Entre los propósitos de Año Nuevo siempre figura el de empezar a hacer ejercicio. Algunos lo intentan con el running, otros se apuntan al gimnasio y algunos optan por probar el Brooklyn Fitboxing. Esta franquicia, presente en Madrid, Barcelona, Ámsterdam, Bruselas, Dublín, Génova, Buenos Aires, Lima, Bogotá y Moscú, ha enganchado a cientos de personas con su método de boxeo coreografiado con el pretexto de modelar el cuerpo en ocho semanas. Sin embargo, los entrenadores personales y los centros de boxeo se muestran críticos y reticentes con esta nueva moda.
En los centros de esta cadena hay sacos de boxeo y balones medicinales. El usuario puede comenzar con una sesión de prueba, que cuesta 10 euros, en la que la organización le facilita los guantes y tiras de boxeo. Lo que hace diferente la propuesta de esta franquicia es el tipo de ejercicio que se practica en ella. “Son tres deportes en uno: boxeo, fitness, y Moai Tai”, describen desde la compañía.
Fitboxing: golpes a un saco de boxeo al ritmo de la música
El boxeo que el usuario puede practicar en estos establecimientos consiste en golpear un saco al ritmo de la música que suena de fondo. “Los sacos tienen un sistema con un sensor que cuenta cada golpe y determina la sincronización con el ritmo de la música”, explican. Cuanta mayor sincronización, mayor puntuación obtendrá el fitboxer.
Cada sesión de 47 minutos está estructurada en ocho rounds de dos minutos de duración cada uno. Entre las rondas hay dos minutos de ejercicios en el suelo, como sentadillas, tareas con balones medicinales y otros estiramientos, para trabajar “todos los músculos del cuerpo”, afirman fuentes de la empresa. Cada dos semanas cambian los ejercicios, también llamados challenges.
Dos sesiones por semana por 59 euros al mes
Para apuntarse, es recomendable no esperar más de 24 horas tras la sesión de prueba: en ese plazo, la matrícula, de 40 euros, sale gratis y el usuario solo pagará la cuota que elija. Éstas son mensuales: ocho sesiones por 59 euros o 12 clases por 69 euros, ambas sin permanencia. Y se renuevan automáticamente. Un mes después del día de alta, la compañía cargará una nueva cuota de clases en la cuenta del usuario. Si no quiere seguir, debe solicitar la baja 15 días antes de que acabe su mes de ejercicio.
También disponen de bonos con clases sueltas, con caducidades más largas: una sesión válida durante un mes por 15 euros, cinco a consumir en dos meses por 70 euros, 10 en cuatro meses por 120 euros y 20 en medio año por 220 euros. “Al principio, recomendamos que se coja una suscripción de ocho clases, pero la mayoría se cambian después a la de 12”, comentan. Para reservar la clase, el fitboxer debe elegir el horario en el perfil que la compañía le activa al darse de alta. También puede cancelar la sesión hasta dos horas antes.
Los centros de boxeo avisan: es un ejercicio diferente
Pese a la popularidad que ha cosechado la cadena, que ya cuenta en algunos de sus centros con más de 300 fitboxers, desde las escuelas de boxeo advierten que este ejercicio no es el que ellos practican. “Aquí enseñamos la técnica de boxeo. Allí se aprende una coreografía”, apuntan desde Boxing Fightland en Madrid.
“Está muy lejos de ser una escuela donde aprender boxeo, es algo más fitness”, añaden desde otro gimnasio de la capital, donde critican que muchos entrenadores no están especializados en boxeo y sólo reciben una pequeña formación. Además, alegan que sus tarifas son algo abusivas. “Pero como empresa han sabido crear un sistema y un negocio que les funciona y enfocarse a un público diferente”, confiesan.
¿Atención personalizada?
Los entrenadores personales tampoco ven este negocio con buenos ojos. “Muchas veces se ponen de moda cosas que no deberían. Deberíamos primar la salud”, señala a este medio un entrenador que prefiere no revelar su identidad. En la misma línea, Mario Peña, de Madrid Estudio Life, critica que la cadena venda un cambio de cuerpo en ocho semanas, que no se puede producir sin tener en cuenta factores como la alimentación.
Peña también alude a la falta de atención individual por el hecho de trabajar con grupos. “La calidad de los ejercicios es baja porque el entrenador, al dirigir a tantas personas, no puede dar una atención personalizada”, añade Saúl Ortega, otro entrenador, quien sugiere que “no han inventado nada”. “Es mezclar el saco con el trabajo de fuerza, como se hace en clases colectivas que se dan en los gimnasios”, especifica. Además, recuerda que en un gimnasio low cost se pueden hacer estos y otros ejercicios por menos dinero.
Más un ‘hobbie’ que un deporte de alto rendimiento
En declaraciones a Consumidor Global, una entrenadora personal cuenta su experiencia como usuaria de la cadena. Según dice, ni se hace una valoración inicial, ni hay niveles. Además, los ejercicios se repiten cada semana. “Me sentí un poco estafada por pagar para hacer todos los días lo mismo”, confiesa. Aunque reconoce que sirve para despejarse y que, a su parecer, no es caro. Insiste, por otro lado, en que “sólo con moverse 47 minutos dos veces a la semana no se consigue un cuerpazo”.
Por su parte, desde Brooklyn Fitboxing defienden que todos sus empleados se dedican al mundo del deporte, que cada entrenador se preocupa por los fitboxers y que lo que se practica en sus centros no es boxeo de contacto. La diferencia de su propuesta consiste, expresan, en que sus clases buscan diversión en comunidad, no sólo hacer deporte. “La diferencia es que cuando entras y cierras la puerta te olvidas de lo que está fuera. Esto no es un deporte de alto rendimiento, es un hobbie para desestresarse”, concluyen.