Los 'superalimentos': cuidado con creer a pies juntillas lo que dicen las etiquetas

Kale, maca, espirulina, chía o quinoa. Estos productos de nombres exóticos están en la cresta de la ola de una corriente de alimentación y vida sana que se extiende desde hace años. Son los llamados superalimentos, es decir, comestibles a los que se les confieren propiedades nutricionales especialmente valiosas para la salud, a veces casi mágicas, como superar enfermedades o incluso rejuvenecer.

Aunque su popularidad es innegable, ¿merecen realmente la fama que ostentan? Es cierto que la alimentación tiene una estrecha relación con la salud, pero no se debe caer en la trampa de creer que un solo ingrediente puede compensar una mala dieta o una vida caracterizada por el sedentarismo. 

Un gancho publicitario

“Los superalimentos no tienen propiedades milagrosas, curativas o preventivas”, según Helios Pareja, profesor de nutrición en la Universidad Europea. La confusión se produce porque no existe ninguna definición oficial ni criterios establecidos para considerar un comestible como tal, por lo que “cualquier marca o tienda puede poner el rótulo de superalimento al producto que quiera”, asegura Pareja. Se trata de un término que se posiciona más en el ámbito de la publicidad que en el de la nutrición. Y ahí reside la confusión. Por eso, los consumidores “deben ser cautos a la hora de creer que un alimento tiene la capacidad de modular la salud”, añade.

A juicio de Leticia Marín, dietista-nutricionista de la Clínica Umami, dicha denominación es incorrecta por tratarse de un “reclamo publicitario”. A su consulta de Burgos llegan pacientes con la creencia extendida de que, por incorporar un superalimento en su alimentación, ésta se convierte de forma automática en saludable. “La publicidad nos ha condicionado tanto en nuestras elecciones alimentarias que cuesta ver que esa no es la realidad”, explica. La experta asegura que no sirve de nada comer mucha cantidad de uno de estos productos si se combina con ultraprocesados de baja calidad nutricional.

¿Qué parte hay de verdad?

Tampoco se debe demonizar a estos comestibles, ya que algunos pueden tener un aporte algo superior en ciertos nutrientes. “Estos ingredientes no son imprescindibles. Se trata de una alternativa más para disfrutar de la variedad alimentaria, pero sin dejar de lado otros grupos de comida”, añade Marín. El problema es que la falta de regulación europea y nacional sobre qué productos pueden llevar esta etiqueta acaba por confundir al consumidor sobre sus propiedades. Pareja lo ejemplifica con las bayas de goji, a las que se le han atribuido propiedades casi milagrosas, como la prevención del cáncer, y cuyo uso se extendió hace unos años. “Si se transforma el mito en ciencia, se puede asegurar que aporta vitaminas, compuestos antioxidantes y fibra, pero es más relevante para la salud incluir estos nutrientes a diario por medio de frutas y verduras”, matiza.

Alimentar este mito puede incluso llegar a repercutir en el bienestar. “Es peligroso pensar que por consumir un superalimento vamos a prevenir o curar una enfermedad”, alerta el profesor Pareja. Además, determinados productos pueden producir algún riesgo adicional. Es el caso de la espirulina, un ingrediente muy utilizado en la dieta vegetariana por su contenido en proteínas. “El problema es que aporta vitamina B12 inactiva, es decir, nuestro organismo no la puede utilizar, lo que puede derivar en algo más grave”, lamenta este experto.

Derecho a una información veraz

Aunque se abuse del término superalimento para vender más, si estos víveres se encuentran en el mercado es porque su seguridad está garantizada. Se ubican en el grupo que la Unión Europea reconoce como Nuevos Alimentos o Novel Foods. Es decir, aquellos cuyo consumo no estaba extendido en la UE antes de 1997. Esta legislación protege a los consumidores al asegurar una mínima calidad y tratar de evitar un posible fraude en relación a sus propiedades. Sin embargo, la denominación de superalimento incumple la normativa española sobre prácticas informativas leales en la comida. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) insiste en que este término superlativo se considera una declaración nutricional no autorizada, por lo que su empleo en el etiquetado o el envase “no se ajusta a la normativa vigente”. También se entiende que podría dar lugar a dudas sobre la seguridad o la adecuación nutricional de otros productos, al atribuirles propiedades sobresalientes. “Lo realmente importante no es el consumo de un ingrediente en concreto, sino el hecho de tener una dieta variada y equilibrada”, añade este organismo.

Manuel López es cocinero en la escuela toledana Cocinarte. En sus recetas, este chef incluye a menudo superalimentos como la quinoa, el amaranto o las semillas de chía. “Con la quinoa suelo hacer guisos, ensaladas o salteados y con el amaranto cocino desde palomitas con curry hasta falsos risottos”, cuenta el cocinero a Consumidor Global. En su opinión, incluir en los platos productos exóticos como los mencionados da variedad. Sin embargo, López reivindica un mayor uso del superalimento español por excelencia: las legumbres. “Creo que estamos dejando un poco de lado este gran grupo de alimentos y deberíamos ponerlo más en valor”, concluye.