La primera vez que se ven, impactan e inquietan. Tienen un punto grotesco e incluso revolucionario. Son las mascarillas transparentes o de rejilla reutilizables, una moda que gana cada día más adeptos, al menos, en el sector educativo, pese a que los expertos advierten de que no protegen frente a los virus.
Sorprendentemente, se venden en las boticas. “El problema de todo esto es que con la premisa de que son de farmacia, la gente las compra pensando que les van a proteger del virus y en realidad no sirven para nada”, explica Santiago Campillo, divulgador científico y biólogo molecular. De hecho, Campillo hace unos días denunció en su cuenta de Twitter que estas mascarillas no solo son inútiles sino que las de la marca Beyfe tienen una alerta del Ministerio de Consumo desde junio por un “posible riesgo para la salud”. Sin embargo, Consumidor Global ha ido a cuatro farmacias y tres de ellas la seguían vendiendo. ¿Qué está fallando? ¿Y por qué no son fiables estas mascarillas?
Las mascarillas de tela no son homologables
Tras casi dos años de pandemia, la legislación de las mascarillas aún genera confusión. “Muchos comprueban si tienen algún certificado, pero nadie mira si este mismo sello es fiable o no”, señala Campillo. Hay varios tipos de mascarillas, pero las dos más comunes son las higiénicas y las quirúrgicas. Tal y como constata el Ministerio de Consumo, las mascarillas quirúrgicas se venden únicamente en las farmacias y, aunque ahora estén disponibles en más colores, son las que tradicionalmente eran azules y empleaba el personal sanitario.
Están diseñadas para filtrar el aire exhalado y su misión es proteger a quienes están alrededor de la persona que la lleve. Poseen una homologación y tienen que llevar en su envoltorio un sello CE que garantiza que el producto cumple con la legislación, especificar si son de Tipo I o de Tipo II, así como un código UNE EN 14683 que garantiza que el artículo sigue el estándar de calidad. En cambio, las mascarillas higiénicas, como las reutilizables, no cumplen estos propósitos y, según expone Elena Plaza, enfermera y docente en la fundación Fundación para el Desarrollo de la Enfermería (Fuden), “no se pueden homologar”. La única manera de que una mascarilla de tela sea quirúrgica y que proteja como tal es mediante el uso de filtros (UNE-EN ISO 14683:2019 o UNE 0065:2020).
Mascarillas Beyfe protección del 1 %
Las mascarillas transparentes de Beyfe son higiénicas, y “para ver si cumplen, tienen que testarse en un laboratorio acreditado por la Entidad Nacional de Acreditación (ENAC)”, explica Plaza, quien añade que “la mayoría de las transparentes están acreditadas por Amslab, un laboratorio que efectivamente está acreditado por la ENAC”. No obstante, Amslab “tiene subcontratado el test de eficacia de filtración bacteriana a un laboratorio externo turco”. Y, aunque parezca extraño, esta práctica “está permitida por ley”, como asevera Plaza.
“He visto mosquiteras que protegen más que esta mascarilla”, tuiteaba Campillo sobre los tapabocas transparentes. “La ciencia puede avanzar lo que quiera, pero no puede pasarse la física por el forro, el hecho de que se contemplara nítidamente la cara de la persona ya daba señales de que eso no filtraba”, añade. De hecho, tal y como advierte Campillo, las transparentes “solo protegen en un 1 %, el 99 % restante lo estás respirando o expulsando”.
Un laboratorio turco “que firma todo lo que llega”
“Se está dando el ok a mascarillas que incumplen con la eficacia de filtración bacteriana presuntamente avalada por un laboratorio turco que está firmando todo lo que llega”, denuncia Plaza. El laboratorio en cuestión es Ekoteks Laboratory and Inspection Services Inc, el cual ya ha estado salpicado por otras polémicas relacionadas con mascarillas. La última, la de las FFP2 infantiles, unas mascarillas que se vendían en farmacias con el certificado ON 2163 --de origen turco-- y que presentaban agujeros en la parte delantera del diámetro de un palillo. “No se ha podido demostrar que el ON-2163 no cumple con los protocolos sanitarios, pero un año y medio después sí que les han quitado a estas mascarillas el título de FFP2”, apunta Plaza.
Al entrar en la página web de Beyfe, lo primero que se ve es el certificado del laboratorio Amslab --el que ha subcontratado a la empresa turca para que compruebe si la mascarilla protege contra el Covid-19--. Cuando se pincha en los resultados del test se despliega un pdf con toda la información sobre este examen. Para el ojo inexperto, este documento es un sinfín de letras y números, que se parece más a un texto escrito en código morse que a una explicación sobre la calidad del producto. “Y aquí es donde está el meollo de la cuestión”, alerta Plaza. Y es que en la página 3 se constata que estas mascarillas no pasan el test de filtración de bacterias. Y que, además, el laboratorio Amslab “no se hace responsable de dichos resultados”, denuncia la sanitaria. Por lo tanto, si el laboratorio turco sostiene que estas mascarillas no pasan el test, y el laboratorio español advierte de que no se hace responsable de los resultados, ¿por qué no han actuado las autoridades??
