La persona que te interesa, que parece perfecta, te devuelve el follow (si no lo hace, la conquista se complica). Esperas las 24 horas de rigor para no parecer desesperada, y le tiras dos o tres likes, porque con más parecerías una acosadora. Llegados a este punto toca tener paciencia. Pero ¿hasta cuándo? Pues hasta que publique una storie que te permita hacer un comentario lo más natural posible interesándote por su vida e ignorando su físico, que es lo único que te ha podido llamar la atención hasta la fecha. La clavas al preguntarle por su perrito, que te la trae al pairo, y, tras un par de días chateando, llega el momento de la verdad (nunca mejor dicho): conocerse en vivo y en directo. Quedáis en una plaza concurrida y la buscas con la mirada. ¿Debe ser ella? Dudas con un par de jóvenes y sigues con el rastreo de cada banco y cada una de las cuatro esquinas. Debe ser ella, pero no estás segura. “Hola, ¿eres Alex?”. “Sí”. “Perdona, es que sin filtros no te había reconocido”. Así es el mundo virtual de Instagram, un mundo que poco o nada tiene que ver con la realidad. Además, el uso de esta red social, en algunos casos, conlleva una serie de riesgos.
Cada vez hay más estudios que alertan de que Instagram, que actualmente tiene 1.221 millones de usuarios, “puede afectar negativamente la salud mental de los consumidores, en particular de las adolescentes", expone el profesor e investigador de Ciencias de la Información y Comunicación de la UOC, Ferran Lalueza. "El hecho de que Facebook --propietaria de Instagram-- lo haya constatado y documentado hace desvanecer cualquier duda que pudiese existir sobre estos riesgos", añade.
Instagram y la salud mental
Alrededor del 32 % de las mujeres que usan Instagram se sienten peor con su cuerpo. Esta es una de las conclusiones del informe interno que el propio Facebook ha llevado a cabo sobre su aplicación estrella. Unas conclusiones que ahora se han filtrado a la prensa. La comparación social negativa es el problema más genérico porque “tu vida, por fantástica que sea, nunca será comparable a la que muestran los influencers en Instagram”, apunta Lalueza, quien asegura que hay que ser consciente de que lo que allí se muestra es una utopía.
La preocupación por la propia imagen, la sensación de FOMO (fear of missing out, o miedo a quedarse fuera del mundo en línea), el acoso en línea, la ansiedad y los problemas para dormir derivados de la inquietud son algunos de los efectos negativos que padecen los jóvenes en Instagram, según diversos informes.
Imagen, eco tóxico y adicción
¿Qué convierte a Instagram en una red social potencialmente tóxica? Según los expertos, los valores de Instagram, por suerte, no son los del mundo real. "La imagen es el rasgo casi único de presentación. Esto hace que todo el valor recaiga sobre el estado de esa foto", expone a Consumidor Global el psicoanalista y autor del libro El mundo pos-Covid, José Ramón Ubieto, quien asegura que compararse con miles de fotos irreales --son fruto de una selección y utilizan filtros embellecedores-- hace más complicado habitar tu propio cuerpo.
Por si todo esto fuera poco, Instagram tiene una alta capacidad de absorción de interés, tiempo y dedicación. Las redes sociales están cuidadosamente diseñadas “para que nos enganchemos y dediquemos nuestro tiempo a ellas, con el coste de oportunidad que eso conlleva para el usuario”, apunta Lalueza. Además, Instagram también funciona como una cámara de eco para lo bueno, pero, sobre todo, para lo malo. “Si tú comunicas un deseo o una idea sobre autolesiones o suicidio, esta red te multiplica las opciones. Ese eco es un refuerzo de tu propia idea”, advierte el psicoanalista.
Un público vulnerable
Instagram es la red social preferida por los millennials, según The Social Media Family. "En edades en que todavía estamos formando nuestra personalidad y aprendiendo a aceptarnos tal como somos, el contraste mencionado antes puede resultar particularmente demoledor", recalca Ubieto.
Como es lógico, los niños son un público más vulnerable todavía. Un público que no debería estar en las redes sociales, “pero sabemos que sí están”, apunta Lalueza, quien asegura que estas aplicaciones, bien utilizadas, aportan cosas positivas, pero que es responsabilidad paterna que los más pequeños no estén en ellas. “No soy partidario de prohibir, pero tampoco de la barra libre. Es un riesgo que hay que combatir”, añade el profesor.
Cómo minimizar los daños psicológicos
Las redes sociales tendrían que establecer mecanismos que ayudarán a minimizar los daños psicológicos citados anteriormente. “Un límite de horas de consumo y ciertas pautas de uso de algoritmos que regulen el tipo de información que consumen los adolescentes reduciría los riesgos potenciales”, señala Lalueza.
Establecer un sistema de verificación de edad efectivo para evitar que se cuelen menores de 12 años, la implicación de las administraciones públicas a la hora de establecer unos límites y regular el uso de filtros en las campañas publicitarias de las redes sociales –algo que ya se empieza a hacer en Noruega y Reino Unido-- son tres factores que ayudarían a minimizar el daño en los jóvenes, según los expertos, quienes opinan que las empresas, como casi siempre, anteponen el negocio por delante de la salud del usuario.
Esconder los ‘me gusta’ no funciona
Detrás de la estrategia de esconder los likes está la intención de las compañías de no desanimar a los usuarios que no tienen miles de seguidores ni acumulan cientos de me gusta, que son la mayoría. “Un consumidor desanimado puede convertirse en un elemento pasivo, y esto podría ser un peligro para el buen funcionamiento de la plataforma”, afirma el experto en comunicación.
"La eliminación de los me gusta puede paliar algo ese efecto de comparación social”, apunta Ubieto, pero restará valor a esa red y hará que nazcan nuevas redes en las que surja eso mismo para atraer a los usuarios rebotados.
La figura paterna
Dado que la prohibición como norma no funciona, según Lalueza, “lo adecuado sería acompañar a los adolescentes en su proceso de aprendizaje, que consiste en saber moverse por las redes sociales para que el balance sea positivo”.
Si está ampliamente reconocido que las redes enganchan, “deberían estar protegidas igual que protegemos a los adolescentes de las sustancias adictivas”, sentencia este experto.