A pesar de que la marca de jabones Dr. Bronners tiene más de 100 años de vida, todavía no es muy conocida en España. Aun así, sus productos –que valen en torno a 20 euros– se cuelan en algunas farmacias y tiendas especializadas. De origen germano, pero asentada en Estados Unidos, Dr. Bronners dice que vende la fórmula definitiva del jabón. De hecho, su producto promete hasta 18 usos diferentes, que van desde lavarse los dientes hasta dejar impoluta la ropa.
La empresa confía tanto en su jabón que sólo vende una única fórmula. Eso sí, en diferentes formatos, tamaños y olores. El packaging es curioso, tiene un estilo funcional, como de producto médico, con un exceso de letra y poca imagen, lo que llama la atención del consumidor. Pero, ¿cuál es el secreto de este detergente?
Así es el bote Dr. Bronner’s de 20 euros
“El consumidor español no lo compra porque le parece caro, pero todos los americanos que entran se hacen con un bote”, corrobora Josep María Morral, propietario de la Farmacia del Eixample de Barcelona. El jabón se vende en un frasco de plástico de 475 mililitros y cuesta entre 17 y 23 euros, dependiendo del establecimiento. No obstante, la marca también dispone de un formato viaje –de 90 mililitros– que vale 5 euros, así como la versión en pastilla.
Aunque todos sus productos poseen la misma fórmula y sólo se distinguen por los olores, Dr. Bronners ofrece hasta ocho variedades distintas: lavanda, té verde, rosa, almendra, eucalipto, menta, colonia de bebé y cítrico. El bote está cubierto de textos con diferentes tipologías, tanto en horizontal, como en vertical. No hay ningún espacio en blanco. Sólo letras. Es tanta la densidad que ni se aprecia con claridad el olor del jabón. Esto dificulta la clasificación del producto por parte del consumidor, que no sabe exactamente qué está comprando.
Un sólo jabón, pero 18 usos distintos
El jabón va acompañado de una tarjeta donde se explica cómo emplear el líquido para aprovechar los 18 usos que tiene su fórmula, según los creadores, claro. Sobre el papel, no se le resiste nada. Este jabón, a priori, sirve para lavar la cara, el pelo y el cuerpo. También funciona de quitamanchas, enjuague bucal y hasta pasta de dientes.
Es apto para desinfectar fruta, rociar a las plantas e, incluso, para abrir las fosas nasales cuando uno está resfriado. “Lo utilizo para lavarme el pelo y el cuerpo. Es eficaz y deja una aroma agradable. Pero es muy líquido y para hacer espuma se necesita mucha cantidad, por ello creo que la relación calidad-precio no es la mejor que he visto”, matiza Carlos M. un consumidor de los productos de Dr. Bronner en Amazon.
El jabón de Castilla reinventado y más caro
El farmacéutico Morral alaba las bondades de Dr. Bronner’s, pero matiza que el invento “no es más que el típico jabón de Castilla”. El jabón de Castilla, de la misma manera que el de Alepo o el de Marsella, son los jabones tradicionales hechos a partir de grasas animales o vegetales, sosa y agua. “Son unas fórmulas muy suaves para la piel, ya que contienen aceites saponificados que son muy hidratantes”, subraya el farmacéutico. Aunque también avisa y añade “se deben aplicar con moderación porque con tanta pureza en la fórmula pueden incluso irritar la piel”.
Por otro lado, Santiago Campillo, biólogo y divulgador científico, explica a Consumidor Global que el jabón de Dr. Bronners es el mismo que el de nuestras abuelas, pero más elaborado. “Tiene una cantidad importante de aceites esenciales y la formulación es algo más compleja”, matiza. A juicio de este experto, la composición de este producto pasa el filtro con buena nota. No obstante, “no lo aconsejaría como enjuague bucal o pasta de dientes”, recuerda.
La historia de la familia Bronner’s
Dr. Bronners esconde una historia de lo más peculiar. Su creador, Emanuel Bronner, era un judío-alemán que pertenecía a la tercera generación de una familia de fabricantes de jabón. Desde su juventud, trabajó en la empresa familiar hasta que,en 1929, decidió emigrar a Estados Unidos para empezar una nueva vida. No obstante, Emanuel no consiguió tan rápido alcanzar el sueño americano y acabó ingresado en un sanatorio. Pero pudo salir y se mudó a California, donde empezó a elaborar sus apreciados jabones.
En cuanto sacó al mercado sus primeros productos, decidió etiquetarlos con lo que él mismo denominó: “el ABC de la moralidad”. En este discurso –que todavía sigue impreso en la etiqueta de sus productos–, el empresario cita diferentes profetas judíos y también de otras religiones. De hecho, tal y como explica la marca en su página web, el objetivo de estas más 30.000 palabras impresas en botes de champú es “alcanzar la paz mundial”. ¡Casi nada!