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Olvídate: hacerse rico con las películas VHS de Disney en España es casi imposible

Las cintas de vídeo antiguas se revalorizan, pero no igual en todos los mercados y los expertos insisten en que hay más de leyenda que de realidad en esta tendencia

Núria Messeguer

Un cinta VHS con el logo de Disney y monedas de oro / CG

En 2017 una película VHS se vendió por la friolera cifra de 14.000 dólares (algo más de 12.000 euros) en eBay. Era de La Sirenita. Desde entonces, se ha creado una especie de leyenda en torno a las cintas de Disney. Algunos creen que tienen un gran valor y que se puede hacer fortuna con las que acumulan polvo en una caja de casa. Pero ¿qué hay de cierto en ello? 

Una mano que acaricia su colección de películas VHS / PEXELS 

Las cintas VHS se dejaron de fabricar hace 16 años, pero, como otros formatos, han experimentando un glorioso regreso. En páginas como Wallapop, eBay o Esty, las películas de Disney se venden  desde 20 euros hasta los 3.000. Son muchos los usuarios que han limpiado su desván con la esperanza de que apareciera alguna de las cintas más deseadas y hacerse rico

El negocio de las películas VHS de Disney 

“De repente salen un par de artículos y parece que eso es el vellocino de oro”, sostiene Juan Pedro Olachea, el dueño de la tienda de coleccionistas Jekyll & Hyde. Él no vende  ninguna película VHS, ni tampoco Jordi Teixidor. “Es un bluf total, en España este tipo de productos no tienen ni compra ni venta”, corrobora el propietario de El Patufet, en Vilanova i la Geltrú (Barcelona). 

Carlos Carrera, de la tienda Hobby Converters de Madrid, también coincide con estos dos expertos. A su parecer,  toda esta situación es “una auténtica locura” y los precios de las páginas webs son irreales. “Yo vendo películas VHS por 1 euro, porque nadie paga mucho más”. 

50.000 euros por ‘Pinocho’

Pero en internet el panorama es distinto. Piden 50.00 euros por la peli de Pinocho, Toy Story y El Rey León, 80 euros por el Sexto Sentido, 25.000 euros por Lawrence de Arabia y 60 euros por El Libro de la Selva.

“Algunos títulos como los de Disney o las películas de terror de los años 80 pueden alcanzar estas cifras, pero son casos muy especiales y pensados para coleccionistas muy particulares, hay como mucho 10 en toda España”, remarca Olochea. 

Las tiendas de segunda mano y los reproductores VHS

En la tienda Cash Coverters de la calle Floridablanca de Barcelona no hay rastro de cintas VHS. “No compramos porque las pocas que tenemos ya cuestan de vender”, comenta uno de los dependientes. Sin embargo, reproductores de este formato de vídeo sí se venden. “Hay bastante rotación, tampoco es el artículo más vendido de la tienda, aunque su venta se mantiene siempre”, añade. 

Los reproductores tienen  un precio que oscila entre los  40 y los 60 euros. Estos se dejaron de fabricar ya en 2016, cuando bajó la persiana Funai Electric, la última empresa que seguía fabricando este tipo de aparatos en todo el mundo.

Tienda de segunda mano de la franquicia Cash Converters / EP

El diamante negro, la única mina de oro 

Con una caja de películas Disney colección Diamante Negro uno sí que puede llevarse un buen pellizco. Es el caso, por ejemplo, de los primeros lanzamientos de La Cenicienta (1993), Aladdin (1992) o Pocahontas (1995), que ascienden a 6.349, 1.766 y 1.289 euros, respectivamente. Los tres títulos de Disney forman parte de un pack que se vende  por 15.615 euros. 

La serie Diamante negro fue una serie de 18 películas clásicas de la factoría de Walt Disney que se comercializaron entre 1988 y 1993 y que incluían un sello propio en el lomo del casete. “Durante una temporada sacaron ediciones especiales de películas, algunas de ellas incluyen detalles que no están en ninguno de los catálogos de las plataformas actuales”, explica Elena Neira, experta en audiovisuales de la Universidad Oberta de Catalunya  (UOC) y escritora. 

La colección Black Diamond a la venta en Esty / ESTY 

Precios por las nubes en Wallapop 

En Wallapop, la película Atlantis de Disney tiene un precio de salida de 400 euros. ¿Por qué vende tan cara?, le pregunta este medio a su vendedor.  “No lo sé, me lo han dicho mis hijos”, confiesa. Al cabo de un día el mismo vendedor rebajaba el coste de la película hasta los 50 euros. 

Para Olachea este desfase económico injustificado dificulta el trabajo de los coleccionistas. “En este tipo de plataformas el consumidor infla los precios y luego te acude gente exigiéndote un precio por un producto que ni por asomo tiene”, critica.  

Un capricho efímero 

En la actualidad, son muchos los que han comparado la moda del VHS con los vinilos. Pero ninguno de los expertos consultados por este medio consideran que estos formatos sean comparables. En primer lugar, con las cintas VHS resulta muy difícil localizar aparatos que permitan reproducirlas con garantías. A diferencia de los vinilos, su consumo es reducido y, además, tienen fecha de caducidad. El sonido y la imagen de las cintas VHS no duran para siempre. 

Transcurrido un período de tiempo, las cintas se estropean y resulta imposibles verlas. “A nivel técnico el VHS no es mejor que el Blue Ray y presenta serios problemas de caducidad, más allá de las ediciones especiales,  el único valor que puede tener es el de la nostalgia”, señala Neira. 

El piso de arriba de la tienda de vinilos Revólver Records con una pintada dedicada a Pink Floyd / CG

El coleccionismo americano vs. el español 

La mayoría de títulos de VHS que se han vendido por cifras astronómicas no han sido en el mercado europeo, sino en el americano. “Los estadunidenses son los únicos frikis que pagan estas cantidades por una película”, corrobora Teixidor. 


A su juicio, el mercado americano parte de valores más altos que el europeo o español, de ahí que algunos films se hayan vendido por miles de dólares. “Aquí la misma película, aunque hubiera sido Diamante Negro, nunca hubiera llegado a esos precios. Los europeos somos más de monedas o filatelia, no pagamos tanto por un artículo así”, remarca Teixidor. El coleccionista Olachea también comparte esta teoría. Para él, este tirón del VHS “es especulación pura y dura, como el que compra criptomonedas sin saber de ellas”, concluye.