La crisis del coronavirus ha impuesto profundos cambios en el comportamiento de los consumidores. Durante los meses de encierro, los hogares se convirtieron en oficinas, gimnasios, restaurantes o cines y se adquirieron productos y servicios justo en ese sentido. Además, el intento de volver a una normalidad muy atípica ha derivado en nuevas formas de comprar.
Aunque la tendencia general antes del Covid-19 ya era un aumento de las compras online, la pandemia ha acelerado y agudizado este hábito, que se ha vuelto prácticamente indispensable, incluso en el ámbito de la alimentación y los productos frescos. Los españoles visitan y pasean menos por las tiendas y, si lo hacen, su método de pago favorito es a través de cajas autoservicio y con tarjeta.
Compras desde el sofá
En estos nuevos tiempos, el cliente no sólo acude menos veces a la tienda física, sino que carga su cesta hasta el 14,1 % más que antes, según datos de la consultora Kantar. Así, aunque ha crecido la compra de proximidad en supermercados, el comercio electrónico ha batido récords. “Consumidores de todas las edades han probado el canal online y se han dado cuenta de lo cómodo y seguro que es para ellos”, explica a Consumidor Global Juan Carlos Gázquez-Abad, profesor de economía y empresa de la Universitat Oberta de Catalunya.
Según un estudio sobre el Comprador Global de Zebra Technologies, no sólo se compra más por internet, sino que siete de cada diez consumidores lo hacen a través del teléfono móvil. Esta preferencia ha ganado peso en todos los perfiles de edad, no sólo en los más jóvenes. Aunque un 88 % de los millennials y un 79 % de la generación X han sido los principales usuarios de este tipo de pedidos móviles, casi la mitad de los baby boomers, es decir, los nacidos entre 1946 y 1964, también han utilizado este método de compra.
Preferencia por las marcas blancas
Asimismo, 2020 disparó la compra online de productos frescos, la asignatura pendiente del e-commerce. “Su crecimiento ha roto barreras durante el año con un incremento del gasto de casi un 60 % respecto a 2019”, subraya el estudio de Kantar.
Y, como ya se ha visto en crisis anteriores, los usuarios han apostado por productos básicos, baratos, así como racionalizar la compra. En este contexto, las marcas blancas y de distribuidor se han visto beneficiadas por su relación calidad-precio, aunque no en la misma medida que en 2008, cuando crecieron un 10 %. Además, casi tres de cada cuatro clientes que compran in situ en las tiendas se marchan con las manos vacías. “La falta de stock, las largas colas en las cajas y la incapacidad para encontrar los artículos son las principales razones para abandonar una tienda sin efectuar compra”, insiste Mark Thomson, director global de Retail de Zebra Technologies.
Mejor con tarjeta
A la hora de pagar, la mitad de los compradores prefiere utilizar las cajas de autoservicio si el establecimiento dispone de ellas. Como ocurre con las compras móviles, esta preferencia se da en todos los perfiles de edad y lo que más se valora es que permite cumplir con los protocolos de distanciamiento y seguridad, mejorando así la experiencia de compra. De hecho, dos de cada tres compradores están preocupados por la desinfección de las superficies y la interacción con otros clientes en las tiendas y un 60 % prefiere entrar en aquellas que ofrecen opciones de pago sin contacto. “Los consumidores utilizan menos efectivo y hay un auge de la tarjeta y de medios de pago móvil”, recuerda el profesor Gázquez-Abad.
Esto favorece también a las tiendas, ya que el uso de la tarjeta de crédito o débito incrementa el nivel de impulsividad en las compras y aumenta el gasto medio. De hecho, la pandemia también ha cambiado los hábitos de las tiendas físicas, que han tenido que adaptarse rápidamente a otro contexto distinto. Así, ocho de cada diez propietarios confirman que el coronavirus ha acelerado sus planes de implementación de dispositivos y soluciones móviles.