La alerta del Gobierno
El Gobierno Vasco fue el primero en constatar que las mascarillas transparentes de Beyfa vulneran la normativa actual. “Pidieron pruebas a un tercer laboratorio que señaló que los resultados del laboratorio turco no eran concluyentes”, indica Campillo. Inmediatamente prohibieron su comercialización y ordenaron su retirada del mercado porque “no cumplen con la eficiencia de filtración bacteriana (BFE) indicada por la norma”. El 1 de junio pasado, el Ministerio de Consumo lanzó una alerta nacional advirtiendo al resto de CCAA de esta amenaza.
Medio año después, las mascarillas de la marca Beyfe aún se ofrecen en farmacias. En el Instagram de la empresa se anuncian como “mascarillas transparentes homologadas, de alta protección y eco-repelentes”. A lo que un usuario de Twitter contestó: “Esto me suena al viejo truco de la certificación que no sabes si es porque es eco, antirrepelente o por Covid. ¿Publicidad engañosa?”.
Sin sanciones
Entonces, ¿por qué se siguen vendiendo?. Plaza sostiene que al no haber sanciones o multas, algunas empresas aprovechan este vacío legal para seguir produciendo y distribuyendo sus productos. “Si hay un medicamento o una lata de atún en mal estado, Consumo o Sanidad interviene y lo retiran, pero en el caso de las mascarillas higiénicas, como no son un producto sanitario, no hay un trato contundente”, incide.
También influye el hecho de que en la actualidad son muchas las empresas que venden mascarillas y los procesos de análisis “son tan lentos, que es imposible retirarlas todas o dar aviso de todas”, explica Plaza. Así, en la actualidad, el sector de las mascarillas son “auténticos coladores con papeles en los que pone que filtran y no filtran nada”, apunta la misma.
Consumo no sabe, no contesta
Este medio ha intentado ponerse en contacto con el Ministerio de Consumo para abordar esta cuestión pero no ha obtenido respuesta alguna. Aun así, cabe destacar que este mismo verano, el ministro Alberto Garzón compareció en el Senado para alertar de que tenía dudas sobre la efectividad de estas mascarillas.
“No se ha alcanzado la tecnología suficiente para que se pueda disponer de una mascarilla que permita aunar la comunicación con la protección para aquellas personas que no pueden comunicarse sin poder leer los labios”, señaló el ministro. Y pese a que el Gobierno conoce la nula efectividad de estos cubrebocas, las empresas siguen produciendo y vendiendo estos artículos con total impunidad.
El trilerismo de todos los implicados
Otro de los actores que intervienen en el conflicto de las mascarillas ineficaces es la Federación Asociaciones de Implantados Cocleares de España (AICE). Joan Zamora, su presidente, fue uno de los primeros en denunciar los abusos de Beyfe. Zamora pidió explicaciones tanto a Beyfe, como al laboratorio Amslab, así como a la Entidad Nacional de Acreditación (ENC), el organismo público encargado de otorgar las homologaciones a los laboratorios. Pero a día de hoy Zamora no ha obtenido ninguna respuesta clara. No obstante, sí que ha recibido algún que otro toque de atención de la empresa “sugiriéndome que mejor dejara el tema”.
“Me dirijo a ustedes para que sepan la contradicción que existe en el mercado de mascarillas transparentes que está provocando una verdadera confusión y descontrol”, escribía Zamora a la ENAC, después de que el Amslab y Beyfe le dieran largas. No obstante, pese a que la Entidad Nacional de Acreditación tendría que mediar o intervenir en el asunto, se encontró de nuevo un muro. “Resaltar que la ENAC no tiene una función arbitral y que tampoco tiene la capacidad de modificar o hacer modificar el resultado de certificados emitidos por entidades acreditadas”, le respondían en un correo. Es decir, Zamora se encontró con que Beyfe se excusaba con que sus mascarillas estaban certificadas por un laboratorio; el Amslab se defendía con que los turcos están aprobados por el organismo de acreditación europea (EN 1483), y la ENAC argumentaba que no puede intervenir en el asunto.
La favorita de los profesores
De farmacia en farmacia hay una frase que se repite en todas ellas. “Son las favoritas de los profesores”, comentan los boticarios cuando se les pregunta por las mascarillas transparentes.
“Ha sido un reto y sigue siéndolo dar clases con las mascarillas. Los niños, pero también los adolescentes, se guían mucho por la expresión facial que el profesor o profesora incorpora en cada momento, de ahí que las mascarillas translúcidas hayan ayudado mucho en esto”, corrobora Carla Mestre, licenciada en magisterio infantil y actual docente.
Luchar contra el “están homologadas y tengo un papel”
“Literalmente, son un colador de virus, bacterias y aerosoles. No obstante, es muy complicado luchar frente a la creencia de que ‘están homologadas y lo tengo en un papel’”, lamenta la enfermera Plaza.
El biólogo molecular Campillo también incide en esta fe ciega que tienen los ciudadanos con las certificaciones y cree que “se lleva muy a pecho todo el tema de la mascarilla, hasta el punto de que genera confrontación decir que puede que la mascarilla que uno lleve no sirva para nada y, al final, no es culpa del individuo, sino de la empresa que se lo ha vendido”. Y de la administración que lo permite.