Aunque el agua se presupone insípida, lo cierto es que en algunas regiones de España cuenta con un ligero sabor a cloro. Pero este gusto desagradable para muchos no tiene efectos negativos en la salud. De hecho, el Ministerio de Sanidad asegura que el 99,5% del agua corriente de nuestro país es apta para beber y, cuando no lo es, se corta el suministro.
Aún así, algunas personas optan por satisfacer sus necesidades de hidratación con agua envasada, un hábito muy asentado en España. Pero ¿oscurece el negocio del agua embotellada las bondades de consumir agua del grifo?
Canarias y Baleares, donde más se consume
España es el tercer país de la Unión Europea que más agua embotellada consume, solo por detrás de Italia y Alemania. Esto se traduce en 134 litros por persona, es decir, un vaso de agua mineral al día frente a los 150 litros de consumo medio de agua corriente, según la Federación Europea de Aguas Envasadas (EFBW). Las cifras difieren entre regiones y la lista de mayores consumidores la lideran los dos archipiélagos. El 63,7% de los hogares de las islas Baleares compran agua en botella, mientras que en Canarias alcanza el 71,1%. Tras las islas, la Comunidad Valenciana y Murcia completan el ranking de regiones más propensas al consumo en este formato.
El extremo opuesto lo encabeza la Comunidad de Madrid, donde solo uno de cada tres hogares compra botellas de agua y apenas se consumen 17 litros por habitante al año, muy por debajo de la media nacional. País Vasco y Navarra son las otras dos regiones donde los hogares consumen menos agua embotellada, según datos del Canal de Isabel II.
El origen del sabor
Al tratarse de un recurso tan esencial, el agua corriente exige una monitorización y un tratamiento para cumplir con la estricta legislación. “El agua se trata con cloro porque hay que inactivar los patógenos, un paso necesario para evitar enfermedades infecciosas”, explica Cristina Villanueva, experta en calidad del agua y salud e investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).
Aunque es apta para el consumo en cualquier comunidad de España, la composición entre unas y otras cambia y, con ella, su sabor. “En general, el agua del centro de la península es de mayor calidad que la de las zonas mediterráneas, regiones más secas donde la calidad de los ríos es inferior y contiene más sedimentos”, añade Joan Grimalt, investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC). Esto se debe a la dureza del agua, es decir, a la concentración de compuestos minerales, como el magnesio y el calcio. En las zonas de España con el agua más dura, hace falta una depuración más intensa, que deja mayor gusto a cloro. Este aspecto no es nocivo para la salud, pero eso explica que las zonas con mayor concentración de minerales coincidan con aquellas en las que más botellas de agua se consumen.
El negocio del agua envasada
Hay consumidores dispuestos a pagar un precio desorbitado por consumir agua que proviene de la Antártida, de las Islas Fiyi e incluso del interior del monte Fuji de Japón. De hecho, estas son las aguas más caras del mundo, cuyo precio se mueve entre los cientos y miles de euros, convirtiendo la sed en un auténtico negocio.
De hecho, en términos económicos, la diferencia entre consumir agua corriente o envasada es abismal. Mientras que el coste medio del litro de agua corriente en España es de 0,002 euros, la misma cantidad en una botella se vende a 0,21 euros de media, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Es decir, el coste de la envasada es 100 veces superior.
Cuidar el Planeta
Del consumo del agua de grifo se beneficia nuestro bolsillo y también el Planeta. Cada año, 126 toneladas de basura de España acaban en las aguas del mar Mediterráneo, según el informe Una trampa de plástico de la organización WWF. Entre los residuos más frecuentes se encuentra el plástico y, en concreto, se estima que se vierten 33.800 botellas de este material al Mare Nostrum cada minuto.
“Con cada agua embotellada se compra un envase de plástico y se contribuye a un problema con el medioambiente”, recuerda Villanueva. Así, la elección de un formato u otro dependerá también de la sensibilidad ambiental de cada persona. Sin embargo, la experta tiene claro hacia dónde debemos avanzar: “Hay que luchar para que el agua de suministro público sea cada vez mejor”.