Cada mes, Juan N. acude al número 3 de la avenida Menéndez Pelayo, en el madrileño barrio de Goya. Allí se exponen innumerables objetos de distintas épocas y valores. “A ver si hay suerte hoy”, comenta a su llegada al personal que hay junto a las vitrinas de exposición. Son Rosario García y Daniel Vega, encargados de Sala Retiro, el mayor espacio de subastas de Madrid.
Los instantes previos a una subasta están protagonizados por los nervios y la incertidumbre. Después todo es frenético, en búsqueda de concentración, números y, por supuesto, mucha suerte. Nada más entrar al local, se encuentran expuestos los lotes de la subasta presencial de arte y joyas del mes de febrero, que en tan solo unos minutos pasarán a tener dueño.
Dos subastas presenciales al mes
“Todos los meses celebramos como mínimo una subasta de arte y otra de joyas, según las necesidades que haya”, explica Rosario García a Consumidor Global. Ella es encargada de sala, atención al cliente y venta directa. “Aquí le damos salida a cualquier objeto que te puedas imaginar y cada semana se renueva el catálogo”, señala García.
Aunque su especialización es joyas y arte, en el último año la sala ha celebrado subastas de otro tipo de lotes más especiales. Se trata de pujas online de aviones o helicópteros y sus piezas y recambios, “incluso hemos tenido coches de carreras”, añade. Este tipo de subastas se celebran de forma online, pero no descartan hacerlas algún día de forma presencial. “No hay ningún protocolo determinado y puede cambiar”, apunta la encargada.
De joyas exclusivas a baratijas perdidas
Daniel Vega es director y encargado del departamento de Joyas y Aviación de Sala Retiro. También es la persona responsable de dirigir las subastas presenciales y adjudicar los lotes con el famoso martillo. “Hace poco tuvimos una subasta online de objetos perdidos del Ayuntamiento de Madrid y había de todo: gafas de sol, patinetes o instrumentos musicales”, cuenta.
El catálogo de estas pujas se realiza con artículos de la Oficina de Objetos Perdidos del Ayuntamiento de Madrid que no han sido reclamados. Y es que, cuando un objeto no ha sido reclamado durante el plazo de dos años, pasa pertenecer a la persona que lo encontró, conocida como hallador. Si esta persona tampoco lo retira, el objeto pasa a ser propiedad municipal.
“Me piden demasiados datos”
Media hora antes de la subasta, un hombre entra a curiosear, atraído por el gran cartel que preside la entrada a la sala. “He visto el anuncio y he entrado por curiosidad. De momento estoy mirando a ver si me llama algo la atención y me animo a participar”, confiesa. Después de un cuarto de hora curioseando sortijas, colgantes y todo tipo de joyas, decide pasar al pequeño despacho que antecede la sala dónde se hacen las subastas. Parece que ha decidido animarse.
Al rato, sale con la mirada puesta en la puerta de salida. “Me han pedido demasiados datos, no me ha gustado nada”, se le oye espetar cuando Rosario García, la encargada, le pregunta por su marcha. Y es que como es de esperar y la propia sala anuncia en su apartado web, se necesitan bastantes datos para poder pujar, como el DNI o el número de cuenta bancaria.
300 lotes a subasta
A las 18.00 horas y con máxima puntualidad comienza la puja, que también se retransmite en streaming para los compradores internacionales. Hay quienes también la siguen desde el teléfono. Cada asistente tiene su paleta con el número asignado y al otro lado de las pantallas, otros postores participan a golpe de clic. “Al teléfono nos ofrecen 180 euros, ¿alguien da más? Adjudicado al señor del teléfono”, narra Vega al subastar uno de los primeros lotes.
Como es de esperar, no todo se vende, de hecho, gran parte de los lotes pasan desapercibidos y quedan sin cubrir y listos para venta directa. Llama la atención un colgante convertible en sortija con zafiro azul y diamantes cuyo precio de salida es de 55.000 euros. Hay silencio en la sala, un señor mayor resopla al oír el precio de salida y continúa la puja. Aún quedan unos 150 lotes.