Durante el período de confinamiento más estricto, el aire estaba más limpio, la basura en las calles se redujo y muchos animales recuperaron el lugar natural que ocupaban hasta la construcción de las ciudades. También aumentó el interés por moverse de forma más sostenible e incluso cambió la percepción que muchas personas tenían sobre la vida en el mundo rural. En general, el efecto del coronavirus en el medioambiente fue sanador.
Este cambio se ha notado desde entonces, también, en los consumidores que reconocen ser más sensibles con el bienestar del planeta. Así, un reciente informe de la consultora Kantar explica que el número de personas implicadas mucho o bastante con el cuidado del medioambiente pasó del 51% en 2019 al 59% en 2020.
El perfil del consumidor ‘verde’
“El Covid-19 ha motivado que más personas se conciencien de nuestra responsabilidad con el medioambiente”, cuenta Neus Soler, experta en comportamiento del consumidor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Esta profesora explica que el perfil de los consumidores verdes puede dividirse en tres. En un extremo se encuentran los eco activos, muy implicados con la sostenibilidad. Frente a ellos se ubican los eco resignados, que no colaboran por desconocimiento o falta de interés. Y en un punto medio está el grupo más amplio: los eco considerados, quienes conocen la necesidad real de cuidar el planeta y lo hacen siempre que no conlleve mucho tiempo o esfuerzo.
“El encierro por la pandemia dio mucho tiempo para pensar en la huella que las personas dejan en la Tierra y replantearse el uso que hacemos de los recursos”, asegura Soler. Así, los usuarios que hasta ese momento confiaban toda la responsabilidad medioambiental a las empresas ahora se han vuelto más críticos con ellas, explica esta profesora.
Una batalla perdida
Pero, en esta guerra por la protección del planeta, hay una batalla que los consumidores estaban muy cerca de ganar y que ha dado un gran paso atrás: la reducción del plástico de un solo uso. El miedo a un posible contagio a través de productos reutilizables ha derivado en la utilización de bolsas de plástico para la compra y en el uso de cubiertos, platos o envases de este material, acciones que ya habían sido asimiladas como negativas. Además, la necesaria utilización de mascarillas, guantes y otros materiales de protección se traduce en toneladas de desechos que no se pueden reciclar por la posibilidad de contagio.
Juan Carlos Gázquez-Abad, profesor de Estudios de Economía de la UOC, opina que esta tendencia se va a mantener en el tiempo. “La percepción de la gente es que la reutilización ofrece menor seguridad y no contempla guardar los objetos mucho tiempo en su casa, quiere utilizarlos y tirarlos”. Por su parte, Soler se muestra más optimista y considera que esta lucha sólo ha quedado en pausa con la pandemia. “Cuando nos veamos seguros de nuevo, volveremos a rechazar los productos menos sostenibles”, añade. Además, la Comisión Europea prohibirá a partir de julio de este 2021 la utilización de algunos productos de un solo uso, como los bastoncillos para los oídos o las pajitas, una medida que ofrece ciertas garantías en esta lucha.
Críticos con las compras
Pese a ello, los expertos insisten en que la pandemia ha impulsado el interés general por cuidar el entorno. “Antes de la pandemia, la sensibilidad por el medioambiente ya estaba en una etapa creciente, pero esta situación ha acentuado la preocupación”, asegura Gázquez-Abad. La verdad es que un fenómeno tan intenso e inesperado como esta crisis sanitaria ha incrementado también la inclinación por aspectos como la seguridad alimentaria. “El consumidor ahora se fija más en qué come, quién manipula sus alimentos y de dónde provienen”, añade Gázquez-Abad.
Coinciden con esta visión Pablo Quintero y Pablo Kaperotxipi, fundadores de Proyecto Kulto, un mercado online que pone en contacto a agricultores y consumidores para comprar directamente de la huerta. “Estos meses, nuestro proyecto ha crecido mucho”, admiten a Consumidor Global. En su opinión, cada vez se valora más la compra de alimentos cultivados con técnicas que conservan la fertilidad del suelo y respetan el medioambiente. Asimismo, al tratarse de productos Made In Spain, la huella de carbono derivada de su transporte es muy inferior que si fueran importados de otras partes del mundo.
Servicios más sostenibles
Además de compras más críticas, los servicios que se contratan están más meditados. En estos meses, “hemos experimentado un incremento del interés por las energías sostenibles y no contaminantes”, confirma Javier García, CEO de Kipin Energy, una compañía eléctrica española 100% verde. A juicio de García, este es un paso muy positivo, pues cuanto mayor sea la demanda de energía verde, “menor será la producción de la eléctrica tradicional, tan perjudicial para el planeta”.
La percepción en otros sectores es similar. “Durante la pandemia, los consumidores han tenido tiempo y razones suficientes para replantearse la manera en la que consumen”, explica Daniel Espejo, director de Klarna en España. “Ya no buscan artículos de usar y tirar, sino que hay una clara tendencia a hacer compras de calidad. Si una prenda nos puede durar años o incluso toda la vida, merece la pena invertir en ella”, concluye.