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Wallapop juega al límite: prohíbe la promoción del odio, pero permite la venta de objetos nazis
En la aplicación de compraventa entre particulares se pueden encontrar desde insignias y medallas hasta gorros y cinturones con esvásticas y otros símbolos del Tercer Reich
Son recuerdos de una época para el olvido que jamás debería haber tenido lugar. Objetos de la fase más oscura de nuestra historia cuya mera presencia genera aversión e incomodidad. Sí, la compraventa de simbología nazi tiene cabida en Wallapop. La aplicación prohíbe la publicación de anuncios que conmemoren grupos de odio. También veta la oferta de artículos relacionados o recuperados de escenas de crimen o tragedias. Sin embargo, permite que se exhiban y se vendan cientos de esvásticas grabadas en anillos, gorros, cinturones, insignias y medallas procedentes del Holocausto y de la Segunda Guerra Mundial.
La exhibición de la iconografía nazi, ya sea en un mercadillo físico como Militaria o en Wallapop, genera polémica. Visto desde fuera, “el que pueda haber nostálgicos que se dediquen a acumular y coleccionar este tipo de objetos produce temor”, expone el profesor de Historia de la Universidad de Barcelona (UB) especializado en fascismos, Alberto Pellegrini, quien explica que el interés por el nazismo es natural y obvio porque Adolf Hitler y su régimen son la máxima expresión de la barbarie humana. Y añade: “el lado oscuro de la fuerza atrae”.
Wallapop, a rebosar de objetos nazis
“Vendo un lote de medallas e insignias nazis y una hebilla de cinturón por 158 euros”, anuncia en Wallapop C. L., quien explica que compró estos objetos en una subasta alemana. “Me deshago de mi colección porque me he quedado sin trabajo”, asegura. Sin embargo, a juzgar por la descripción del anuncio, no parece tener muchas ganas de desprenderse de ellas: “no se aceptan ofertas”, escribe. También vende una moneda de plata de 100 pesetas de 1966 conmemorativa de la Falange por una cara y de Franco por la otra a cambio de 178 euros.
En Wallapop también se pueden encontrar cinturones nazis de la Segunda Guerra Mundial “con la correa de cuero original y sin un sólo desconchón” por 250 euros; un antiguo anillo nazi de bronce con la esvástica a cambio de 30 euros; paquetes de tabaco del Tercer Reich sin abrir por 35 euros; todo tipo de ediciones del libro Mi lucha, de Adolf Hitler, por entre 1 y 220 euros; el pasaporte original “de una persona judía a la que se lo confiscaron al inicio de la guerra” por 200 euros; y hasta una alfombrilla para ratón de la División Azul Honor y Gloria con la esvástica y “poco uso” por 10 euros. La preocupación es “hasta qué punto es coleccionismo inocente o algo con una connotación política”, apunta Pellegrini.
Medallas hasta para perros
¿Cómo se puede distinguir un objeto original de una réplica? El experto explica que hay mucho negocio alrededor de este tipo de artículos históricos porque el coleccionismo de guerra ha existido siempre y despierta mucho interés, pero en Wallapop, por lo general, "no encontrarás piezas raras de cierto valor". Como cualquier tipo de coleccionismo, el bélico tiene sus peculiaridades, pero su valor económico es inferior al de la filatelia, por ejemplo, porque no hay catálogos de referencia y nunca puedes estar seguro al 100 % de la originalidad de un objeto. A no ser que se trate de algo muy especial que esté documentado que lo llevó un militar importante en tal ocasión.
Durante el Tercer Reich "se hacían medallas hasta para los perros", explica Pellegrini sobre una proliferación "completamente absurda" de simbología nazi en la que se concedían medallas e insignias a millones de personas del partido fascista. Hay tanto material e historias tan rocambolescas, que "el novato está perdido en este mundo", resume el experto.
¿Coleccionismo o apología del Tercer Reich?
A la hora de saber si se trata simplemente de eso, coleccionismo, o si puede ser apología del nazismo, Pellegrini apunta que se debe mirar “caso por caso” porque hay de todo y es difícil identificar la motivación de cada uno. Aunque es un tipo de coleccionismo un poco de “mal gusto” que genera dudas sobre la persona, como es lógico. “Si el apodo del vendedor o del forero es Erwin Rommel o SS, uno puede hacer la asociación y es inquietante, pero es complicado catalogar perfiles en internet”, añade en referencia a los vendedores de simbología, que, a diferencia del mundo de los sellos, las monedas o los cómics, suele ser un público más amateur.
Entonces, ¿se corre el riesgo de edulcorar o trivializar el genocidio mediante las insignias y medallas que se venden en Wallapop? “Sí, el riesgo existe en estas aplicaciones y en videojuegos de guerra con simuladores, pero lo podemos combatir con educación”, apunta Pellegrini sobre un tema que tiene difícil solución desde un punto de vista práctico.
¿Es legal?
Este 17 de marzo, Alemania ha interceptado a la neonazi Isabel Peralta con material nazi en su equipaje, por lo que le ha prohibido la entrada al país y la ha enviado de vuelta a España. En algunos países, como el bávaro, la exposición pública de simbología nazi o fascista está prohibida por ley.
La legislación española, en cambio, “no prohíbe expresamente la comercialización de este tipo de objetos ni castiga su exhibición a menos que dichos actos vayan acompañados de conductas que inciten al odio o al racismo”, expone a este medio la abogada de UB Consultores, Rocío Colás, quien matiza que la mera exposición de estos símbolos no se puede perseguir por la vía penal.
Principios y líneas rojas
De este modo, cada marketplace establece sus propias reglas de juego. Al preguntar a Wallapop dónde está el límite y qué productos no tienen cabida en su plataforma, la empresa explica que "prohíbe la publicación de anuncios de determinados objetos, bien porque incumplen las normas comunitarias, bien porque contradicen las disposiciones legales vigentes, con el fin de proteger a nuestra comunidad”.
Al echar un vistazo al contenido que no está permitido en Wallapop, la app establece que no se permiten los anuncios que promuevan o conmemoren grupos de odio, como tampoco se habilita la opción de vender objetos relacionados o recuperados de escenas de crimen o accidentes. “Una cosa es la legalidad, y otra cuestión distinta es la moralidad e imagen que puedan dar este tipo de empresas a la hora de permitir la venta de estos productos que incluso pueden ir en contra de sus propias políticas”, sentencia Colás.
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