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Adiós a los quioscos tradicionales: de vender periódicos, a tiendas de souvenirs y cabinas de Amazon
Muchos de estos establecimientos a pie de calle se reinventan para llegar a fin de mes, ofertan todo tipo de productos para turistas, y funcionan como punto de recarga y cajero automático
La silueta negra de una flamenca sobre fondo rojo es el estampado de los calcetines Barcelona. También tienen chapas decorativas con motivos gaudinianos, candados, cargadores de móvil, pilas, pulseras, hats, relojes de baratillo, sunglasses, abanicos y beach towels por 9,99 euros. Un chico pide un café para llevar y una mujer de mediana edad pregunta: “¿De dónde es este anillo? ¿De Tailandia?”. “Son chinos, señora”, responde el dependiente. “Y el símbolo, ¿qué quiere decir?”, insiste la señora mientras Dani le contesta abriendo los brazos con una media sonrisa. Por suerte, aparece un anciano, coge un periódico, paga con monedas y se lo lleva bajo el brazo. Sí, aunque parezca una mañana de domingo en el mercadillo del pueblo, en los Encantes o en un bazar, estamos en un quiosco de prensa, o eso consta en su licencia, y venden de todo menos diarios.
Los primeros quioscos de periódicos de España se instalaron en la Puerta del Sol de Madrid en 1861. Le siguieron los de La Rambla, en Barcelona, y poco a poco empezaron a ocupar las aceras de todo el país. Sobrevivieron a la guerra, a la dictadura, a la crisis del petróleo y a las devaluaciones de la peseta, pero no a internet. Hace una década, 7.600 de estos establecimientos permanecían abiertos. Ahora sólo perduran alrededor de 4.000, y la cifra mengua cada día…
Los quioscos turísticos
En el quiosco de Paseo de Gracia con Gran Vía, en el centro de Barcelona, se puede comprar desde un tour a Port Aventura hasta la camiseta de Lewandowski. El café es Tupinamba; los helicópteros, de juguete; las láminas, de la Sagrada Familia; las tazas, como es típico en la ciudad condal, de flamenca; y también hay un cajero automático de ATM. ¿Y la prensa? Sí, también tienen un par de ejemplares de las principales cabeceras detrás de las montañas de souvernirs.
“Estoy desbordado. Entre ordenar el stock, atender a los turistas y preocuparme de que no me roben, no tengo tiempo para hablar contigo. El negocio va bien”, explica el quiosquero mientras ordena imanes, como no, de flamenca. “Los quioscos turísticos son los que mejor tiran”, coincide Jordi Bastardas, vicepresidente de la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa de Barcelona y Provincia, en declaraciones a este medio. Los de barrio que aún sobreviven no pueden decir lo mismo.
Periódicos: viaje de ida y vuelta
Apenas unos metros más arriba, ya en pleno ensanche barcelonés, un quiosquero se encuentra a punto de bajar la persiana. “A finales de mes lo pondré en traspaso porque no me da para comer”, lamenta Dani, quien asegura que, de puertas para adentro, “podemos vender casi lo que queramos y tenemos lo que nos pide la gente”, el problema son “la plaga de supermercados 24 horas” y “los periódicos”.
“Estoy obligado a tener periódicos, pero no vendo ni tres. Los traen por la mañana, están aquí unas horas, y se los llevan por la tarde. Los pasean y yo pago el transporte. Los periódicos me cuestan dinero”, explica este quiosquero. “Es un contrasentido”, reconoce Bastardas, quien, sin embargo, asegura que “bastante hemos conseguido con el hecho de que puedan vender otros productos”.
Puntos de recarga, cajeros y taquillas de Amazon
En busca de un modelo de quiosco que sea viable económicamente, otra de las novedades ha sido la instalación de cajeros automáticos, taquillas para recoger paquetes de Amazon, puntos de recarga para patinetes, bicicleta y motos eléctricas, y de antenas para el despliegue de redes 5G.
La empresa Urban Service Point, por ejemplo, que tiene como socios a Amazon, Euronet, Yego Urban Mobility, Superpedestrian, Ridemovi o Cooltra, entre otros, ya ha transformado más de 200 quioscos repartidos entre Madrid, Barcelona, Málaga y Granada.
Reinventarse o morir
“Han cerrado demasiados quioscos. Hay que buscar alternativas al papel”, se resignan desde la Asociación Profesional de Vendedores de Prensa de Barcelona y Provincia. “Se han de reinventar porque el público ya no lee periódicos en papel, pero los puestos en la calle siguen siendo atractivos”, expone el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor del libro El populismo: cómo las multitudes han sido temidas, manipuladas y seducidas, José María Perceval.
El secreto está en “echarle imaginación" y que, al mismo tiempo, “mantengan una vinculación cultural con la ciudad”, explica el experto, quien opina que no tiene sentido que un norteamericano visite Barcelona y se vaya a EEUU con un sombrero mexicano y una muñeca flamenca. "Pero los quiosqueros tienen que ganarse la vida y por eso hay que encontrar un equilibrio, buscar nuevos usos y hablar con los ayuntamientos para que estos espacios no se conviertan en un estorbo para el ciudadano”, advierte.
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