontrar otra forma de aproximación que guarde una mayor cercanía con la divulgación y la memoria?”, añade el especialista, quien asegura que la gente acabará yendo porque es una diversión más.
Jugar en un búnker
Las visitas a un refugio “son siempre guiadas por una cuestión de seguridad”, recuerda Contel, que es el responsable de enseñar el refugio que se encuentra bajo la plaza del Diamante (Gràcia) de Barcelona. “Jugar en un búnker es peligroso”, advierte.
Ambos expertos coinciden en que a la Oficina de Turismo de Valls se les podrían haber ocurrido infinitas ideas mejores que tuvieran que ver con el legado histórico del lugar. “A veces nos piden el refugio para rodar películas de miedo, y siempre nos negamos”, ejemplifica Contel, quien explica que, si se trata de una película histórica o de la presentación de un libro que guarde relación con el sitio, sí aporta un valor añadido y sí ceden el espacio. “No podemos coger el refugio y explotarlo como si fuera una atracción”, insiste.
¿Cómo dinamizar los refugios?
Los especialistas abogan por una apertura paulatina y respetuosa con la historia de estos espacios. En primer lugar, dicen, habría que tenerlos bien catalogados, habilitarlos y abrirlos a los estudiosos, pero lo cierto es que “no se ha hecho gran cosa”.
“Si los incorporas dentro de la ruta turística, como ha sucedido en Almería, Valencia y Madrid con el de El Capricho y el de El Retiro, generará interés. Falta integrarlo”, apunta Contel, quien asegura que desde las instituciones ponen siempre las mismas excusas --“que hay heridas, que no toca remover la historia” -- cuando en realidad “falta voluntad real y promoción”. El refugio de la plaza de la Revolución de Gràcia se rehabilitará ahora, pero en general estos espacios “se han dejado de la mano de Dios” y la mayoría están cubiertos de tierra.
Los refugios, en jaque
Mientras unos tienen ideas disruptivas y otros las critican, un gran número de refugios desaparece con la construcción de nuevos edificios y todo tipo de obras. Además, un gran número de búnkeres se construyeron en el subsuelo de empresas privadas y, al terminar la guerra, se adaptaron de nuevo como sótano. Así, en el subsuelo de El Corte Inglés de Portal del Àngel o en el de la antigua fábrica Elizalde, los refugios pasaron a ser almacenes. En casos contados, como el de la antigua embajada soviética de Avenida Tibidabo número 17, que ahora es la sede de Mutua Universal, el búnker permanece intacto, como si no hubiera pasado el tiempo, aunque no se puede visitar.
La reforma del cruce de las calles Pelayo y Balmes del centro de Barcelona, tal y como ha informado Metrópoli Abierta, amenaza la supervivencia de algunos refugios antiaéreos construidos en las inmediaciones durante la Guerra Civil. Por ello, el Servicio de Arqueología municipal ha advertido de la necesidad de realizar “un control arqueológico exhaustivo de todos los trabajos que suponen afectación del subsuelo”. Porque uno nunca sabe lo que se puede encontrar a ocho metros bajo tierra.