El coste de los productos agrícolas en España se multiplica en su viaje de la tierra a la mesa. Antes del Covid-19, el sector ya afrontaba una crisis por la caída generalizada de los precios en origen y, en consecuencia, de sus ingresos. “La diferencia de margen es un problema y las subidas en los supermercados no llegan en absoluto al campo”, alerta Diego Justa, presidente de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). De hecho, lo que recibe quien cultiva no da ni para cubrir los gastos de producción.
Por eso, el eslabón más bajo de la cadena lucha para que se regule la situación. Estos profesionales han asumido los sobrecostes de aplicar todas las medidas sanitarias con el objetivo de no trasladarlos al precio final del producto. Mascarillas, guantes, geles, PCRs o duplicar puestos para cubrir bajas son algunas de las actuaciones que se han llevado a cabo para hacer frente a la crisis del coronavirus. Se trata de unos protocolos necesarios, pero nada baratos que, en algunos casos, elevan los gastos hasta en un 30 %.
Los costes y precios
Aplicar todas las medidas necesarias ha supuesto para algunas cooperativas agrarias entre 35.000 euros y 100.000 euros de gastos adicionales, tal y como indica la Fundación Ingenio que agrupa a más de 10.000 agricultores, empresas, cooperativas y explotaciones familiares. Mientras, algunas cadenas de distribución justifican las subidas de precio de los productos en los costes higiénicos. “Estas empresas tienen una gran rentabilidad y, por eso, somos escépticos”, insiste, sin embargo, el presidente de UPA.
Los agricultores se quejan de que no son, en realidad, los dueños del precio de sus cosechas. De hecho, los productores de alcachofa vendieron en febrero cada kilo a 83 céntimos en origen, pero cuando llegó a su destino final esta cifra engordó y superó los tres euros, según el último Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos elaborado por la Confederación de Organizaciones Agrícolas y Ganaderos (COAG). La diferencia, en este caso, fue de un 277 %. Pero hay muchos ejemplos similares, como el de la berenjena, la aceituna de mesa, el ajo, la patata, el brocoli o la naranja.
Regulación
Asimismo, una mala prácticas que se produce en este sector se encuentra en las importaciones masivas, ya que hunden el valor del producto nacional. "Suelen ir acompañadas de un etiquetado nada claro y poco justo”, alertan desde la UPA. No obstante, el sector no está en contra de estas acciones comerciales, dado que el 52 % de la producción agraria española se destina directamente a la exportación.
Pero para poner fin a las prácticas desleales, el Consejo de Ministros ha aprobado un proyecto de reforma de la Ley de la Cadena Alimentaria del 2013 articulada por el ministro Miguel Arias Cañete. Esta modificación tiene como objetivo "dar mayor transparencia al funcionamiento de la cadena alimentaria y a la formación de precios, lograr un equilibrio en todos los eslabones --productores, supermercados e industria-- y proteger al más débil, es decir, al agricultor y al ganadero", según informó el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, en 2020. No obstante, este cambio no entrará en vigor hasta noviembre de este año.
Plataformas para ahorrar intermediarios
Ante la mala praxis de este modelo que dificulta un precio justo, empiezan a surgir plataformas con el fin de eliminar intermediarios y reducir los costes adicionales. Se trata de iniciativas en las que los pequeños agricultores y ganaderos pueden vender sus productos de manera directa.
“El precio del producto lo establecen ellos y no los marca ninguna superficie. Nosotros no entramos en ese aspecto ni nos llevamos comisión”, explica Mamen Camaño, responsable de la web Mercado Local. Según sus cálculos, “los costes llegan a elevarse en torno a 50 céntimos el kilogramo cuando se ven obligados a traer el producto de fuera”. Por eso, buscan convertirse en una alternativa que sirva de ayuda a la hora de fomentar el consumo de proximidad. En ese sentido, el Proyecto Kulto es otra iniciativa que muestra a los usuarios los agricultores locales más cercanos, los productos que venden y la posibilidad incluso de ir al propio huerto o campo para recoger los alimentos y llevárselos a casa.