En los felices años veinte, Coco Chanel y Josephine Baker pusieron de moda los baños de sol. Por ello no es de extrañar que la primera crema solar --Huile de Chaldee-- fuera creada en 1927 para acelerar el bronceado. De hecho, el primer protector no surgió hasta cerca de dos décadas más tarde debido a las intensas quemaduras que sufrían los soldados destinados en el Pacífico tras pasar largas jornadas al sol. Era la Segunda Guerra Mundial. Ahora, Isdin se ha convertido en la primera marca en publicar los resultados de los test de sus protectores solares como garantía de calidad y transparencia.
Los expertos coinciden en que esta iniciativa aporta una información a la que el consumidor nunca antes había tenido acceso. “Se trata de un buen ejercicio de transparencia, aunque se trate de los resultados de un estudio con un vocabulario muy técnico”, explica Carla Ferrándiz Pulido, dermatóloga del Hospital Universitario Valle de Hebrón de Barcelona. Además, Isdin podría crear un precedente. Lo más probable es que “en unos meses el resto de marcas hagan lo mismo porque el consumidor cada vez quiere saber más”, añade Ferrándiz.
¿Por qué algunas marcas no lo hacen?
“Porque no es obligatorio”, expone a Consumidor Global Nuria Salazar, profesora de tecnología farmacéutica de la Universidad CEU San Pablo, quien añade que para que una marca pueda poner SPF 30 o 50 ha de estar respaldada por unos ensayos estandarizados a nivel europeo, pero no tienen por qué hacer públicos dichos test, aunque a partir de ahora a lo mejor lo hacen. Según los expertos, todos los filtros --ingredientes activos que protegen activamente contra las radiaciones-- que se utilicen tienen que estar autorizados por la Unión Europea (UE) y presentar buena tolerabilidad, lo que no quita que, a nivel individual, una persona pueda tener una hipersensibilidad concreta a uno de los ingredientes.
El hecho de que no se compartan con el público determinados estudios “no significa que no se cumpla con las regulaciones exigidas en Europa en cuanto a seguridad y eficacia”, apunta Mar Santamaria, especialista farmacéutica de PromoFarma. Además, siempre se puede pedir información científica adicional a cualquier departamento técnico de una marca que formule fotoprotectores, añade Santamaria. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), que se dedica a controlar este tipo de productos, y muchos otros, “también puede pedir los test a un fabricante” si lo ve necesario, apunta Salazar.
Cómo se prueban las cremas solares
En los test de laboratorio suelen seleccionar a unos 12 voluntarios con diferentes tonalidades de piel a los que se les aplica dos gramos de crema por centímetro cuadrado. Después, les ponen bajo una lámpara de rayos UVA. El estudio consiste en ver cuánto tarda en aparecer la dosis mínima de enrojecimiento o quemazón.
Sin embargo, algunos de estos estudios se llevan a cabo en unas condiciones estandarizadas que, en algunos aspectos, pueden resultar menos realistas. “El voluntario no está en la playa, no suda, no tiene roce con la arena, no se baña...”, advierte Salazar. Además, aunque las pruebas se hacen con cantidades grandes de crema que sí protegen, “en la vida real, la gente se pone muchísima menos crema y el nivel de protección no es el mismo. Por ello, es importante leer la letra pequeña”, sentencia Ferrándiz.