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Leche de camella: el lácteo de Oriente que aún no tiene cabida en España

Los expertos destacan las cualidades nutritivas del brebaje de este rumiante pero las dificultades para producirlo lo convierten en un producto excesivamente caro

Núria Messeguer

Una cría de camella / FREEPIK

El camello, aunque no sea muy común en Europa, lleva siglos en España, concretamente en la isla de Lanzarote. Para transportarlos de las costas de Mauritania a la isla canaria, los lugareños daban de comer trigo a los animales. Este alimento hacía que estos rumiantes tuvieran muchos gases y de esta manera “flotaban en el agua y los transportaban directamente por el mar, sin embarcaciones ni nada”, señala Gerardo Caja, catedrático de Producción Animal de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y experto en camellos. 

No hay duda de que este método ya ha quedado obsoleto, no obstante, los camellos siguen en Canarias y desde la reserva Oasis Park Fuerteventura se está intentando que la leche de este curioso animal, así como sus derivados, lleguen al supermercado. El proyecto recibe el nombre de Camel Milk y está coordinado por el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA), en el que intervienen siete países (Argelia, Alemania, Croacia, Francia, Italia, Turquía y España). Pero, ¿tiene futuro la leche de camello en España? 

Un producto gourmet 

En algunos países árabes, la leche de camella se considera un regalo de Alá. De sabor suave y cremosa, es más salada que la de vaca, aunque “si las camellas comen alfalfa o avena tiene un sabor más dulce”, explica Caja. La leche se adapta a lo que el animal come, de la misma manera que el animal se adapta a cualquier lugar. “Pensamos que los camellos sólo pueden vivir en sitios calurosos, pero pueden vivir también en climas fríos. Al final, las noches en el desierto también lo son”. Ahora hay granjas de camellas en Holanda, Francia y hasta en Reino Unido. Y es que su consumo está en auge. “Multitud de estudios han avalado su potencial nutricional y esto ha hecho que se abra el mercado en occidente”, afirma Caja. 

Aunque este celestial brebaje tiene algunos inconvenientes tanto de producción, como de consumo. Beber leche de camella puede generar repulsión al consumidor occidental, poco acostumbrado a ver esta oferta en su supermercado. “Pero puede resultar interesante para un consumo más gourmet, para aquella población árabe o asiática que vive en Europa”. Y es que el precio del litro ronda los 10 euros, aunque en ciertos mercados y dependiendo de la calidad puede alcanzar los 60 euros.

Un camello en el desierto / FREEPIK

¿Por qué la leche de camella es tan cara?

Son varias las razones que dificultan la producción intensiva de leche de camella. En primer lugar, estos animales necesitan establos especiales. Los tradicionales no sirven dadas las dimensiones de estos animales --que llegan a medir hasta 2,20 metros de altura--. Tampoco sirven las ordeñadoras convencionales, pues hay que adaptarlas a las ubres de las camellas, mucho más pequeñas que las de vaca. Por si fuera poco, estos mamíferos pueden ser agresivos y morder, por lo que hay que tratarlos con mucho cuidado. ”Las patadas no duelen tanto, en las pezuñas tienen una especie de grasa y eso amortigua el golpe. Pero si se enfadan son de morder, y en su boca cabe una cabeza humana entera, además pueden levantar hasta 70 kilos con la boca”, advierte el experto.

Otro inconveniente es que no pueden dar más de 5 litros de leche al día, un rendimiento muy inferior al de una vaca que puede generar hasta 20 litros al día. Pero, su vida es mucho más larga y es capaz de ingerir alimentos de baja calidad. “Pueden comerse cosas rumiantes e indigestibles, al igual que las cabras”, afirma Caja. Asimismo, la producción de leche de camella no es tan frecuente como la de vaca. “Las camellas sólo dan leche durante una época del año, de diciembre a febrero aproximadamente. Y no se les puede separar de los retoños, si no, se les corta la leche”.

Sus propiedades 

“En las regiones africanas, a la leche de camella se le atribuyen propiedades curativas”, señala Caja. Y no es para menos. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la AgriculturaFAO defiende que la leche de camella tiene un contenido de vitamina C tres veces más rico que el de la leche de vaca, contribuyendo así a mantener la salud y la fortaleza del sistema inmune. También destaca el contenido en vitaminas B1 y B2, con una mayor presencia de tiamina que la que se encuentra en la leche de oveja, cabra o vaca. 

Además, la digestión de la leche de camella es mejor que la leche de vaca por el tipo de proteínas que tiene y por el tamaño de los glóbulos de grasa. “La leche de camella es muy similar a la leche materna, pues las dos prescinden de la proteína beta-lactoglobulina, y eso la convierte en una leche especial y única”, asegura Caja. Por ello, el brebaje de este animal “podría ser un buen sustitutivo de leche materna”. 

Un vaso de leche / PEXELS

Una herramienta contra la diabetes 

La leche de camella y sus productos fermentados se están probando en distintas investigaciones como complemento nutricional y como ayuda a tratamientos contra la diabetes. La Universidad Tecnológica de Almaty (Kazajistán) ha creado una bebida de leche de camella especialmente dirigida a los grupos de la población de riesgo, como los niños, las personas con problemas de salud y las personas mayores. 

Además, la Universidad de Ingeniería y Tecnología de la Información Khwaja Fareed (Pakistán) comprobó que consumiendo leche de camella había una mayor reducción de glucosa en sangre y una mayor concentración de insulina. Por ello, se concluyó que la leche de camella, así como sus derivados, podrían ser un complemento útil para el tratamiento de esta enfermedad. “Si hubiera una industria responsable, se investigaría más sobre ella. El problema es que las farmacéuticas tienen como cautivo al paciente diabético y no les interesa”, concluye Caja.