Los jóvenes cambian el uso del móvil: ¿sabes a dónde no se llevan nunca el teléfono?

Al ver a un adolescente por la calle o en un vagón de metro, lo habitual es que tenga la cabeza gacha, la mirada fija en la pantalla del móvil y que escriba a la velocidad de la luz mientras navega a través de su mundo virtual. La mayoría llevan auriculares inalámbricos. Y también es frecuente que se coloquen el teléfono delante de la boca y le hablen. “¿Sabes a qué lugar no se lleva nunca un adolescente el teléfono?”, expone a Consumidor Global José Ramón Ubieto, psicoanalista y autor del libro El mundo pos-Covid. “A la oreja”, añade. La realidad es que los adolescentes son los que más tiempo pasan con el móvil --alrededor de 5 horas diarias--, pero solo el 25% hace llamadas.

Las llamadas perdidas, como herramienta gratuita de comunicación, pasaron a mejor vida con la aparición de WhatsApp. Sin embargo, en la actualidad cada vez se contabilizan más. Y es que las posibilidades de que una llamada telefónica --incluso suena antiguo-- a un millennial o a un adolescente de la generación Z (entre 16 y 24 años) quede sin respuesta son elevadas. “No lo he oído” suele ser la excusa más habitual, aunque también se utilizan otros clásicos como “tenía poca cobertura” o “lo tenía en silencio”. Todos ellos mecanismos de defensa para reducir la ansiedad tras los que se esconde una responsabilidad, una debilidad, un miedo.

Llamadas no, gracias

¿Por qué los millennials no cogen el teléfono? Porque “perciben la llamada tradicional como una estrategia comunicativa intrusiva y arriesgada al no poder trabajar previamente lo que van a decir ni borrar después las palabras pronunciadas en vivo dentro de una conversación”, explica Ferran Lalueza, profesor e investigador de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. Más allá de la intromisión o de la falta de seguridad, lo cierto es que el 81% de los jóvenes siente ansiedad antes de tener el valor suficiente para hacer una llamada.

Además, el 75% de los jóvenes considera que recibir una llamada consume mucho tiempo, según el estudio Generation mute, millennials phone call statistics. “Es una intrusión que el joven no sabe cuánto tiempo le mantendrá ocupado, y tienen la percepción de que el que llama tiene más necesidad que el llamado", explica Enric Soler, fundador del centro barcelonés Psicología Relacional, sobre las principales razones de los jóvenes para evitar descolgar el teléfono. La invitación a un evento (55%), tener que hacer un favor (49%) o la confrontación verbal (46%) también sirven como excusas o barreras para no atender una llamada. Si no responden, “no hay posibilidad de poner a prueba este déficit de habilidades comunicativas”, añade Soler. Por todos estos motivos, muchos califican a millennials y generación Z como la “generación muda”.

Artículo relacionado

Así de lucrativo es el negocio de los niños 'influencers' para sus padres

Una comunicación con filtros

Si no llaman, ¿qué hacen? ¿Cómo se comunican? “Han integrado la comunicación mediante plataformas asíncronas --en las que no es necesario que coincidan en el tiempo los dos interlocutores-- y les resulta más fácil, cómodo y menos intrusivo”, apunta Soler.

Así pues, queda claro que se decantan por sistemas de mensajería instantánea como WhatsApp u otras aplicaciones y redes sociales, plataformas de uso asincrónico que les brindan la posibilidad de preparar y enviar notas de voz sin que se dé una interacción en vivo. Una forma de comunicación que “les lleva más tiempo, porque han de leer o escuchar, pensar la respuesta y reenviarla, pero en la que ellos están al mando de la situación”, añade Lalueza.

Artículo relacionado

En busca del 'selfie' perfecto: los expertos desvelan sus mejores trucos

Núria Messeguer

Las traumáticas videollamadas

En 2020, las videoconferencias aumentaron un 30%, según el Panel de Hogares de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). “Todos los inconvenientes que les supone una llamada se ven agravados en las videollamadas, que les obligan a mostrarse en vivo, sin filtros, viéndose a sí mismos con todos sus eventuales defectos amplificados y a la vista de los otros participantes”, expone Lalueza sobre la inseguridad y angustia que puede llegar a provocar esta forma de comunicación en los jóvenes.

Unos nervios e inquietudes que se traducen en miedo a la hora de hablar durante las reuniones, cierto pánico escénico, estrés y menos productividad antes de una reunión. Unos factores que los expertos han bautizado como Zoom anxiety. “La ansiedad es matemática: cuanto más alta sea la percepción de amenaza de pérdida de tiempo, de que nos pidan algo, de incomodidad con el lenguaje no verbal, y más baja la percepción de nuestros propios recursos para hacerle frente, más elevada será la ansiedad anticipatoria de la situación”, detalla Soler.

Artículo relacionado

Así es el ‘Hitch’ español: el servicio para mejorar la imagen de los solteros en las apps para ligar

Teo Camino

¿Tiene solución?

El hablar en público históricamente ha quedado relegado a un segundo plano en España. En Estados Unidos, por ejemplo, es una competencia esencial. A pesar de ello, incluso en este contexto en el que reducen la exposición a este tipo de situaciones, a día de hoy “podemos constatar que son capaces de afrontarlas con éxito, aunque les angustie. La capacidad la tienen. Aunque es cierto que a medio plazo su competencia puede verse mermada”, advierte Lalueza.

Se combate siendo consciente de que “la comunicación en vivo no es perfecta, pero sí mucho más cercana y auténtica, y la autenticidad debería tener un peso más importante”, recalca este experto en comunicación. “Hemos de convencer a los más jóvenes de que no es tan importante la perfección, sino ser uno mismo”, sentencia.