El lector del código de barras de los cajeros de los supermercados es algo que está tan integrado en el proceso de compra, que pasa desapercibido para la inmensa mayoría de consumidores.
Sin embargo, hubo un día en el que un producto se identificó y se vendió por vez primera mediante este sistema. Fue el 3 de octubre de 1977, hace más de 45 años, y la cadena de distribución que lo introdujo en España es conocida por todos.
El primer código de barras en un supermercado español
Ante cientos de miradas expectantes, una cajera de un supermercado Mercadona, que entonces contaba solo con siete tiendas en Valencia y alrededores, hizo los honores: pasó un estropajo por el lector del código de barras y estrenó el novedoso sistema de identificación.
El estropajo era de la marca 3M, pero su identificación mediante el lector del código de barras fue solo una prueba piloto, pues dicho sistema no se implantaría de forma masiva hasta 1981.
El sistema de lectura
Los códigos de barras sirven para identificar, capturar y compartir información sobre productos, localizaciones, empresas y todo tipo de datos.
Según los expertos, el código de barras ha revolucionado la economía y ha cambiado la vida de los consumidores para siempre.
Cómo leer un código de barras
Un consumidor tiene complicado interpretar los números y las líneas que componen un código y que transmite toda esa información si se lee con un láser. Desde Aecoc explican que los números, a simple vista, no aportan información y no tienen significado, son el "equivalente al DNI de una persona", pues el valor del código es la información contenida en su base de datos.
En el habitual código de barras de 13 dígitos se puede dividir su lectura en tres apartados, los primeros de ellos para identificar a la organización de GS1 que asigna el código y a la empresa que lo ha solicitado para la codificación de sus productos. Los siguientes números sirven como contador de las referencias dadas de alta por las empresas y, finalmente, el dígito de control es el resultado de un cálculo que permite identificar de forma única los productos. Por su parte, las barras del código simplemente contienen la información numérica mediante símbolos para permitir su lectura con escáneres.
6.000 millones de lecturas al día
Hoy en día, más de 40 años después, es difícil imaginar un producto sin su correspondiente código de barras impreso en el envase. En cifras, se estima que se leen más de 6.000 millones de códigos de barras cada día. Además, es una herramienta clave a la hora de reducir el desperdicio de alimentos.
"Las empresas necesitan más datos para ser más eficientes y lograr ser más sostenibles desde el punto de vista económico, social y medioambiental, y el código de barras es un gran instrumento para ello", explica el director de GS1 Spain/Aecoc Pere Rosell.